Existe un mal tan viejo como la humanidad, que solo
deja a su paso muerte y destrucción. Y no me refiero a la muerte física, sino a
la peor “muerte”, aquella que convierte a los hombres en seres agresivos,
degenerados, inmorales, débiles, viciosos, sin fe y destructores de su propia
familia.
“Cuando he
aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón,
alborotadora y rencillosa… Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos
en amores…Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras…Le obligó con la
zalamería de sus labios, al punto se marchó tras ella, como va el buey al
degolladero; y como el necio a las prisiones para ser castigado. Como el ave
que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta
traspasa su corazón…” Proverbios, cap.7, Antiguo Testamento.
Las autoridades panameñas como es costumbre esperan
que los problemas lleguen o comiencen a escaparse de las manos, para correr a
tomar medidas que debieron tomarse antes, si el gobierno fuese más responsable
en prever las consecuencias de sus propios actos sin control. Siempre la
presión ciudadana va por delante…
La prostitución es un terrible mal que jamás se podrá
acabar, pero si se puede controlar hasta donde sea posible. Cuando la mayoría
de las mujeres que se dedican a este negocio, están plenamente identificadas,
operan en sitios específicos y pasan por los controles médicos, entonces, podrán
decir las autoridades responsables que están haciendo su trabajo.
Las colombianas que han prestado este servicio desde
hace muchos años en Panamá se ubican -gran parte- en sitios ya conocidos cuyos
dueños por mantener su negocio abierto y libre de problemas les exigen sus
revisiones médicas cada cierto tiempo. Las dominicanas, que le seguían en
segundo lugar hasta hace poco, más o menos todas operan en cantinas y bares de
bajo nivel; pero, igual se pueden identificar...
El gran problema lo tiene esta nación centroamericana
con las venezolanas. Desde que comenzó el problema político en Venezuela,
nuestro país por las razones que fuesen, no le prestó atención a la llegada de
estas hermosas, dulces y sensuales mujeres. Al contrario las autoridades se congraciaron
con ellas. Y no se puede afirmar que todos los venezolanos son malos. Un gran
número que llegó a Panamá son gente sana, respetuosa y trabajadora; sin
embargo, en los últimos grupos llegados a esta nación, se vinieron mujeres
jóvenes, entre los 18 y 35 años, que se dedican a la prostitución clandestina.
Estas venezolanas (prostitutas clandestinas) operan,
sobre todo, en la capital del país. Su “modus operandi” no es nuevo, pero, las
autoridades y la sociedad en general, las han visto “simpáticas”. Utilizan la
prensa escrita para colocar sus anuncios. Asisten con frecuencia a lugares
claves para captar clientes, como son los casinos, hoteles, bares de cierto
nivel, centros comerciales, Cinta Costera o simplemente deambulan por las
calles y sitios de comida rápida. Por ejemplo, usted las ve a partir de las 7
de la noche, desde el área de Perejil hasta el Casco Antiguo. Otra táctica que
usan son los empleos de medio tiempo o con poco salario, en los centros
comerciales. Igualmente, las observa vendiendo sodas, botellas de agua u otros
productos en lugares de la ciudad de Panamá, por donde pasan hombres
adinerados, ejecutivos, empresarios o de clase media, que pueden pagarles de 70
a 500 dólares fácilmente.
Algunas de estas mujeres –sobre todo las más jóvenes-
no eran prostitutas clandestinas en Venezuela, pero, descubrieron en Panamá una
mina de oro. A los panameños se les puede convencer fácilmente con las
apariencias y un poco de mentiras. Y por otro lado, aquí corre el dólar a
montones y la economía panameña muy buena ahora y para los próximos años. Y lo
más atractivo en el negocio de ellas, es el buen nivel de turismo que mantiene
Panamá. Los turistas con gran poder adquisitivo, los cuales ellas conocen en
casinos, hoteles 5 estrellas y centros comerciales, les pagan por una noche
hasta 500 dólares. Nunca imaginaron que iban a transferir por semana tanto
dinero o mejor dicho dólares a sus familiares en Venezuela, que ya están
considerando quedarse aquí en Panamá y traerse a sus hermanas, primas, sobrinas
e hijas para seguir con la danza de los miles de dólares “sin trabajar
honradamente, como dios manda”.
Las consecuencias para la sociedad panameña comenzarán
a verse dentro de unos 5 años: hogares totalmente destruidos, hombres en la
ruina moral y económica, jóvenes panameñas buscando el dinero fácil; aumento de
enfermedades de transmisión sexual y una pésima imagen internacional para la nación…
La tarea de proteger a los hijos, esposos, primos,
hermanos e hijas de nuestro bello y noble país es de toda la sociedad en
general organizada y no organizada. No obstante, el gobierno panameño tiene la
obligación por ley de investigar, sancionar y controlar este gran problema que
atenta contra la familia, la juventud y la salud de los panameños. Si no
cuidamos nuestro único país nadie lo va a hacer por nosotros.
Por: Eric Enrique Aragón
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