domingo, 19 de febrero de 2012

Niños quemados

“Tres menores fallecieron calcinados al incendiarse su vivienda, tras la explosión de dos tanques de gas”. Así comenzó la trágica noticia, aparecida en un diario local, el día martes 17 de enero de 2012, en la ciudad de Panamá.

¡Qué tristeza! Tres hermanitos de 3, 6 y 8 años, fallecieron en el incendio. La casa donde vivían, únicamente con el papá, era de madera, zinc y cañazas. A toda vista se trataba de una familia en la extrema pobreza.

El Siniestro ocurrió en horas de la madrugada. Según la información preliminar, el padre dejó una comida en la estufa y se marchó a buscar agua a la quebrada. Cuando regreso, la vivienda estaba envuelta en llamas. Trató de salvar a sus hijos; pero, ya era demasiado tarde. Los niños fueron “tragados” por las llamas.

¡Irónico! Hacía pocos días, los muchachitos habían llegado a pasar parte de sus vacaciones escolares con su padre. La mamá decidió quedarse en otra comunidad, de donde es oriunda su familia.

Este es uno de los miles de casos, que ocurren diariamente, en todos los países del mundo; cuya situación afecta más a la clase marginada.

Gran parte de los incendios en el hogar, ocurren por la curiosidad de los niños, que les gusta jugar con los fósforos; por el descuido de los adultos; defectuosas instalaciones eléctricas o el exceso de aparatos eléctricos que originan las sobrecargas.

Indudablemente, la responsabilidad de proteger a los niños recae sobre sus progenitores (papá y mamá) o los adultos responsables de los chiquillos.

La pobreza extrema, con el dolor en el alma, obliga a los padres a dejar a sus hijos solos en casa para buscar el sustento diario: alimentos, agua, leña o algún ingreso mínimo.

Se puede creer que los hijos están más seguro en el hogar. Y de hecho es así. No obstante, se deben observar todas las medidas de precaución; ya que también existen –en la vivienda- muchos peligros que acechan a nuestros amados hijos. Por ejemplo: salir de la casa, aunque sea por unos minutos, y dejar la estufa encendida. O que los niños tengan los fósforos a su alcance.

El mensaje es que siempre debe tener malicia (desconfianza). Por lo tanto, ésta debe llevarlo a evitar todo lo que represente peligro para sus vástagos.

Recuerde el adagio: “Mejor es prevenir que lamentar…” El dolor más desgarrador para una mamá (o el papá), es que le ocurra una tragedia a sus bebés, como resultado de su propia negligencia o descuido.

Sin embargo, hay padres que han perdido a sus hijos en un incendio; porque se fueron a una fiesta o con los amigos y no les importó el bienestar de los muchachos. Ellos –no lo dude- ya tienen su castigo.

Una gran cantidad de niños llegan a los hospitales con graves quemaduras. Las familias de estos infantes, carecen de recursos económicos para cubrir los gastos médicos, comprar los medicamentos o darles la atención que necesitan (los niños) para su recuperación.

¡Por favor! Aquellos que pueden ayudar a estos pobres angelitos ¡HÀGANLO! Dios bendecirá a sus hijos y a ustedes. “Será la mejor inversión que realicen en la vida”.

Y por los fallecidos, de seguro se convertirán en bellos angelitos del Padre Celestial y sin lugar a dudas, acompañarán a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Cuidemos a nuestros hijos! ¡Oremos diariamente por ellos! Ayudemos a los niños vulnerables y en extrema pobreza… ¡Qué así sea! ¡Y el Dios Todopoderoso, derrame muchas, muchas bendiciones sobre ustedes!



Por:
Eric Enrique Aragón

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