Creer que esta enfermedad nunca va a llegar a nuestra casa es un grave error. Siempre existe la posibilidad de que por alguna equivocación que se cometa al salir de la casa, por la indisciplina de los demás o por simple casualidad de la vida quedemos contagiados.
Las personas que por fuerza mayor tienen que trabajar fuera de sus viviendas, salir a comprar alimentos o ir a una cita médica, siempre van a estar acechadas por el Coronavirus…
Pregúntenle a los médicos y personal de salud, que por estar sitiados de tantos virus en los hospitales tienen que seguir medidas muy estrictas de protección; y a pesar de todo, muchos se contagian.
El mejor soldado es aquel que siempre esta alerta y preparado para la guerra, aunque no esté en el campo de batalla. Dice el adagio muy famoso: ¨mejor es prevenir que lamentar¨.
El virus se fortalece con la indisciplina de las personas
La sociedad hoy día, sobre todo las nuevas generaciones, no creen en el respeto ni en valores morales ni en consejos de los viejos sabios ni en nadie.
Todo es un relajo y burla. Les encanta estar conversando cerca de los demás, no guardan la distancia, no se asean como debe ser, hacen visitas sociales sin medir las consecuencias; organizan fiestas, se aglomeran, y no les importa…
Utilizar la mascarilla y cumplir con todas las recomendaciones de las autoridades de salud es importante, pero, todo esto debe ir acompañado de una mejor conducta social y responsabilidad con los demás.
Los contagios se reducen en una región o comunidad y de repente salen grandes contagios en otra parte… ¿Por qué? Por la conducta social e irresponsable de la gente que se mueve de un lado a otro cuando no lo deben hacer.
Por ejemplo: si usted va a su trabajo, hágalo, pero cumpla con todas las precauciones en su área laboral; cuando finaliza su labor, debe ir directo a la casa.
Es importante que los mismos trabajadores les exijan a las empresas que implementen todos los protocolos de salud y que utilicen un bus que recoja y lleve a la casa a cada empleado, en la medida de lo posible.
El transporte público y otros lugares donde se aglomeran las personas, son fuentes de contagio.
Esté pendiente de que los establecimientos comerciales donde compra cumplan con los protocolos de salud y si no lo hacen, entonces no compre en esos lugares.
En los parques, playas, áreas sociales, y otros sitios de esparcimiento social o para hacer ejercicios al aire libre, evite estar cerca de la gente, y si hay demasiada gente no vaya. Cada uno debe establecer sus propias reglas de disciplina y seguridad. Sea malicioso o desconfiado siempre.
Otro tema esencial para enfrentar la enfermedad es su alimentación.
Coma frutas, legumbres, avenas, cremas, cereales, tome leche; prepare verduras, frijoles, lentejas, tome mucha agua, en fin, coma sano, si no sabe, entonces infórmese correctamente.
La alimentación debe estar orientada a fortalecer al máximo la sangre y el sistema de defensa natural del cuerpo. Esto se logra únicamente con una alimentación sana. Evite ingerir bebidas alcohólicas y fumar, aparte de que afecta severamente su salud, también crea el relajamiento social. Y no olvide hacer ejercicios en su casa.
Otro punto tan importante como los demás es la parte emocional
Si el individuo tiene metas e ideales en su vida, su deseo de vivir será más fuerte y por tanto su mente se fortalecerá cada vez más. Lea buenos libros, artículos positivos, observe buenas películas y programas de radio, comuníquese con su familia para unir los lazos familiares y decirles cuánto los quiere. Manténgase ocupado siempre.
Jamás debe faltar en su vida el deseo diario de leer los salmos y hacer una oración sencilla a nuestro Dios. La Fe Cristiana en estos momentos es fundamental y fuente de poder.
Debe estar siempre consciente de que la enfermedad le puede dar, pero, cumplir lo más que pueda los protocolos de salud y las recomendaciones en materia de conducta social e individual: reducirá significativamente la probabilidad de contagio.
¨Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece, me da sabiduría y disciplina social¨
Por: Eric Aragón