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lunes, 10 de noviembre de 2014

El gato se comió a los pericos…


¡Qué desesperación…! No encontraba el número, parece que por un descuido presioné la tecla equivocada de mi celular y como resultado borré el número telefónico de Diana. Por fin logré llamarla; pero no sé en qué momento le pregunté por los pericos. La familia contaba con 4 pericos. Se puede decir que el avispado jovencito Michael los había conseguido todos. Hasta donde recuerdo compró dos y los otros dos los atrapó él mismo ¡Ingenioso!

Lo cierto es que la familia entera, incluyendo a la hermosa e inteligente Dianita, se encariñaron con las aves.  Los pericos eran parte de la familia  ¡No era para menos! Ya había pasado más de un año; sin embargo, las amenazas para los queridos pericos eran diarias; pues, los gatos callejeros iban y venían.

 La familia es una de las pocas que en estos tiempos modernos quedan. Animal que llega de la calle le dan comida. ¡0h! Se me ocurre pensar que los animales en su lenguaje habrán corrido la voz.

La gente hoy día ha endurecido su corazón. De nada sirve tanta tecnología, dinero, belleza física, preparación académica, si lo principal en lo seres humanos: su interior está lleno de oscuridad. No hay en ellos bondad, ternura, amor, solidaridad; es decir, no sienten nada sublime. Muchos pensadores lo han dicho –no se equivocaron- la persona que trata mal a los animales, jamás podrá sentir algo bueno por sus semejantes…

El asunto es que me causó mucha tristeza cuando Diana (la bella y noble mamá) me manifestó que los gatos se comieron a dos pericos. ¡Qué dolor! Yo los conocía a todos (los pericos), y puedo dar fe del amor que la familia sentía por ellos y viceversa…

Lo irónico del tema es que yo siempre pensaba en los pericos… Me preocupaba el hecho de que se descuidaran con ellos y finalmente terminaran siendo el almuerzo o cena de algún gato callejero.  ¡Así fue…!

¡Qué Dios los tenga en su gloria!  No hay que descuidarse más con los animales domésticos. Ellos, los animales, confían en sus protectores; así como el bebé confía siempre en su madre…



Por:
Eric Enrique Aragón

jueves, 10 de mayo de 2012

Un domingo de pulgas…

A pesar de la angustia y picazón que me causaban las pulgas y los piojos los días domingo –aunque parezca cómico- no guardo ningún resentimiento ni siquiera contra estos insectos, que son parte de la naturaleza y que de alguna forma tienen que alimentarse. Hasta los niños saben, ya que lo aprenden en los primeros años de escuelita; que los piojos y pulgas abundan en los lugares donde no se practica el aseo.

Si los espacios ocupados por seres humanos, como los centros educativos, los hogares y otros sitios públicos carecen de aseo adecuado, indudablemente que todo mundo estará rascándose la cabeza y el cuerpo, porque serán comida de los piojos y pulgas.

Como lo he dicho un sinnúmero de veces… El cine siempre ha sido una pasión para mí. A veces creo que desde el vientre de mi madre, ya venía con ese deseo de ver películas. Creo que mis dos hijos Diana y Michael, heredaron tal pasión. Ambos desde recién nacidos se entretenían viendo películas y cómicas conmigo.

Vivía en un lugar llamado Desamparados. No recuerdo el nombre exacto del barrio, pero, si recuerdo que cuando venía en bus desde el centro de San José –ciudad capital de Costa Rica- me bajaba frente al parque, cerca del cine llamado La Reina -en éste vi muchas películas-. Después cruzaba el parque (aquí estaba la iglesia católica), en dirección a la calle que pasaba a un costado de la Caja de Ahorros. La casa donde residía en esos años estaba casi al final de la mencionada calle.

Alguien me habló acerca de un cine donde se pagaba poco, unos doce colones, un precio bastante popular. Por esta cantidad de dinero presentaban dos películas; generalmente eran mexicanas. ¡Por supuesto! Esto me impactó… Podía ver dos cintas o mejor dicho recordarlas, ya que en mi niñez las había visto casi todas… Películas protagonizadas por los legendarios luchadores: El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras; o Lucha Villa, Cantinflas, y tantas otras cintas cinematográficas al estilo ranchero.

En una gran cantidad de películas, los actores principales, quienes eran famosos cantantes, hacían gala de sus voces espectaculares, entonando las canciones rancheras. Podemos mencionar a Pedro Infante, Javier Solís, Miguel Aceves Mejía, Vicente Fernández, Antonio Aguilar, Agustín Lara, Jorge Negrete. Las películas eran tremendas joyas clásicas del cine mexicano y norteamericano; ya que presentaban cintas de ambos países.

Un día decidí conocer tal cine. La doble tanda a precios populares, se ofrecía los días domingo en la tarde, para todo público. No puedo indicar con exactitud la ubicación del lugar. Pero si recuerdo que podía llegar al cine caminando por una de las angostas calles laterales, que estaba más o menos enfrente del hotel Centroamericano, por la avenida Segunda. Esta era una de las principales vías en esos años de la urbe josefina y aún lo es. También, podía llegar a la sala de cine, entrando por una de las calles contiguas al teatro Moderno. Por cierto estas calles parecían un laberinto, igual que ir al sector del mercado público.

¡Excelentes películas del recuerdo…! Durante un tiempo me convertí en asiduo fanático de ese cine. No faltaba ningún domingo, tanto así, que una vez me hicieron una importante invitación (fiesta de cumpleaños) y a pesar de que me llevaba muy bien con toda la familia de la joven quinceañera, no asistí a tal evento. Algunos años después la visité. Estaba casada y con dos hermosas hijas. ¡Bueno! Era tanto mi anhelo por ir al cine, que falté a tal evento. Después me sentí sumamente apenado… Y ahora que la vi convertida en una hermosa señora, me arrepentí de no haber ido a su fiesta…

Gozaba cada película, no obstante, el precio que tenía que pagar era altísimo, y no me refiero al precio monetario. Ese cine estaba llenísimo de pulgas y piojos. Mientras la gente veía la película, se les podía ver volando por todas partes. Estaban en las bancas, paredes, baños, en fin, en cada centímetro del local. Durante las dos horas aproximadamente, que miraba fijamente la pantalla, me olvidaba de la existencia de los insectos. Inmediatamente después de salir del cine, cuando regresaba a la realidad; sentía el fiero ataque de los piojos y pulgas. Estaban clavados en todo mi cuerpo. La picazón era infernal.

Cuando llegaba a la casa corría a quitarme la ropa, zapatos y todo lo que cargara encima y lo echaba en un tina llena de agua, clorox y cualquier otra sustancia que matara a los agresivos insectos. Igualmente, me daba un intenso baño… Hasta desinfectantes me echaba encima… Al final siempre me quedaban un par de piojos y pulgas en mi cuerpo. Se puede decir que me tomaba los cinco días de la semana erradicar por completo a los malévolos bichos. ¡Y nuevamente se repetía el mismo proceso…! ¡Una y otra vez!

Estuve muchos meses viendo hermosas películas clásicas; y también sufriendo el martirio de los descomunales ataques de los piojos y pulgas… ¡Bueno! Tenía la fuerza y la locura de los años de juventud. ¡Lo podía soportar todo…! ¡Vivan los años mozos!






Por:
Eric Enrique Aragón

domingo, 1 de abril de 2012

El día que me convertí en Aquiles…

Resulta que al final, cuando se suponía que había terminado mi escuela secundaria, me salen con la sorpresa de que tenía un par de materias pendientes.

¡Bueno! Esto no era ninguna sorpresa, ya que me la pasé viajando por diferentes regiones –como buen aventurero gitano- y en cada país alguna familia me adoptaba; como resultado tenía que ir a la escuela. Aunque tengo que confesar, que en los primeros años odiaba la escuela; ya que no comprendía aún el incalculable tesoro que significa obtener una buena educación… ¡Indudablemente fui afortunado! ¡Gracias a Dios que puso en mi camino gente que me trató bien...! (aunque siempre todo fue muy efímero).

En esos años era necesario cumplir con un montón de materias, que comprendían asignaturas de ciencia, letras y algunas de comercio: para poder culminar la escuela secundaria.

El horario de clases era más exigente. Se asistía casi todo el día a la escuela -mañana y tarde-. Se tenía que hacer un examen anual y no existían las rehabilitaciones, como hoy día: que si el alumno fracasa en dos o tres materias, tiene la oportunidad de aprobarlas en cursos de verano (en vacaciones).

En vista de tal situación, tuve que matricularme en la escuela nocturna, para aprobar las materias que faltaban. En esa época, también, empezaban las escuelas nocturnas –. Éstas se crearon para ayudar a las personas adultas o mayores de edad, que por algún motivo no pudieron terminar los estudios en las escuelas del sistema normal (periodo diurno); o que jamás pudieron ingresar a la escuela. El costo era bastante accesible a las personas de escasos recursos económicos. En la mayoría de casos, únicamente se pagaba una matrícula equivalente a cinco dólares. Y se podía cancelar mediante abonos… Muchas veces se entraba –a la escuela- sin pagar nada, por medio de un programa de asistencia social. ¡La idea era educar a la población…! Los índices de analfabetismo en América Latina, eran altos.

Rápidamente me adapté al sistema. Definitivamente que el ambiente era otro. ¡La mayoría de personas eran adultas, casadas, unidas, solteras, con hijos, sin hijos; con trabajo, sin trabajo, y de todos los colores y edades…!

Con la finalidad de lograr mi objetivo: concluir lo más pronto posible la educación media; me dediqué únicamente a estudiar. “Mi gran sueño: ingresar a la universidad”. ¡Tenía la convicción de que ser estudiante universitario, era lo máximo…! ¡Y comprobé muchos años después que no estaba errado…!

Me gané rápidamente el respeto de los profesores y de los compañeros. Era un alumno aplicado y serio en el aula de clases. Las muchachas que estudiaban en el periodo nocturno, querían sentarse a mi lado o formar parte de los grupos de estudio conmigo. ¡Era obvio…! Me convertí en buen estudiante. También me aprovechaba de la situación para coquetear un poco con ellas…

Entre otras cosas que me ocurrieron: “conocí a una muchacha, más o menos de mi edad”. Era como a mí me gustaba: alta, blanca, inteligente y atractiva. Pero, existía un tremendo problema: ella era la querida de un señor que administraba un centro nocturno de baile. Este señor le pagaba un cuarto y corría con todos los gastos. Esto era así, porque ella tenía un bebé de unos 8 meses (de él). A pesar de que me gustaba, nuestra relación duró poco y fue más bien platónica. Yo creo que ella sentía, también, algo por mí. ¡Se me hace difícil recordar su nombre…! ¡No obstante, tengo su imagen con bastante claridad en mi mente!

A pesar de que una vez participé, cuando estaba en un colegio católico, a los trece años en una dramatización, nunca me interesó tal actividad. Ahora por casualidad me tocó trabajar en un drama. La profesora de español, estaba dando la clase de poesía y oratoria. Explicaba el arte de declamar y para ello hizo referencia a la obra “La Ilíada de Homero”. La tenía en la mano y empezó a leer en forma poética algunos pasajes. De repente dijo, si alguien me hace esta dramatización le pongo un cinco (máxima calificación). ¡Pienso que lo expresó en forma de burla…! Inmediatamente, sin pensarlo, levanté la mano y le contesté: ¡Profesora! ¡Yo lo hago…! ¡Se lo manifesté con tal seriedad, que nadie se atrevió a decir nada…!

Prácticamente, ya tenía mi grupo seleccionado. La primerita era la muchacha que me gustaba… Conseguí la obra La Ilíada y empecé a hacer un resumen. Hice los diálogos o las intervenciones que haría cada participante; es decir, nosotros.

La Ilíada trata de la guerra entre los troyanos y griegos. Se estima que ocurrió entre los siglos XIII AC y XII AC. En esta guerra se destaca el famoso héroe Aquiles, hijo de un mortal y de una diosa, según la mitología griega. Otros personajes que intervienen son Patroclo, Héctor, Helena y algunos más. La guerra que terminó con la destrucción de la ciudad de Troya –usando la táctica del caballo de Troya- se origina por una mujer: “Helena”.

Después de varias prácticas en la casa donde vivía ¡por cierto! únicamente estuve en esa residencia unos tres años y después… A la calle como un buen gitano aventurero (me fui como polizonte en un barco a otro país). Durante varios días –en la noche- realizamos diversas prácticas. Obviamente, a mí me tocó ser el director y protagonista de la obra.

Por fin, llegó el tal esperado día de presentar la dramatización. Yo hacía dos papeles, el de Patroclo y Aquiles. Parecía que iba a ser una clase normal de español; sin embargo, ningún estudiante ni profesor de los miles que había, podía imaginar que las clases en todo el plantel se detendrían a causa del drama… ¡Era algo nunca visto! ¡Claro! Habían observado otros dramas… pero, este era especial: por verse tan real, con mucho dramatismo y pasión. Era como si cada uno de nosotros nos hubiésemos transportado al pasado…

Inicié la dramatización, creo que con palabras de Aquiles, con tanta emoción y una voz tan fuerte, que a los minutos todos los estudiantes de la escuela estaban asomados por las ventanas y puertas del salón. Fue tan excelente la dramatización, que recibimos muchos aplausos y felicitaciones; incluso, las autoridades del centro educativo nos felicitaron. Durante muchas semanas este fue el tema de conversación: el drama de La Ilíada y… ¡Claro! Yo me hice más popular en la escuela y con las muchachas…





Por:
Eric Enrique Aragón