En cierto momento, cuando la multitud quería impedir que
los niños se aproximaran a Jesús, El Salvador dijo: ¨Dejad a los niños venir a
mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos¨. Mateo 19, verso 14.
Indudablemente que estas palabras de Jesús nos revelan la
importancia que tienen los niños para Él. Por lo tanto, todos los mortales se
ven obligados a considerar a los niños como seres especiales.
Sin embargo, la situación que viven los niños a nivel
mundial es totalmente opuesta al mensaje divino.
Tanto los gobiernos como la sociedad colocan a los niños en
el último lugar de las prioridades.
Los gobiernos gastan miles de millones de dólares pregonando
por todos los medios publicitarios, que trabajan en favor de la niñez; mas la
realidad es otra.
Basta con inspeccionar los albergues donde se encuentran
los niños abandonados o maltratados, para darnos cuenta que para los gobiernos
y para la sociedad No Valen Nada. Todos son cómplices del peor de todos los
males: ¨atentar contra la vida de los niños¨.
En Panamá, acaba de salir a la luz pública una serie de
denuncias contra funcionarios e instituciones, que tienen el deber sagrado de velar
por el bienestar de cientos de niños abandonados que están en albergues.
Las denuncias se refieren a violaciones, maltratos físicos
y psicológicos y mala administración en varios albergues.
Existe una Declaración Universal de los Derechos de los Niños, que de una u otra forma ha sido acogida por la mayoría de los Estados.
Pero, en la práctica esto se convierte sólo en un discurso político y en pura propaganda; ya que los funcionarios gubernamentales y las instituciones, que deben salvaguardar la integridad y recuperación de los niños abandonados: No están cumpliendo con su responsabilidad constitucional.
Algunos albergues privados no
tienen ninguna supervisión, así que no se sabe aún que infierno pueden estar
viviendo estos niños.
Puede que en este mundo la justicia sea selectiva y
responda a intereses políticos, pero, tengan la seguridad que en el tribunal de
Dios lo pagarán muy caro.
Por: Eric
Aragón