
Cuando perdemos un familiar, entonces, nos ponemos a llorar desconsoladamente. Gritamos ¿Por qué te lo llevaste Dios mío? Sentimos un infernal dolor; porqué en ese preciso momento, recordamos que no le dimos amor ni amistad a ese ser amado, que ya no estará más con nosotros.
Porqué tenemos que esperar que ocurran los graves problemas para corregir algunos errores; para cambiar los hábitos negativos; para ser mejor esposo o esposa, hijo o persona; o peor aún, para acercarnos a Dios. ¿Por qué? ¿Por qué esperar tanto, innecesariamente?
Dios nos dice en la Sagrada Escritura: “Clama a mí y Yo te responderé”. “Los que vienen a mí cargados y cansados, Yo los haré descansar”. Dice Nuestro Señor Jesucristo: “El diablo viene para matar, destruir y robar, pero, Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
Jesucristo nos dice por medio de los Evangelios: “que en este mundo habría mucha maldad. Incluso que ésta se multiplicaría”. Por eso, siempre recomendaba –Él respeta la libertad de decisión- practicar los preceptos cristianos, que se resumían en amar a Dios, sobre todas las cosas; y al prójimo.
¿Qué significan estas palabras? Sencillamente amar a nuestra familia; respetar a todos los seres humanos; decir palabras positivas y que expresen gratitud; ser solidario con los demás, compartir la alegría y el dolor con nuestros semejantes; practicar la tolerancia, la bondad, la comprensión. Ser honrados en todo momento.
Y lo más importante, dedicarle siempre unos minutos a Dios, de modo que podamos agradecerle por la vida que nos da; por nuestros hijos y familiares. Pedirle por los más necesitados y la fuerza necesaria para seguir trabajando por un mundo mejor y soportar las difíciles pruebas que podamos tener a lo largo de nuestra existencia terrenal....
Por:
Eric Enrique Aragón
13 de enero de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario