La vida sería diferente si tuviéramos el control sobre los eventos, en esos días “malos”, por los cuales pasamos todos los mortales. Sin embargo, no podemos hacer nada, ya que ésta es una característica de las limitaciones humanas.
“Yo juraba que hoy sería un día como cualquier otro” Pero, todo indicaría que no sería así… Como todos los días –gracias a quienes me enseñaron disciplina- me levanté a las 4 de la mañana para hacer un poco de ejercicio físico, darme un buen baño y por supuesto, antes de salir a mi trabajo, dedicar una hora a la comunicación con Dios (orar).
Antes de llegar al instituto, donde dicto unas horas de clase -siempre llego temprano, a las 7 a.m. aproximadamente- me tomo unas tres tazas de café. Me encanta en la mañanita, mientras tomo un café, bien sentado, meditar en lo que haré ese día o ponerme a leer algo interesante; asimismo, aprovecho para darles los buenos días a las personas que me atienden y que muy amablemente contestan mi saludo. Para mí, hacer esto en la mañanita, casi religiosamente, es un elemento sumamente motivador…
Después que salí de la segunda cafetería –sí, los cafés me los tomo en diferentes lugares que están camino al trabajo- llegué al último sitio, en el cual siempre me han recibido muy bien; no obstante, hoy, una empleada recién llegada a la cafetería, me hizo una grosería sin ninguna razón. Definitivamente, que ésta fue la primera señal, de que posiblemente, el presente día, se convertiría en “uno de esos días malos”. Y en efecto así fue…
Ningún ser humano se escapa de los días malos. ¡Siempre ocurren! ¿Con qué frecuencia? No lo sé… Únicamente Dios lo sabe… Y no se trata de que tengamos mala suerte o de que hayamos buscado ese día malo. ¡Claro! No me refiero a los días normales, en los cuales, obviamente, cada uno de nosotros nos buscamos los problemas con nuestro mal proceder.
Se trata de ciclos o altibajos de la vida. Igual que cuando -sin ninguna razón- una persona se siente perezosa, cansada o desanimada.
Los eventos que suceden en esos días varían. Los hay desde una simple discusión con una persona, una leve grosería, hasta casos bien complejos; incluso, situaciones que han terminado “muy mal”, porque se perdió el total control emocional “ese día malo”.
Lo primero que debemos hacer es identificar el día malo, que no hemos buscado; sino, que es parte de los ciclos de la vida.
En segundo lugar, prepárese para enfrentar este día. ¿Qué significa prepararse? Simplemente, entender que los momentos en los cuales las cosas no saldrán bien, siempre ocurrirán. No depende de uno, sino, de factores externos que no podemos controlar humanamente. De modo que permita que este día pase a la historia, como uno más. Frente a las groserías que reciba innecesariamente y otros eventos negativos, manténgase, lo más ecuánime posible, no pierda el control emocional. Y por otro lado, no tome decisiones importantes ese día. Procure no hacer nada o decir algo, de lo cual tenga que arrepentirse al día siguiente…
Por último, tenga paciencia ese “día malo pasará también”. Recuerde sacar el máximo provecho en los días buenos, tomando buenas decisiones.
Y no perdamos de vista lo más importante, lo que dicen las Sagradas Escrituras:
“El ladrón viene a hurtar, matar y destruir; pero, Yo (dice Jesús) he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas”.
Practicar la Fe Cristiana nos ayuda a fortalecer nuestro mundo interior; de modo tal, que podamos mantener el equilibrio emocional, frente a los “días malos”.
Autor:
Eric Enrique Aragón
15 de enero de 2011
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