En
primer lugar se debe comprender que significa “ser feliz” para un ser humano.
El concepto felicidad se puede definir como: “satisfacción, alegría y paz
mental”.
Pero
no se trata de aquella satisfacción y alegría, que sienten las personas cuando
están en una fiesta, consumiendo bebidas alcohólicas, utilizando drogas;
realizando acciones en forma desenfrenada, sin orden ni ley, comprando todo lo que
vean o haciendo todo aquello que les da la gana…
“NO”, ésta no es la verdadera
felicidad. Es un engaño, ya que se trata de una alegría efímera –aparece y
desaparece como la neblina- y al final sólo trae amargura, enfermedades y
destrucción a la familia.
La
verdadera felicidad es lo opuesto al gozo que se encuentra en la vida mundana.
Es aquella que todos los días se debe buscar y cuidar, porque así como se halla
con mucho esfuerzo, es fácil, casi en un abrir y cerrar de ojos que desaparezca.
La
felicidad más que una meta, es un proceso que va a durar hasta el último día de
la existencia de los mortales. La verdadera felicidad proporciona buena salud
mental, física, espiritual y emocional -ésta es la verdadera “paz mental”-,
asimismo, trae amor, comprensión y unidad a la familia. Y una Fe Cristiana más
sólida, como las rocas milenarias.
La
felicidad duradera no es tener dinero, bienes materiales o vivir sin límites.
Es algo que va más allá… Se trata de sentirnos cómodos con nosotros mismos.
Saborear una inmensa paz espiritual, de modo tal que nada ni nadie nos
perturbe. Este equilibrio en nuestro ser es el que nos lleva a tolerar,
comprender, valorar y amar todo aquello que nos rodea, empezando con nuestra
familia… Lo material ni el dinero jamás proporcionan la felicidad y paz que
hace al hombre y a la mujer vivir mejor en este complicado mundo.
Por
supuesto, usted debe esforzarse por medio del trabajo honesto, para tener todas
las comodidades que pueda, siempre y cuando mantenga la unidad familiar, no
pierda la Fe Cristiana, no perjudique a los demás ni deje de ser solidario con
los más necesitados.
Recuerde
siempre que la felicidad no depende de los bienes materiales ni del dinero,
sino de usted mismo.
Empiece
con darle valor a la oración todos los días y ame a su familia a pesar de todo…
procure siempre que sus pensamientos e ideales estén de acuerdo con los
principios cristianos y morales… Estudie y trabaje duro para vivir como Dios
manda…
Por:
Eric Enrique Aragón
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