Es impresionante escuchar tantos elogios por el famoso crecimiento económico, que tienen algunos países de América Latina y de otras regiones del mundo.
Expertos en economía, empresarios y políticos se pavonean por el tal crecimiento económico, como si éste fuese el máximo logro de un país y de su gobierno.
Incluso, los que gozan de este beneficio –grupo privilegiado- se molestan cuando los medios de comunicación, presentan noticias sobre la gran cantidad de necesidades de la gente común; ya que según ellos (los privilegiados y los altos personeros del gobierno), estas noticias empañan el vociferado “crecimiento económico“.
Utilizan tal cantidad de palabras bonitas -que Miguel de Cervantes Saavedra y la Real Academia Española, se quedan cortos- que hasta la persona más académica llega a creerse el cuento…
¡La verdad! El cacareado crecimiento económico por si solo es una falacia… ¿Por qué? Porque sólo se benefician unos pocos, llámense, banqueros, grandes empresarios, inversionistas, clase alta y los políticos –de gobierno- que permiten el paso expedito de todos los monumentales negocios.
Obviamente, si en el país se hacen formidables inversiones extranjeras, millonarios proyectos inmobiliarios, hoteles de 5 estrellas; y enormes obras civiles o de infraestructuras, entre otras maravillas; además, del gigantesco flujo de dinero circulando por los bancos, no cabe la menor duda, que los niveles de producción y riqueza, serán elevados (alto crecimiento económico).
Sin embargo, muchas veces, la excelente riqueza que alcanzan los países en desarrollo, fomenta más la división de clases. Por un lado, la clase pobre: cada vez con menos poder adquisitivo y la clase media: profesionales y pequeños empresarios, llevando una pesada carga tributaria. Y por otra parte, un reducido número de personas gozando la riqueza generada por la nación (como si el país les perteneciera).
Los Gobiernos tienen la responsabilidad de lograr un ritmo adecuado de crecimiento económico; sin endeudar exageradamente a las generaciones futuras. Pero, también, por mandato constitucional, deben asegurarse de que la prosperidad del país, siempre le llegue a todas las clases sociales; sobre todo, a los más necesitados y a los niños que representan el futuro del país.
Este es el grave error que están cometiendo los gobiernos. No repartir la riqueza a toda la población, está generando protestas en casi todos los países del mundo; ni las naciones más ricas se salvan. No prestarle atención a este grave problema de ambición que sufren unos pocos, puede ocasionar más protestas… La población está frustrada y cada vez cree menos en los gobernantes… ¡Esto es peligroso! Señores políticos y gobernantes: ¡Hagan bien su trabajo! Si lo hacen mal y se burlan del pueblo, llegará el tiempo que la población se tomará el poder y Dios los castigará por ser malas personas…
¡Pidan sabiduría a DIOS! ¡Él se las dará GRATIS…!
Por: Eric Enrique Aragón
9 de octubre de 2011
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