sábado, 6 de mayo de 2023

Un Dios de milagros...

El Dios que se le manifestó a Moisés, al rey David y a otros líderes y gente común de la nación hebrea, es el mismo Dios que tenemos hoy día; la única diferencia es que por el gran sacrificio que hizo su hijo Jesucristo hecho hombre, cualquier persona puede implorar a Él por su misericordia y milagros.

En la Antigüedad el Dios de los hebreos hizo muchos milagros o realizó actos fuera de todo entendimiento humano, con el propósito de demostrar su inmenso poder; asimismo, realizaba tales acciones para evidenciar su protección a quienes le seguían y eran fieles.

Lo sorprendente de esta historia es que ese Dios de “poder y de milagros” que nos narran los escritos antiguos no ha cambiado, y está a nuestro alcance en la actualidad con todo su poder, misericordia y milagros.

Así lo dejó bien claro -sin lugar a dudas- el Salvador del mundo, cuando dijo: “cualquier petición que hagan a mi Padre en mi nombre, será concedida…”

A medida que se leen los evangelios, el lector encuentra una serie de parábolas y declaraciones de Jesucristo; que sustentan el “gran poder” que tiene la oración, si ésta se hace creyendo que Dios hará lo que se le pide, es decir, “el milagro”.

Lo que si hay que tener presente, es que todo lo que se demande de Dios, debe ser conforme a la voluntad de Él. Deben pedirse cosas buenas para el bien personal y de la familia; por ejemplo: trabajo, salud, protección, fe, salvación del alma, sabiduría, el Espíritu Santo… y cualesquiera otras peticiones que agraden a Dios.

Por: Eric Aragón