jueves, 2 de agosto de 2018

En la sombra de tus alas me ampararé…


El águila harpía (Harpia Harpyja), es una de las más grandes y poderosas del mundo. Su hábitat es el bosque lluvioso y es el “ave nacional” de la república de Panamá.  Puede levantar mamíferos hasta tres veces su propio peso.

Esta colosal águila se encuentra en el punto más alto de la cadena alimenticia y su permanencia en un lugar es indicador de que las especies que allí habitan (ecosistema) están en total equilibrio.

No cabe la menor duda de que sus crías se sienten protegidas debajo de las alas de tan “poderosa águila”.

Dice el salmista: “ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos…”  Salmo 57, verso 1.

No dude de que Dios está en la cima del universo y que debajo de sus alas estaremos protegidos para siempre; ya que nada ni nadie jamás podrá estar por encima de Él.

¡A Dios sea la Gloria, a su hijo Jesucristo y al Espíritu Santo!

Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece. Él enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Dios enviará su misericordia y su verdad…” Salmo 57, verso 2,3.

Estas palabras del salmista me recuerdan a un gran orador que oí hace muchos años –a mediados de la década del 80- y en cuyo mensaje hacía mucho énfasis en la importancia de ser persistente en los momentos más difíciles de la vida.

“Todos los mortales cuando confrontan situaciones graves, incluso aquellos que se han burlado de la Fe de los demás o se han creído autosuficientes, claman a Dios por ayuda. No obstante, cuando la solución al problema no llega pronto o pareciera que la petición no fue escuchada por el Altísimo… la mayoría se deja caer en derrota. Son pocos los que se levantan después victoriosos”

Seguía diciendo este sabio orador:” La mente se perturba y usted piensa que su clamor no llegó a los oídos de Dios, entonces, es aquí cuando más debe seguir clamando y creyendo… Aunque parezca atrevido “recuérdele a Dios las palabras inspiradas por Él y que están en la Santa Biblia… “Pedid y se os dará” “Dios no es hijo de hombre para mentir ni hijo de hombre que se arrepienta” “Clama a mí y yo te responderé”

Por último hizo referencia el orador al ciego de Jericó, que aunque tenía todo en su contra, en ningún momento dejó de clamar a Jesús ¿Y cuál fue el resultado? Logró que el Hijo de Dios lo escuchara y solucionara su problema.

¡A Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sea la Gloria por siempre!



Por: Eric Enrique Aragón