Feminicidio o
femicidio: es un vocablo que se origina de la palabra inglesa “femicide”; y se
define como el asesinato de mujeres, por el simple hecho de pertenecer al sexo
femenino, considerado históricamente por muchos hombres como el sexo débil, sujeto a control absoluto (según éstos bárbaros y machistas). Tanto así que
los hombres con la complicidad obligada de las mujeres, crearon el eslogan:
“Entre pelea de marido y mujer nadie se mete”. Un lema publicitario que pasó de
padres a hijos, con el único propósito de justificar la violencia en todas sus
manifestaciones contra las madres, hijas, niñas, esposas y todo lo que se mueva
que sea del sexo femenino.
Se podría decir que gracias a los medios de
comunicación -apoyados en los últimos años por el avance gigantesco de la
tecnología- en la actualidad, se conocen cada vez más casos de asesinatos de
mujeres, con toda la crueldad que se pueda imaginar. Lo irónico de todo es que
a pesar de que la población en general y las autoridades de los diferentes
países tienen conocimiento de estos hechos, las estadísticas de mujeres
asesinadas con extrema violencia, en lugar de disminuir tienden a aumentar…
En algunos países de América Latina, las penas de
prisión se incrementaron considerablemente, al igual las campañas para
minimizar la violencia contra la mujer; no obstante, la crueldad de los malos
hombres contra las mujeres, no se detiene.
¿Y por qué no se reducen los femicidios? Porque
siempre todo se hace mal, producto de las emociones del momento o de los gobiernos que ejecutan algunas medidas más con fines politiqueros, que con una verdadera
intención de resolver un grave problema que afecta todos los niveles
socioeconómicos de la sociedad.
Se trata de crear entre todos los sectores de la
sociedad y el gobierno una política de estado, que genere planes y programas a
largo plazo, pero, efectivos, para controlar este mal: que causa por año más
muertes de las que se contabilizan y destruye la vida de miles de niños
inocentes, que cuando crezcan, protagonizarán actos de violencia física y emocional
contra las mujeres; y otros, sin lugar a dudas se convertirán en asesinos de
mujeres.
¡Por supuesto! Aumentar las penas es importante; un
castigo severo, frente a un acto de tanta crueldad y avasallamiento por
tratarse de un ser más débil físicamente, sirve como un instrumento disuasivo.
Sin embargo, para que esta acción tenga un impacto positivo en
la sociedad (la mayoría de abusadores son hombres), debe acompañarse de otros elementos, tales como: programas
orientados a consolidar la unidad y los valores morales en la familia; campañas
permanentes en los medios de comunicación y la incorporación del tema al sistema
educativo, de manera tal que desde la niñez se aprenda a valorar y respetar a
las mujeres.
Por:
Eric Enrique Aragón
Eric Enrique Aragón