Como parte de la labor diaria, un instructor o maestro, siempre debe estar preparado para ofrecer un buen consejo a un estudiante. En algún momento nos encontramos con aquel estudiante que nos comenta un problema por el cual atraviesa, esperando que su facilitador, por lo menos sea capaz de regalarle unas palabras sabias de estímulo.
Es difícil a veces ayudar a las personas con un consejo, y sobre todo, en aquellos casos que son delicados o pueden ser comprometedores para el consejero. Sin embargo, todos los seres humanos pasamos por momentos de presión y angustia, en los cuales nuestra mente se perturba, a tal grado que se dificulta ver la solución del problema; aunque tal vez la solución esté enfrente del afectado.
¡Y hablando sobre esto! Hoy se acercó una estudiante ¡Bueno! ¡Ya de cierta madurez…! La dama es la jefa de un restaurante y refresquería, donde labora una gran cantidad de colaboradores –entre cocineros, ayudantes y despachadores- y cuyas ventas diarias alcanzan los miles de balboas. En fin, se suponía que le iba a dar una clase normal. Ella está en una clase especial, por su horario de trabajo. Se capacita como administradora técnica de restaurantes y afines. Esta es una carrera corta, de un año y medio de duración; y concluye con una práctica profesional.
¡Bueno! ¡Como siempre…! Cuando no tengo trabajo en una empresa, termino como instructor o facilitador en algún centro técnico o escuelita de secundaria ¡Gracias a Dios! Pareciera que el trabajo de docente siempre me ha perseguido… ¡Es como si yo hubiese nacido para ser maestro…! Al principio cuando las personas me conocen, como que yo no les caigo muy bien. Decía una dama: ¡Eso te pasa por feo! ¡Pero, no se asusten! ¡Gracias a Dios! Sus palabras son más emotivas que verídicas…
Volviendo a la estudiante –que la dejé por el camino- así soy yo, me encanta sentarme a tomar un buen café y a conversar sobre diversos temas… Ella, la estudiante, llegó un poco atribulada a la clase. Era obvio, ya que no lo podía esconder. En su cara se le notaba y en su forma de hablar… Ni siquiera tuve que preguntarle cual era el motivo de su situación. Ella se desahogó conmigo, fue algo rápido e instintivo. Ni siquiera me dio oportunidad de prepararme. Supongo que lo hizo, además de ese deseo que tenemos todos (los mortales) de desahogarnos en un momento dado, con la intención de que yo le diera algún consejito.
Todo el asunto giraba en torno a la presión ejercida por su jefa: ¡Tienes que cumplir con la meta de ventas! ¡No puedes utilizar al personal en horas extraordinarias! ¡No me interesa que te falten recursos humanos! ¡Resuelve el problema ya…!
En fin, todos hemos pasado por esto y siempre será así, mientras estemos en este mundo –le dije.
Empecé a explicarle que así es el trabajo y cuánto más importante sea el cargo, más presión se tendrá. Los empresarios y los grandes ejecutivos, siempre exigen que se cumplan los objetivos y las metas ¡Quiero resultados…!
Primero, debemos estar conscientes de esta situación, todos los días, antes de ir al trabajo. En otras palabras, necesitamos prepararnos psicológica y espiritualmente, entes de salir de la casa. ¿Cómo? Haga siempre una oración de fe a Jesús y auto-motívese, diciendo: “No perderé la calma” “Pensaré con claridad antes de hacer o decir algo” “Si mis jefes me exigen, entonces, estaré preparado para responder con sabiduría y elegancia”.
Segundo -continué explicándole a la señora estudiante- tenemos que hacer uso de las herramientas administrativas ¿Cuáles? Planificar, organizar, supervisar y controlar las tareas asignadas al personal, buscando siempre la mayor eficiencia en el uso del tiempo y de los instrumentos de trabajo.
Tercero, acostúmbrese a comunicar las cosas en forma verbal, utilizando palabras convincentes. Y haga informes por escrito a los superiores, de manera tal, que lo bueno, lo malo y lo feo, siempre quede documentado. Pero, eso sí, procure que la mayor parte de su labor sea “eficiente”.
Por último, le señalé, que es muy importante mantener reuniones con los colaboradores (trabajadores), de modo tal que éstos entiendan cuáles son las metas que se deben cumplir y los sacrificios, que a veces es indispensable hacer… Sobre todo, que se mantenga siempre el trabajo en equipo.
La vida moderna o contemporánea, se caracteriza por la presión que ejerce sobre nosotros. ¡Nadie se escapa! Ni el reino animal... La tensión nerviosa, los dolores de cabeza, la agresividad, la ira y otras emociones dañinas, son consecuencia de esta presión psicológica cuando se escapa de nuestro control. Aprendamos a mantener la calma frente a los problemas y a pensar con sabiduría.
Debemos practicar la meditación, la sana alimentación, los preceptos morales y cristianos, la unidad familiar; oír música clásica e instrumental; y pedir a Jesús ayuda, antes de ir al trabajo.
Por:
Eric Enrique Aragón
27 de enero de 2011