viernes, 13 de diciembre de 2019

Magistrados panameños recién elegidos...


El único impedimento que tiene un gobierno para no hacer su papel bien es su propia deshonestidad e incapacidad.

El presidente Laurentino Cortizo , tal vez por primera vez en la historia del país, oyó el clamor de la ciudadanía de seleccionar a juristas honestos, transparentes y con capacidad profesional demostrada, para ocupar los cargos de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y Procurador General de la Nación.

María Eugenia López Arias, Maribel Cornejo Batista y Carlos Vásquez Reyes, son abogados que han demostrado las competencias necesarias, experiencia, ética profesional y la honradez para ocupar la Sala Penal y la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo de la CSJ (ya elegidos), al igual que el recién designado Eduardo Ulloa Miranda. Este último como procurador y que a la fecha de este artículo, no ha sido ratificado por la Asamblea Nacional de Diputados -no obstante, deberá ser elegido en los próximos días sin ningún contratiempo.

No es tarea fácil hacer que la administración de justicia sea más eficiente y expedita, cuando trae de arrastre una corrupción crónica; sin embargo, hay que empezar con algo… y en este sentido el presidente Cortizo y su equipo de trabajo han tomado una decisión trascendental para el país.

Cambiar el perfil de los magistrados es el primer paso para ir transformando la imagen de la Corte Suprema de Justicia. Este es un proceso que debe comenzar en la punta de la pirámide…de arriba hacia abajo. Asimismo, el Procurador de la Nación deberá primero hacer una exhaustiva reingeniería en la institución.

Los gremios y organizaciones que forman el Pacto de Estado por la Justicia, deben sentirse satisfechos de que los candidatos fueron seleccionados de la lista que ellos presentaron y que no hubo nada irregular ni oscuro en el proceso de selección. Y así deberá suceder en el futuro. Si un presidente y su gobierno son competentes y no van a robarle al Estado, no tienen por qué estar nombrando “amigos”, en lugar de gente capaz y con alto sentido de honradez.

Quizás para muchos panameños el proceso de selección no fue el mejor, pero, se ha dado un gran paso en comparación con periodos anteriores y el presidente Cortizo ha demostrado su buena fe y compromiso con el país. Como se dice en buen panameño “ahora la pelota está del otro lado” … Sin lugar a dudas, los nuevos magistrados y el procurador tendrán que probar con sus actuaciones que pueden con el trabajo. 


Eric Aragón







 

lunes, 29 de abril de 2019

¿Cómo ser felices con lo poco que tenemos?


En primer lugar se debe comprender que significa “ser feliz” para un ser humano. El concepto felicidad se puede definir como: “satisfacción, alegría y paz mental”.

Pero no se trata de aquella satisfacción y alegría, que sienten las personas cuando están en una fiesta, consumiendo bebidas alcohólicas, utilizando drogas; realizando acciones en forma desenfrenada, sin orden ni ley, comprando todo lo que vean o haciendo todo aquello que les da la gana… 

“NO”, ésta no es la verdadera felicidad. Es un engaño, ya que se trata de una alegría efímera –aparece y desaparece como la neblina- y al final sólo trae amargura, enfermedades y destrucción a la familia.

La verdadera felicidad es lo opuesto al gozo que se encuentra en la vida mundana. Es aquella que todos los días se debe buscar y cuidar, porque así como se halla con mucho esfuerzo, es fácil, casi en un abrir y cerrar de ojos que desaparezca.

La felicidad más que una meta, es un proceso que va a durar hasta el último día de la existencia de los mortales. La verdadera felicidad proporciona buena salud mental, física, espiritual y emocional -ésta es la verdadera “paz mental”-, asimismo, trae amor, comprensión y unidad a la familia. Y una Fe Cristiana más sólida, como las rocas milenarias.

La felicidad duradera no es tener dinero, bienes materiales o vivir sin límites. Es algo que va más allá… Se trata de sentirnos cómodos con nosotros mismos. Saborear una inmensa paz espiritual, de modo tal que nada ni nadie nos perturbe. Este equilibrio en nuestro ser es el que nos lleva a tolerar, comprender, valorar y amar todo aquello que nos rodea, empezando con nuestra familia… Lo material ni el dinero jamás proporcionan la felicidad y paz que hace al hombre y a la mujer vivir mejor en este complicado mundo.

Por supuesto, usted debe esforzarse por medio del trabajo honesto, para tener todas las comodidades que pueda, siempre y cuando mantenga la unidad familiar, no pierda la Fe Cristiana, no perjudique a los demás ni deje de ser solidario con los más necesitados.

Recuerde siempre que la felicidad no depende de los bienes materiales ni del dinero, sino de usted mismo.

Empiece con darle valor a la oración todos los días y ame a su familia a pesar de todo… procure siempre que sus pensamientos e ideales estén de acuerdo con los principios cristianos y morales… Estudie y trabaje duro para vivir como Dios manda…


Por: Eric Enrique Aragón





miércoles, 10 de abril de 2019

Gente con buena suerte…


Millones de personas en el mundo repiten una y otra vez que la buena suerte no existe. Que aquellos que les va bien es porque han trabajado con mucho esfuerzo, son ahorrativos o tienen gran capacidad para los negocios… y a esas cualidades se debe la buena suerte que tienen. Es decir, cada uno de nosotros podemos crear nuestra “buena suerte”.

Pues, permítame objetar esta teoría con hechos reales. La mayoría de los seres humanos en el planeta, que pertenecen a la clase trabajadora y sin recursos, el 70 % más o menos, morirán en las mismas condiciones que tienen; algunos mejorarán un poco su situación trabajando muy duro -sacrificando parte de la familia y la felicidad a la cual tiene derecho todo ser humano- y otros se harán profesionales y así lograrán comprar una casa bonita, un carro, tener tarjetas de crédito, enviar a sus hijos a escuelas de prestigio; pero, al final será una gran ilusión; ya que estarán toda la vida trabajando para pagar los préstamos que solicitaron a los bancos y financieras, para llevar este nivel de vida.

Y no me vengan a decir un poco de conferencistas y motivadores que los seres humanos si quieren pueden vivir en palacios, ser ricos o tener todo lo que desean. La gran parte de estos excelentes oradores son unos manipuladores de las emociones de las personas, se aprovechan de la ignorancia y desesperación; juegan con la vanidad, arrogancia y materialismo de los humanos.

Analicen bien si hay personas con suerte en este mundo. Por ejemplo, los hijos de ricos, desde que nacen ya son dueños de empresas, gerentes, presidentes de juntas directivas, recorren el mundo, van a las mejores escuelas y compran lo que les da la gana… explíqueme usted si estos seres a veces arrogantes, perversos y que no tienen ningún grado de bondad ni justicia hacia los demás: trabajaron duro, con esfuerzo y temple… Simplemente lo heredaron todo, les cayó del cielo.

Si nos detenemos a observar bien a la gente que nos rodea, nos daremos cuenta que hay personas perversas que les va bien en todo; otros se han ganado un millón y más en loterías ¿Dígame si esto no es buena suerte?

Entonces el asunto no es aseverar a la ligera que no hay gente afortunada en este mundo, si los hay. Lo que debemos pregonar y explicar, sobre todo a las nuevas generaciones, es que la paz y la felicidad la lograremos día a día, cuando aprendamos a aceptar lo que somos, lo que tenemos y hasta dónde podemos llegar. 

Claro que, si podemos capacitarnos mejor y trabajar duro para mejorar nuestro nivel de vida, si podemos amar a nuestra familia, ahorrar para viajar, aunque sea en bicicleta; darles la mejor educación a los hijos -que comienza con la Fe Cristiana y el amor a la familia. Esta es la verdadera felicidad en este complejo mundo.


Por:  Eric Enrique Aragón

martes, 4 de diciembre de 2018

La justicia que todas las naciones desean...


Todas las naciones latinoamericanas han luchado con esmero y tesón, desde hace un poco más de dos siglos, para librarse de la opresión y la esclavitud.  Primero hubo que enfrentar con sangre y fuego a los poderosos conquistadores y colonizadores que venían del Viejo Mundo. Posteriormente, en décadas más recientes, una vez más las naciones de América Latina tuvieron que enfrentarse a las feroces dictaduras militares (su propia gente); apoyadas por el capitalismo o por la extrema izquierda. No importa cuál era la tendencia, lo único cierto es que ambas eran contrarias a los principios por los cuales siempre –desde la antigüedad- combatieron casi todas las naciones del mundo: “Libertad, Igualdad y Justicia”.

Cuando creíamos que América Latina estaba en este siglo 21, alcanzando mejores niveles de desarrollo, democracia y justicia; nos damos cuenta que realmente estuvimos retrocediendo en lugar de avanzar.  Es decir, sin hacer ningún alto, se ha caído en un estado de degradación moral, que ha corrompido casi -en su máxima expresión- a todos los órganos del Estado y a la sociedad en general. “Ningún sector de la sociedad se escapa de este cáncer”.

Lo peor es cuando la administración de justicia no funciona y es selectiva en sus investigaciones, acusaciones y fallos. Esto si es un problema grave, pues, es una clara demostración de que los gobiernos y el poder económico dictan las reglas que deben seguir los administradores de justicia o éstos primero se fijan en quien está delante de ellos para investigar o dar el fallo.

Justicia desigual y amañada es equivalente a una: "Justicia Selectiva".

¿Qué hacer? 

Los pueblos siempre tendrán el poder real si actúan con su conciencia” No les dé el voto a esos candidatos corruptos que desean reelegirse y tampoco a su partido para que vean ellos que los ciudadanos tienen mayor poder. 

Por otro lado, los distintos sectores de la sociedad que no están contaminados y desean mejores días para sus hijos y nietos, incluyendo a los medios de comunicación, cuestionen y pongan en evidencia estas malas prácticas de corrupción e inmoralidad de los políticos y administradores de justicia.

“El pueblo siempre ha vencido y seguirá vencedor”.


Por: Eric Enrique Aragón









lunes, 12 de noviembre de 2018

Honestidad en la administración pública


¡Cuánta gente habla de honestidad...! Sin embargo, son pocos los que se esfuerzan por alcanzarla. Es como un gran tesoro que hay que buscar con afán y sacrificio, pero, no todos están dispuestos a dar ese gran paso.

En las campañas políticas se aprecia más este fenómeno. Los candidatos a puestos de elección son grandes magos vendiendo la imagen de honestidad y transparencia. Cuando usted los ve a través de los medios televisivos logran convencer a los ingenuos -que por cierto son la mayoría- con sus lindas palabras y cara de “angelitos”; no obstante, una gran parte de aquellos que ganan, sin esperar mucho van sacando las garras de lo que verdaderamente son: “aves de rapiña”.

El poder real no lo tienen ellos, sino los ciudadanos que ejercen el voto. Es fundamental, que se vea más allá de las apariencias. La persona que ejerce el voto, debe analizar la trayectoria del candidato en el plano privado, profesional y público, buscando que haya seriedad y consistencia a lo largo de los años… Y aún así a veces nos equivocamos, ya que lamentablemente el dinero corrompe a mucha gente; pero, por lo menos el que ejerció el sufragio se sentirá satisfecho consigo mismo, porque le dio valor a su “voto”.

“El concepto honestidad -del latín “honestitas”- se puede definir como la virtud de decir la verdad, ser decente, razonable, recatado y justo”. Wikipedia.

La calidad de un candidato a puesto de elección se mide por su honestidad. Y ésta debe prevalecer siempre, en todos los tiempos y facetas de la vida. En otras palabras el conjunto de acciones a lo largo de la vida, permiten evaluar la calidad de un mortal y sobre todo a los que administrarán los proyectos del Estado.

Un funcionario público puede ser deshonesto, tramposo, mentiroso y de baja moral que le gusta moverse en la oscuridad, o puede ser un funcionario de buena calidad y excelencia, que nunca pasará de moda; porque siempre contribuye al desarrollo de su país con sus acciones, ya sean privadas o públicas.


Por: Eric Enrique Aragón