Todos los seres humanos en algún momento de la vida tienen que morir. Esto es parte de un proceso biológico que se considera normal: nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte. La familia así lo acepta con dolor en el alma; ya que se trata de seres amados.
Lo que no se puede aceptar, es que un niño haya fallecido por Dengue Clásico. El infante adquirió la mortal enfermedad en su propia escuela; como resultado de la picada del mosquito transmisor. ¡Ironía de la vida! La escuela que debió darle una buena educación, “le quito la vida”.
Un noticiero local presentó las imágenes del centro escolar, sitiado por la basura y lleno de mosquitos (transmisores del Dengue). El plantel educativo está ubicado en un corregimiento popular, de la provincia de Panamá.
Es imperdonable que los padres de familia, maestros y directivos de la escuela, no hayan hecho nada para eliminar la basura y los recipientes llenos de agua estancada –criaderos de mosquitos-; ni siquiera para preservar la vida de los niños…
La comunidad entera es culpable por la mala costumbre que tienen, de tirar la basura por todas partes: calles, veredas, ríos, quebradas, zanjas, lotes baldíos, alcantarillas, en los predios escolares y en los patios de sus propias residencias.
Por supuesto, los tres actores que tienen el sagrado deber, de brindar la mejor enseñanza a los niños; es decir, los directivos, los educadores y los padres de familia; son los principales culpables, puesto que no hicieron nada para mantener la escuela, por lo menos, libre de basura.
¡Las malas costumbres pueden matar y también, la indiferencia humana!
Por: Eric Enrique Aragón 11 de agosto de 2011
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