Las naciones
progresan gracias a hombres y mujeres que no le temen al duro trabajo.
Valientes personas que se enfrentan día a día a los sacrificios, inclemencias de la naturaleza, a sus propias debilidades y a toda clase de peligros.
Valientes personas que se enfrentan día a día a los sacrificios, inclemencias de la naturaleza, a sus propias debilidades y a toda clase de peligros.
En los cuatro puntos
cardinales del planeta, se hallan estos verdaderos héroes: que se levantan al
amanecer, se encomiendan a Dios y marchan a la faena diaria; con tal de
conseguir el bienestar para sus familias, y por tanto, el desarrollo del país.
No reciben un
galardón ni grandes homenajes; pero, se les puede comparar con el dios Zeus
(mitología griega).
Se sienten en paz con ellos mismos y con la humanidad; porque cuentan con las armas más poderosas: una voluntad inquebrantable para el trabajo y la bendición de Dios.
Se sienten en paz con ellos mismos y con la humanidad; porque cuentan con las armas más poderosas: una voluntad inquebrantable para el trabajo y la bendición de Dios.
Gran parte de esta
gente trabajadora, desarrolla un gran amor por sus familias y le dejan a sus
hijos la mejor herencia: el amor por el trabajo.
Si los gobernantes
del mundo entendieran que la única forma de evitar, que las nuevas generaciones
sean vulnerables a la vida fácil, es por medio del amor al trabajo: indudablemente
mejorarían las políticas de gobierno en este aspecto.
“Dios y Nuestro Señor
Jesucristo bendigan, hoy y siempre, a estos valientes héroes y a sus
familiares”
Por:
Eric Enrique Aragón