“Las autoridades mexicanas culparon al grupo de narcotraficantes conocido como Los Zetas por el asesinato de 116 personas, cuyos cuerpos fueron descubiertos en fosas comunes cerca de la frontera con Estados Unidos”. Masacre que conmovió al continente y que se produjo en una parte de la ruta que utilizan los migrantes para intentar ingresar a Estados Unidos". Fuente: Voz de América (12/04/2011).
¡Lloraban de alegría! Tanto así que la esposa y sus pequeños cinco hijos, habían olvidado que no tenían nada para comer. El alboroto era, porque finalmente había llegado la partida de Jacinto (nombre ficticio), hacia el gran país norteño; como le decían ellos a los Estados Unidos de América.
Hacía un poco más de dos años, el señor Jacinto, cuya familia vive en un poblado de El Salvador –nación centroamericana- había estado planeando este viaje. La única característica de esta comunidad, es que todos sus habitantes; sobre todo los niños, están sumergidos en la más cruel pobreza, enfermedades e indiferencia del resto de la humanidad.
La esposa, marcada físicamente por la difícil existencia; y sus hijos, descalzos, enfermos y con hambre, daban gracias a Dios; ya que su suerte cambiaría, cuando el buen papá y esposo, les empezara a enviar dinero desde los Estados Unidos o de México, en caso de que se quedara trabajando en este último país. Le habían prometido un trabajo en una finca; en la cual le darían comida, vivienda y un buen salario… Jacinto estaba convencido de que su sacrificio por más de dos años, para reunir el dinero necesario para pagar una parte del precio establecido, a las personas (llamados Coyotes) que lo llevarían al Norte–por supuesto, todo era ilegal-, le daría mejores condiciones de vida a su amada familia.
Pasaron varios meses y entre lágrimas y lágrimas, y más penurias para los niños y ella; abrigaban la esperanza de que llegase alguna carta del esposo y hasta un dinerito. Todas las noches, la familia rezaba unida... Le pedían a Jesucristo que a Jacinto le fuese bien y que no trabajara tanto, porque podía enfermar de pulmonía, pues, se había ido un poco enfermo.
¡Qué dolor infernal! Todas las esperanzas de que llegara una vida mejor para los niños, se vino abajo… ¡Quién iba a imaginar que Jacinto iría a ser parte de una de las masacres más grande cerca de la frontera con Estados Unidos!
Jacinto sería asesinado, al igual que otras decenas de personas, que buscaban un mejor futuro para sus familias y lanzados a fosas comunes. “Jacinto sin saberlo, se subió al tren de la muerte, para nunca jamás regresar…” ¡Él sólo amaba a su familia…! (Este es un relato para ilustrar la dura realidad de las comunidades marginadas en Centroamérica. Necesitan con urgencia nuestra ayuda ...)
Cabe resaltar que casos similares, tal vez con menor cantidad de muertos; pero, con bastante frecuencia, vienen ocurriendo por toda América Latina: como resultado de las actividades del crimen organizado, que cada vez opera con más crueldad y desprecio por la vida humana. Y no podemos omitir el hecho –mencionado en informes internacionales sobre el narcotráfico y otros delitos- de que estas bandas criminales, con el dinero fácil, han corrompido a muchos empresarios, profesionales y servidores públicos (valores morales muy frágiles).
En el evangelio según San Mateo, capítulo 19, Nuestro Señor Jesús, le manifiesta a sus discípulos: “que sería más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”.
En ninguna parte de la biblia se condena a las personas que tienen riquezas materiales; de hecho Dios bendijo a muchos profetas y seguidores, con bienes materiales (Abraham, Isaac, Jacob, Daniel, José, Moisés, David, y otros).
La parte negativa está en poner la confianza en el dinero, al extremo de olvidarse de los preceptos cristianos. Dios proporciona talentos (habilidades) a los seres humanos, para que éstos vivan bien –sana y cristianamente-; y de alguna forma los pongamos al servicio de los más necesitados.
Por último, los gobiernos, las autoridades locales, los empresarios, los gremios de profesionales, las iglesias y las fundaciones, tienen la responsabilidad –algunos moral y otros por ley- de conjugar todos los factores necesarios, para que las condiciones de vida sean mejor para los sectores más vulnerables de la sociedad. De esta forma estaremos salvando muchas vidas, que de otra manera terminarían, tal vez en fosas comunes, como las encontradas en el norteño estado de Tamaulipas.
Por: Eric Enrique Aragón
15 de abril de 2011