¡Qué desesperación…! No encontraba el
número, parece que por un descuido presioné la tecla equivocada de mi celular y
como resultado borré el número telefónico de Diana. Por fin logré llamarla; pero no sé en qué momento
le pregunté por los pericos. La familia contaba con 4 pericos. Se puede decir
que el avispado jovencito Michael los había conseguido todos. Hasta donde
recuerdo compró dos y los otros dos los atrapó él mismo ¡Ingenioso!
Lo cierto es que la familia entera,
incluyendo a la hermosa e inteligente Dianita, se encariñaron con las
aves. Los pericos eran parte de la
familia ¡No era para menos! Ya había
pasado más de un año; sin embargo, las amenazas para los queridos pericos eran diarias;
pues, los gatos callejeros iban y venían.
La
familia es una de las pocas que en estos tiempos modernos quedan. Animal que
llega de la calle le dan comida. ¡0h! Se me ocurre pensar que los animales en
su lenguaje habrán corrido la voz.
La gente hoy día ha endurecido su corazón.
De nada sirve tanta tecnología, dinero, belleza física, preparación académica,
si lo principal en lo seres humanos: su interior está lleno de oscuridad. No
hay en ellos bondad, ternura, amor, solidaridad; es decir, no sienten nada
sublime. Muchos pensadores lo han dicho –no se equivocaron- la persona que trata
mal a los animales, jamás podrá sentir algo bueno por sus semejantes…
El asunto es que me causó mucha tristeza
cuando Diana (la bella y noble mamá) me manifestó que los gatos se comieron a
dos pericos. ¡Qué dolor! Yo los conocía a todos (los pericos), y puedo dar fe
del amor que la familia sentía por ellos y viceversa…
Lo irónico del tema es que yo siempre
pensaba en los pericos… Me preocupaba el hecho de que se descuidaran con ellos y
finalmente terminaran siendo el almuerzo o cena de algún gato callejero. ¡Así fue…!
¡Qué Dios los tenga en su
gloria! No hay que descuidarse más con
los animales domésticos. Ellos, los animales, confían en sus protectores; así
como el bebé confía siempre en su madre…
Por:
Eric
Enrique Aragón