Nacer “pobre” es una bendición de Dios. De hecho, Jesús
siempre ayudó a la gente necesitada. Seguro que habrá gente que malinterpretará
estas palabras.
Si una persona vino a este mundo en condiciones de
escasez de dinero y con muchas necesidades materiales, no significa que debe
quedarse así. Al contrario, los padres deben hacer todo lo posible para que sus
vástagos estudien y se superen en todos los aspectos de la vida.
Aquí tenemos dos situaciones. Por un lado, la gente
que pasa a ser clase media profesional o con un buen nivel de comodidad; pero,
viven en un mundo de ensueños. Ya no creen en la bondad, la humildad, ni tampoco
les interesa ser mejores personas de acuerdo a los principios de Dios; ya que
la vanidad, el orgullo, la lujuria, el amor desenfrenado por el dinero: ocupa
el “corazón” de ellos. Éstos (no todos) son peores que los que nacen en cuna
de oro; a pesar de que vienen de un ambiente de pobreza, cuando alcanzan las comodidades,
se llenan de vanidad y comienzan a despreciar, incluso, a su propia familia.
La Pandemia puso de manifiesto la fragilidad de esta
clase media y de los ricos que tienen
corazón de piedra y no creen en nada, sólo en el “dios dinero”.
Un gran sector de la juventud no entiende que obtener
un estatus social y económico a través de la trampa, el narcotráfico, la
corrupción política, la prostitución y otros medios ilegales, únicamente trae
desdicha, cárcel y muerte -menos la paz verdadera que necesita un ser
humano para vivir mejor.
En otro orden, vamos a tener a los jóvenes que se abren
paso por medio del esfuerzo, sacrificio, estudio y persistencia, cuando se ganen
buenos salarios producto del trabajo honrado, serán excelentes administradores
de las finanzas personales; además, estarán adornados por cualidades como la bondad
y la humildad, entre otras, que solamente se aprende cuando se nace en la “pobreza”.
Y lo más importante. Orar a Dios todos los días y
pedir su Espíritu Santo como fuente de sabiduría y fortaleza emocional.
Por: Eric Aragón