domingo, 5 de noviembre de 2017

La regulación migratoria y sus consecuencias para un país pujante como Panamá…

Existe un mal tan viejo como la humanidad, que solo deja a su paso muerte y destrucción. Y no me refiero a la muerte física, sino a la peor “muerte”, aquella que convierte a los hombres en seres agresivos, degenerados, inmorales, débiles, viciosos, sin fe y destructores de su propia familia.

“Cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón, alborotadora y rencillosa… Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores…Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras…Le obligó con la zalamería de sus labios, al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero; y como el necio a las prisiones para ser castigado. Como el ave que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón…” Proverbios, cap.7, Antiguo Testamento.

Las autoridades panameñas como es costumbre esperan que los problemas lleguen o comiencen a escaparse de las manos, para correr a tomar medidas que debieron tomarse antes, si el gobierno fuese más responsable en prever las consecuencias de sus propios actos sin control. Siempre la presión ciudadana va por delante…

La prostitución es un terrible mal que jamás se podrá acabar, pero si se puede controlar hasta donde sea posible. Cuando la mayoría de las mujeres que se dedican a este negocio, están plenamente identificadas, operan en sitios específicos y pasan por los controles médicos, entonces, podrán decir las autoridades responsables que están haciendo su trabajo.

Las colombianas que han prestado este servicio desde hace muchos años en Panamá se ubican -gran parte- en sitios ya conocidos cuyos dueños por mantener su negocio abierto y libre de problemas les exigen sus revisiones médicas cada cierto tiempo. Las dominicanas, que le seguían en segundo lugar hasta hace poco, más o menos todas operan en cantinas y bares de bajo nivel; pero, igual  se pueden identificar...

El gran problema lo tiene esta nación centroamericana con las venezolanas. Desde que comenzó el problema político en Venezuela, nuestro país por las razones que fuesen, no le prestó atención a la llegada de estas hermosas, dulces y sensuales mujeres. Al contrario las autoridades se congraciaron con ellas. Y no se puede afirmar que todos los venezolanos son malos. Un gran número que llegó a Panamá son gente sana, respetuosa y trabajadora; sin embargo, en los últimos grupos llegados a esta nación, se vinieron mujeres jóvenes, entre los 18 y 35 años, que se dedican a la prostitución clandestina.

Estas venezolanas (prostitutas clandestinas) operan, sobre todo, en la capital del país. Su “modus operandi” no es nuevo, pero, las autoridades y la sociedad en general, las han visto “simpáticas”. Utilizan la prensa escrita para colocar sus anuncios. Asisten con frecuencia a lugares claves para captar clientes, como son los casinos, hoteles, bares de cierto nivel, centros comerciales, Cinta Costera o simplemente deambulan por las calles y sitios de comida rápida. Por ejemplo, usted las ve a partir de las 7 de la noche, desde el área de Perejil hasta el Casco Antiguo. Otra táctica que usan son los empleos de medio tiempo o con poco salario, en los centros comerciales. Igualmente, las observa vendiendo sodas, botellas de agua u otros productos en lugares de la ciudad de Panamá, por donde pasan hombres adinerados, ejecutivos, empresarios o de clase media, que pueden pagarles de 70 a 500 dólares fácilmente.

Algunas de estas mujeres –sobre todo las más jóvenes- no eran prostitutas clandestinas en Venezuela, pero, descubrieron en Panamá una mina de oro. A los panameños se les puede convencer fácilmente con las apariencias y un poco de mentiras. Y por otro lado, aquí corre el dólar a montones y la economía panameña muy buena ahora y para los próximos años. Y lo más atractivo en el negocio de ellas, es el buen nivel de turismo que mantiene Panamá. Los turistas con gran poder adquisitivo, los cuales ellas conocen en casinos, hoteles 5 estrellas y centros comerciales, les pagan por una noche hasta 500 dólares. Nunca imaginaron que iban a transferir por semana tanto dinero o mejor dicho dólares a sus familiares en Venezuela, que ya están considerando quedarse aquí en Panamá y traerse a sus hermanas, primas, sobrinas e hijas para seguir con la danza de los miles de dólares “sin trabajar honradamente, como dios manda”.

Las consecuencias para la sociedad panameña comenzarán a verse dentro de unos 5 años: hogares totalmente destruidos, hombres en la ruina moral y económica, jóvenes panameñas buscando el dinero fácil; aumento de enfermedades de transmisión sexual y una pésima imagen internacional  para la nación…

La tarea de proteger a los hijos, esposos, primos, hermanos e hijas de nuestro bello y noble país es de toda la sociedad en general organizada y no organizada. No obstante, el gobierno panameño tiene la obligación por ley de investigar, sancionar y controlar este gran problema que atenta contra la familia, la juventud y la salud de los panameños. Si no cuidamos nuestro único país nadie lo va a hacer por nosotros.



Por: Eric Enrique Aragón