¡Una pregunta difícil de
responder! Cuando las personas están bien; es decir, no tienen ningún serio
problema, les da igual pensar en Dios o en su hijo Jesucristo, asistir a la
iglesia o no hacerlo; orar o pasar por alto la oración. ¡Quizás sea mejor que
las personas no piensen en Dios, si no lo hacen de corazón! Usted ve el gentío
en las iglesias o haciendo alarde de cuánto puedan, para demostrar ante los
semejantes que tienen fe o son verdaderos creyentes en Dios; pero, la realidad
de las cosas, es que se trata de un gran engaño.
Creer en Dios o ser
cristiano es más que asistir a la iglesia todos los domingos o expresar
públicamente la creencia en Jesús. Se trata de un sistema de vida diferente o
un cambio en el interior de las personas. Sus pensamientos y acciones deben ir
siempre de la mano. Tampoco es sentirse fuerte espiritualmente o jactarse de la
fe que se tiene; tal como lo hacen aquellos que se pasean por todas partes con
una biblia debajo del brazo o no paran de hablar del evangelio…
El verdadero creyente en
Dios está consciente de su debilidad humana; entiende que por más
demostraciones de fe que haga, aunque sean sinceras; puede caer en el pecado o
en malas prácticas en el momento que menos lo espera o está totalmente
desprevenido. Porqué así es. La misma biblia lo enseña (los evangelios): las
fuerzas del mal no descansan, siempre están al acecho y crea que cuando más se
descuide usted –algo natural en los mortales- allí estará el mal.
Sin embargo, el peor enemigo
de uno es el propio “yo”. La mente es un constante campo de batalla, entre los
pensamientos negativos, que a veces parecen atraernos más y los pensamientos
positivos o aquellos que están de acuerdo con los principios cristianos, la
moral y el bien de la sociedad.
Existen muchas razones para
confiar siempre en Jesús. Cada uno de nosotros debe aprender a encontrar esas
razones, y si no puede, entonces, pídale a Dios que le dé la sabiduría
necesaria para descubrir los motivos para confiar en Jesús. Casi siempre esas
razones están frente a nosotros, pero, no las podemos ver ni sentir, ya que
siempre procuramos ver lo espiritual desde nuestra propia perspectiva o punto
de vista. ¡Aquí está el gran error! Para apreciar la presencia divina en la
naturaleza, en la sonrisa de un niño, en la lluvia, el sol o en una simple
conversación con los semejantes, se requieren ojos espirituales y éstos
únicamente los concede Dios; al igual que el deseo de leer algún pasaje bíblico
y sentir como la lectura nos purifica en nuestro interior –sólo Jesús puede
darnos esta concesión.
Es muy duro pedirle a las
personas que confíen en Dios, cuando están llenas de problemas, en la miseria,
enfermos o han perdido seres amados. Debe
creer que Nuestro Señor Jesucristo, nos puede dar esa sabiduría, que no es
humana, sino espiritual, para entender que una situación difícil en la vida de
cualquier ser humano, podría ser un medio de Dios para bendecir.
La gracia de
Dios o su Bendición, no se puede comprar con nada de este mundo… En serio que
es duro creer esto. Pero, el sufrimiento purifica el alma humana, nos acerca
más a Dios y nos hace personas con mejores sentimientos.
“Hubiese yo desmayado, si no
creyese que veré la bondad de Dios”
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