Cuando se escucha la noticia de que alguna persona falleció,
incluso puede ser un conocido, como cristianos lo lamentamos; sin embargo, como
es natural, seguimos con nuestra vida como si nada hubiese pasado; pero, cuando
se trata de algún ser querido, muy cercano, como una madre, una esposa, un hijo
o un ser humano que nos ha dado la mano en tiempos muy difíciles, es otra cosa.
La ausencia física de un ser amado es algo muy doloroso,
que golpea las mismas entrañas de los afectados. Nadie quisiera oír en esta
vida la triste noticia del fallecimiento de un ser querido. Un dolor que jamás
se supera, pues ellos han dejado huellas profundas en nosotros, nos han dado la
vida o forman parte de nuestro ser.
Definitivamente que mostrarle nuestro aprecio y acompañar
a los que sufren por la dolorosa pérdida de seres amados, es importante para
que ellos (los que lloran y sufren) puedan superar el dolor o resignarse a esta
realidad.
Lo más importante en estos momentos, que son los más
dolorosos de la vida de todos los mortales, es ORAR y ORAR a Dios y a Nuestro
Señor Jesucristo, para que su Espíritu Santo, venga a darnos la fortaleza
necesaria para seguir con nuestras vidas: con la Fe y Esperanza de que algún día,
por la Misericordia de Dios, nos permitirá volver a reunirnos con todos los
seres amados, que se nos adelantaron en ese viaje a un mundo espiritual, dónde
están con nuestro Creador y Salvador.
No se turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino… Juan 14:1-4
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación... Mateo 5:4
Mi
carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios
para siempre... Salmos 73:26
Por: Eric Aragón