El gerente de una empresa estaba preparado para presentar y
sustentar un excelente plan para incrementar las utilidades y reducir los
costos; pero, lo que no imaginaba, a pesar de que había tenido ciertas
diferencias con la junta directiva de la empresa, es que ésta no se reuniría
para discutir la propuesta; sino para separarlo del cargo de gerente. ¡Qué golpe más duro! La presión se le subió,
casi le da un infarto. Todo su mundo
económico se le derrumbaba… ¿Cómo pagaría sus deudas, la escuela de los hijos,
la letra de la casa o compraría comida para sus seres queridos? Toda la familia dependía de este señor.
La señora no sabía cómo contener su gigantesca felicidad,
pues su hijo se le graduaría de sexto año –último año de secundaria. Por fin
llegó el tan anhelado día de la graduación.
Estaba sumamente emocionada, ya que tenía varios hijos y parecía que
este joven era el más formal en los estudios. Su futuro era muy prometedor… Lo
que no le pasó jamás por la mente a la mamá, es que ese día de la graduación
sería el último día de su hijo en el mundo de los seres vivos… Ese mismo día en la
noche se fue a celebrar con unos amigos, pero, jamás llegaría a su
destino. El joven que manejaba el
vehículo en el cual iban todos, perdió el control; el carro dio varias vueltas.
Todos sus ocupantes murieron por el fuerte impacto. La mamá del joven cuando supo
la noticia, se derrumbó, entró en un estado nervioso incontrolable, y a los
minutos falleció.
Un hombre enamorado, de unos 30 años, recién nombrado
profesor en un colegio católico de mucho prestigio y que estaba aprendiendo a
conducir; se le ocurrió la “brillante idea” de alquilar un carro para llevar a
su enamorada y a la hijita de ésta de 2 añitos, al otro extremo del país.
Cuando venían de regreso, después de comprobar la joven que el caballero no
manejaba bien y de estar un poco temerosa… ¿Qué creen ustedes que sucedió?
Igual como lo señala el título de la novela del escritor colombiano, Gabriel
García Márquez: “La crónica de una muerte anunciada”. El joven perdió el
control en una curva, ya que iba a mucha velocidad; el carro dio varias vueltas
y finalmente cayó por un precipicio… Antes de que llegaran al fondo del abismo
donde los esperaba un poco de rocas y que probablemente nadie saldría con vida,
un pequeño árbol; pero, muy fuerte, detuvo el carro… Irónicamente, como en un
cuento de hadas, los tres ocupantes del vehículo, que fue pérdida total,
salieron caminando. Sólo a la joven señora se le hizo un pequeño rasguño en la
frente; unos meses después no quedaría ni la más leve cicatriz. Hasta la niña
de 2 años, había superado el trauma. Una señora que vivía enfrente de donde
ocurrió el accidente, a la orilla de la carretera; contó: que en esa curva
había siempre muchos accidentes –era la curva de la muerte- y que ella no se
explicaba cómo estas personas estaban ilesas.
¿Quién tiene la última palabra? Una pregunta interesante y
que debería motivar a las personas a analizar si en verdad somos los seres
humanos quienes decidimos que pasará el día de mañana o somos simplemente “insignificantes”
en este mundo. Podemos hacer todos los planes del mundo y hacer el máximo esfuerzo
para que se cumplan; pero, si no estamos conscientes de que todo se puede
derrumbar el día de mañana o en cuestión de minutos; entonces, estaremos a la
deriva siempre; perdidos en el espacio; nunca estaremos preparados para nada…
El ser humano jamás podrá controlar el futuro, si lo hiciera
sería Dios.
En medio de las declaraciones
que ofreció el joven que se salvó del accidente -recuerdan a la enamorada y a la
niña de 2 añitos- dijo: “Qué antes de salir del hotel, oró a Dios con todo su
corazón, como siempre lo hace. Le pidió que guardara su camino…” ¡Bueno! No
cabe la menor duda de que Dios lo hizo…
Por:
Eric Enrique Aragón
No hay comentarios:
Publicar un comentario