“Hijo: Honra a tu padre y a tu madre para que tengas bienestar y larga vida” Promesa divina.
Por: Eric Enrique Aragón
5 de mayo de 2011
Aquellas personas que por alguna razón, ya sea por asuntos de trabajo o porque viven cerca; con frecuencia transitan a pie o en carro, por los alrededores de la avenida Central y de la avenida B; al igual que por la plaza 5 de Mayo o por Calidonia (ciudad de Panamá), lo más probable es que vean a un señor: alto, de tez morena y de aproximadamente, 70 años de edad; recorriendo las calles (a paso ligero) y llevando en sus manos una larga varilla.
No cabe la menor duda, que el citado señor vive donde lo sorprenda la noche. Y come lo que algún bondadoso transeúnte -que siempre hay gracias a Dios- le regala; o de lo que pueda comprar, con las pocas monedas que halla en zanjas, huecos y alcantarillas, a orilla de las calles. Para tal fin utiliza la inseparable varilla.
¿Cómo un señor que debió ser en sus años de mozo: alto, fuerte y lleno de vida, terminó viviendo así? ¿Y sus hijos? ¿Acaso se portó tan mal, que no merece la misericordia de sus familiares?
Si la gente, sobre todo, aquellos que lamentablemente se burlan, se dedicaran a la tarea de conocer la historia de estas almas, que deambulan por las calles (también mujeres); quedarían atónitos al descubrir que cada uno tiene un relato sorprendente. Incluso, habría personas con títulos universitarios, de buenas familias y con hijos profesionales. Y ésta no es una cruel realidad de Panamá, sino, también, ocurre en el resto del mundo; y más en las naciones menos aventajadas.
Tal vez la mayoría llegó a esta calamidad, por decisiones equivocadas que tomaron en su juventud. Sin embargo, nadie debería aventurarse a juzgar a la familia o a los hijos, por ser indiferentes. Puede que hayan tenido razones muy fuertes para actuar así (los familiares) o quizás la persona que está por la calle les hizo mucho daño a sus hijos. En fin, sólo Dios lo sabe con certeza. ¡Recuerdan lo que dijo Jesús! “El que esté libre de pecados, que tire la primera piedra”.
Lo cierto es que si la gente que tiene casa y comida, todos los días; a veces tienen grandes sufrimientos; porque no pueden corregir los errores del pasado, que están afectando profundamente el presente… ¿Cómo no han de sufrir las personas que deambulan por las calles, cuyos mejores amigos son la miseria, el abandono, la infelicidad, la locura y algunas veces, el suicidio?
Es responsabilidad de los hijos que profesan la Fe Cristiana, si tienen a uno de sus padres o parientes, viviendo en condiciones infrahumanas, ofrecerles algún tipo de ayuda. “Practicar la bondad y el perdón engrandecen el alma”.
Y si no están sus progenitores por la calle; pero, los tiene en el olvido o se avergüenza de ellos, entonces, búsquelos y dígales –con un abrazo sincero- “Los amo, porque me dieron la vida”. “Los perdono y también, les pido el perdón”.
Nuestro Señor Jesucristo demostró la grandeza de la misericordia (el perdón), sacrificando su propia vida, para salvar a todo aquél que se acerca a Él con fe y sinceridad.
Además, en las Sagradas Escrituras, se establece: que todos los hijos que honran a sus padres, siempre les irá bien y tendrán larga vida en la tierra.
Por: Eric Enrique Aragón
5 de mayo de 2011