El águila harpía (Harpia Harpyja), es una de las más
grandes y poderosas del mundo. Su hábitat es el bosque lluvioso y es el “ave
nacional” de la república de Panamá. Puede
levantar mamíferos hasta tres veces su propio peso.
Esta colosal águila se encuentra en el punto más alto de
la cadena alimenticia y su permanencia en un lugar es indicador de que las
especies que allí habitan (ecosistema) están en total equilibrio.
No cabe la menor duda
de que sus crías se sienten protegidas debajo de las alas de tan “poderosa águila”.
Dice el salmista: “ten
misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado
mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos…”
Salmo 57, verso 1.
No dude de que Dios está en la cima del universo y que
debajo de sus alas estaremos protegidos para siempre; ya que nada ni nadie
jamás podrá estar por encima de Él.
¡A Dios sea la
Gloria, a su hijo Jesucristo y al Espíritu Santo!
Clamaré al Dios Altísimo,
al Dios que me favorece. Él enviará desde los cielos, y me salvará de la
infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad…” Salmo 57,
verso 2,3.
Estas palabras del salmista me recuerdan a un gran orador que oí
hace muchos años –a mediados de la década del 80- y en cuyo mensaje hacía mucho
énfasis en la importancia de ser persistente en los momentos más difíciles de
la vida.
“Todos los mortales cuando confrontan situaciones graves, incluso
aquellos que se han burlado de la Fe de los demás o se han creído
autosuficientes, claman a Dios por ayuda. No obstante, cuando la solución al
problema no llega pronto o pareciera que la petición no fue escuchada por el
Altísimo… la mayoría se deja caer en derrota. Son pocos los que se levantan
después victoriosos”
Seguía diciendo este sabio orador:” La mente se perturba y usted
piensa que su clamor no llegó a los oídos de Dios, entonces, es aquí cuando más
debe seguir clamando y creyendo… Aunque parezca atrevido “recuérdele a Dios las
palabras inspiradas por Él y que están en la Santa Biblia… “Pedid y se os dará”
“Dios no es hijo de hombre para mentir ni hijo de hombre que se arrepienta” “Clama
a mí y yo te responderé”
Por último hizo referencia el orador al ciego de Jericó, que aunque
tenía todo en su contra, en ningún momento dejó de clamar a Jesús ¿Y cuál fue
el resultado? Logró que el Hijo de Dios lo escuchara y solucionara su problema.
¡A Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sea la Gloria por siempre!
Por: Eric Enrique Aragón