Hace poco, por
casualidad me encontraba conversando con una amable señora en una iglesia muy
famosa, aquí en la ciudad de Panamá. Era
una conversación muy corta; sin embargo, en cuestión de segundos, quedó la
señora prácticamente haciéndome una serie de preguntas, como si yo estuviera en
un interrogatorio.
¿De dónde es usted?
¿Qué hace aquí? ¿Dónde vive? Y otras preguntas más. Ahora recuerdo que la
conversación giraba en torno al poder de Dios y cómo éste gran, único y poderoso personaje mira a los seres humanos
sin hacer distinción de nada; tan sólo basta que los mortales sean sinceros con
él.
Dios me ha llevado
a realizar distintos trabajos, como el de profesor de historia y uno de los
pueblos antiguos que más me impactan, es precisamente, la del pueblo hebreo. Y
de hecho escribo bastante sobre personajes bíblicos y otros aspectos más que
tienen que ver con el poder motivador y restaurador de Dios.
El punto es que yo
le respondía a la señora en broma y en serio, que yo podría ser un ángel de
Dios, que camina sobre la tierra. Y todo el asunto cómo que se ajustaba bien a
mi condición de vida; pues, no tengo familia en este país, y si alguna vez
tuve, desde hace tiempo dejaron de existir. Yo era el más pequeño, un hermano
rumano –por parte de padre- que me seguía, me llevaba más o menos 50 años de
diferencia. Perdí a mis padres desde muy
pequeño –una gitana española y un aventurero rumano- y como si fuese poco,
también, perdí a la única familia que formé, pues me abandonaron, por estar yo más
preocupado por las cosas materiales de este mundo que son efímeras, que por mi
bella y bendecida familia (¡Gracias a Dios están todos bien…!).
No es un cuento, en
los evangelios, por ejemplo, en el libro de Mateos (cap.25), Jesús se refiere a
la importancia de ayudar a las personas verdaderamente necesitadas; ya que si
se les rechaza, Él (Jesús), hará lo mismo con todos aquellos que han desconocido
la solidaridad y la bondad hacia los demás.
Piense un momento,
incluso, analice bien la biblia y llegará a la conclusión de que Jesús y los
ángeles que le sirven se pasean entre nosotros. ¡Quién sabe cuántas veces han
tocado nuestra puerta! Y lo hemos rechazado por nuestro duro corazón…
Cuando tenemos la
oportunidad de ayudar a otros y no lo hacemos, estamos cerrándole la puerta a Jesús. No lo haga. Aún está a tiempo de enmendar su
camino. ¡Dios bendiga a su familia y a usted!
Por: Eric Enrique Aragón