Después de la caída de la
Unión Soviética (URSS) y de los regímenes comunistas de Europa, a principios de
la década de los 90, se comenzó a configurar un nuevo sistema económico mundial
conocido como ¨la globalización¨; impulsado principalmente por los Estados
Unidos (como el líder), la Unión Europea y otros países ricos e
industrializados.
Unos años después de iniciada
la globalización, ésta alcanzó un nivel de aceptación enorme, ya que la mayoría
de naciones, sobre todo emergentes y en desarrollo, veían una gran oportunidad
de atraer inversiones, mejorar las exportaciones y de incursionar en nuevos
mercados; además de otros beneficios.
Algunas naciones tuvieron un
incremento en los índices de crecimiento económico, se establecieron empresas multinacionales
en sus territorios, se construyeron grandes y modernas obras de
infraestructura, llegaron nuevos financiamientos, el turismo se incrementó
considerablemente, el comercio bilateral y multilateral fue positivo. En
términos generales los indicadores eran siempre favorables en la mayoría de
naciones en desarrollo o por lo menos ¨eso parecía¨.
A veces cuando algo se ve muy
bueno, ¨hay que desconfiar¨ y esto se hizo realidad en los últimos años. Las consecuencias negativas de la globalización
empezaron a verse de manera clara. Las grandes empresas formaron alianzas y
compraron a las más pequeñas ¨controlando los mercados y la competencia¨, la
deuda externa creció exageradamente, los sistemas educativos no han mejorado,
la pobreza y los diversos problemas sociales se incrementaron y los gobiernos
han sido más propensos a la corrupción. Y todo esto sin mencionar las maniobras
de expansión y control mundial de algunas potencias; el aumento de las guerras,
negocios turbios y terrorismo.
Con todo lo que está pasando,
pareciera que la campaña publicitaria mundial que pretendía meterle a la gente
¨entre ceja y ceja¨, que la globalización iba a traer grandes oportunidades y
desarrollo para las naciones era un cuento al estilo de ¨Alicia en el país de
las maravillas¨.
Ninguna guerra se puede
justificar. Todas conllevan muerte y destrucción a la población civil e
inocente que no tiene nada que ver con las políticas y acciones de los
gobiernos; simplemente son víctimas de los políticos y, ricos dueños del mundo,
corruptos y despiadados.
Ni los líderes de los países
poderosos ni las instituciones que pregonan que son defensores de la paz y del
equilibrio mundial, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras,
han demostrado un verdadero interés en detener la guerra en Ucrania. Pareciera
que el ¨juego de ajedrez¨ por el control mundial en el plano económico, financiero,
político y militar, está por encima del bienestar de la población mundial.
Lo cierto es que la tal
¨globalización¨, no será igual después que termine el conflicto en Ucrania. Por
más amenazas que le hagan a China, este país está ahora más convencido que
nunca (ese fue uno de los efectos de las sanciones a Rusia), que debe
permanecer unido a Rusia por cuestiones estratégicas –aunque no compartan muchos puntos de vista. Si Estados Unidos y la Unión Europea, se atrevieron a hacerle una guerra económica total a la mayor potencia
nuclear del mundo, por supuesto, que lo harán con China (y con cualquier otro país). Así
que ¨digan lo que digan¨, si se formará otro bloque de países, para hacerle frente a Estados Unidos y a la
Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN).
Además el sistema financiero y
el comercio mundial cambiarán significativamente; ya que Rusia buscará nuevos
mercados, fortalecerá su moneda y cambiará su política con respecto a los
países ¨no amigos¨, como ellos le llaman. Por otra parte, los resentimientos, odios,
frustraciones y venganzas, marcarán las relaciones -durante un buen tiempo- entre
Rusia, Ucrania, Europa y por supuesto, con Estados Unidos.
No cabe la menor duda de que
el mundo no será el mismo a partir del año 2022.
Por: Eric Aragón
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