Hace unos días el presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, estaba dispuesto a lanzar una acción militar contra objetivos en Siria,
como represalia por el ataque químico del pasado 21 de agosto (2013) en las
afueras de Damasco.
Sin embargo, la firme decisión del presidente Obama de
atacar a Siria, ha perdido fuerza en este momento; gracias al acuerdo alcanzado
por Estados Unidos y Rusia, con respecto a la entrega y destrucción de las
armas químicas en poder del gobierno de ese país. El mundo entero ha visto con
agrado esta iniciativa de ambas superpotencias.
Desde hace más de un año los sirios tienen un conflicto interno, que
ha traído desintegración familiar y
muerte a inocentes niños, mujeres y ancianos.
Lo más seguro es que una intervención militar, liderada por los
norteamericanos, motivaría al gobierno sirio a utilizar sus armas químicas
contra su propio pueblo y contra el estado de Israel. Además, no se puede perder de vista el hecho
de que el presidente Bashar al-Asad, cuenta con el apoyo decidido de naciones
peligrosas para cualquier país, sin excepción, como es el caso de Irán y
algunos grupos extremistas. ¡Y por supuesto! Cuenta con sus grandes aliados Rusia
y China, que no dudarían en suministrar armas a Siria, si fuese necesario.
Los estrategas
militares estadounidenses no tienen una varita mágica, para asegurar que las
consecuencias de la acción militar serán controladas. El apoyo demostrado por Rusia al régimen
Sirio, la inseguridad de los aliados (de Estados Unidos), el nerviosismo
latente de los israelitas y la división del Consejo de Seguridad, no son buenas
señales para los Estados Unidos ni para sus amigos, como Inglaterra y Francia. En
caso de que haya necesidad de acciones de fuerza, Barack Obama tendría primero
que inclinar la balanza en su favor…
Hablar de autodeterminación del pueblo sirio, suena
bonito. No obstante, la realidad es
otra. Es una sociedad desgarrada por el dolor y el odio, que difícilmente sería capaz de encontrar el camino de la paz y de la reconstrucción.
La única alternativa para detener el derramamiento de
sangre, está en manos de la ONU y más concretamente, en las decisiones que adopte Estados Unidos y Rusia.
Es por ello que el acuerdo alcanzado por estas
naciones, en cuanto a la destrucción del arsenal de armas químicas, ha sido visto
con agrado por la población mundial.
Ahora le toca a todos los involucrados en el acuerdo,
exigir al presidente sirio que lo cumpla al pie de la letra. Si no lo hace, queda una sola opción "la intervención militar". No es la opción correcta
desde ningún punto de vista, pero, si al gobierno sirio –principal responsable-
no le importa con la población, entonces, la comunidad internacional, la ONU y
Estados Unidos como líder mundial, tienen el deber conforme a las leyes y
tratados internacionales, de poner un alto a la masacre de la indefensa
población siria (crímenes contra la humanidad).
Bashar al-Asad debe aprender que insistir en el uso de
la fuerza no será bueno para él -ni para sus allegados. Sus días están contados. Aún está a tiempo de parar el baño de sangre en
su nación y asumir la responsabilidad que le compete. Recuerde como terminaron
aquéllos líderes de Afganistán, Libia, Egipto e Irak; que en su momento se
consideraban casi omnipotentes.
Por:
Eric Enrique Aragón
20 de septiembre de 2013