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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Decisiones que matan

Miraba su reloj detenidamente. Éste señalaba las 4 y media de la mañana. El señor Pedro (se le cambió su nombre real) se encontraba en un hotel de las provincias centrales. Únicamente pudo dormir un par de horas nada más. Él vivía en la ciudad capital con su esposa y dos pequeños hijos. Era un buen esposo y muy amoroso con sus hijos.

Como era vendedor de una compañía reconocida, tuvo que venir a esta pequeña ciudad interiorana a entregar una mercancía. Había llegado el día anterior; a pesar de que terminó tarde su faena, en lugar de ir a descansar al hotel, prefirió tomarse unas cervezas en un bar.

Terminó de ver su reloj –parecía que hablaba con éste- y corrió a lavarse la cara (ni siquiera pensó que un buen baño le caería bien). Con su ropa en las manos, se subió rápidamente a su gran vehículo, un 4x4, que a pesar de estar un poco viejo, se observaba en excelentes condiciones por el buen mantenimiento que tenía.

Tenía una hora y media, aproximadamente, de estar conduciendo su vehículo. Sus párpados parecían dos piedras que se cerraban en fracción de segundos. Estaba pasando por un calvario. El señor estaba ansioso por tomarse una taza con café, pero, las fondas –pequeños restaurantes populares- no atendían aún a los clientes, a pesar de que ya eran las 6 de la mañana.

Más adelante se veía una curva. No parecía peligrosa… Realmente no lo era. Muy pocos accidentes han ocurrido aquí. De repente se escuchó un gran estruendo… El 4x4 se había estrellado contra un árbol. El señor Pedro había perdido el control de su vehículo. Su carro había quedado bastante destruido, sobre todo, en la parte frontal.

A pesar de que no le había pasado nada, ni siquiera un rasguño, gritaba de una manera desgarradora ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué Dios mío? En la calle se encontraban unos cuerpecitos destrozados. Eran tres hermanitos que iban caminando por la orilla de la carretera, como es normal que lo hagan muchos niños que asisten a la escuela de educación primaria que está más adelante.

Sus edades oscilaban entre los 6 y 11 años. Eran tres hermanitos que iban juntos a la escuelita y nunca más verán la luz del día. La mamá de ellos perdió la razón…Era una impresión muy fuerte para ella, ver a sus tres únicos hijos destrozados por un vehículo. Una familia donde no había comida muchas veces, pero, si amor, fue totalmente destruida. Y la familia del señor Pedro, también, fue destruida en su aspecto emocional y se desintegró físicamente.

Las dos familias fueron sometidas a las profundidades, nunca imaginadas, del terror y de la muerte, por una decisión que se tomó a la ligera, con total irresponsabilidad. ¡Qué le costaba al señor Pedro descansar un par de horas más!

¡Jamás! Se debe manejar con sueño, en estado de embriaguez o a una excesiva velocidad, que no le permita controlar el carro en caso de que se presente algún obstáculo inesperado. ¡Estas son decisiones que matan!

Todos los días nos vemos obligados a tomar decisiones, la mayoría no causan ningún daño si nos equivocamos. Pero, hay otras decisiones que debemos tomar, que "si pueden causar mucho daño a los demás y a nosotros mismos". Estas decisiones se deben tomar con mucho cuidado, porque pueden matar la felicidad, la paz, la confianza, la amistad, el matrimonio, destruir a los hijos o acabar con vidas inocentes, como aquellos tres hermanitos, que murieron destrozados por un conductor irresponsable.

Pidamos a Dios sabiduría para tomar buenas decisiones en la vida y escuchemos los sabios consejos de la gente que nos da un buen ejemplo de conducta.

Tomemos la decisión de no golpear a las mujeres y madres. Tomemos la decisión de no abandonar a los hijos. Tomemos la decisión de estar con nuestra familia y no con la gente de la calle. Tomemos la decisión de no usar el poder político y económico para avasallar a los demás. Tomemos la decisión de ser fiel a los seres amados. Tomemos la decisión de practicar la Fe Cristiana. Tomemos la decisión de cumplir con los deberes escolares (los estudiantes). Tomemos la decisión de pensar en los demás y ayudarlos a tomar buenas decisiones…. En fin… TOMEMOS LA DECISIÓN DE SER MEJORES SERES HUMANOS…


Por: Eric Enrique Aragón
1 de diciembre de 2010

lunes, 1 de noviembre de 2010

Anécdotas protagonizadas por una niña… Parte I

Mi querida hija que cursa el último año de bachiller en letras, en el colegio Manuel María Tejada Roca –uno de los mejores centros educativos del país-, fue escogida para representar a un profesor en el día del estudiante. Este es el homenaje que se hace cada año, a todos los estudiantes de los centros educativos públicos y privados, de nivel primario y secundario (aquí en Panamá). Realmente es un gran honor para los alumnos, ya que la selección se hace en base al rendimiento escolar.
Toda la familia, como era de suponer nos sentíamos orgullosos, por que Dianita iba a ser profesora. No me gustó mucho que me dijera, cuando le pregunté sobre el profesor a quien ella iba a representar, que la educadora (se trataba de una dama) no le había informado los temas que tendría que explicar, el horario y otros detalles importantes.
En otras palabras, el educador y educando, deben sostener previamente una reunión para tal fin. Según me explicó mi hija, la profesora era de tiempo parcial en el colegio. Esto aclaraba, porque –faltando un par de días para el evento- no se habían visto. ¡Bueno! Dejé el asunto así, puesto que la tía, trabaja desde hace muchos años en el plantel escolar como profesora de matemática; así que estábamos seguros de que ayudaría a su sobrina. Y en efecto, hasta donde supe -la tía- logró dialogar con la profesora. El punto es que mi hija Diana nunca vio a la profesora; de modo que la información que llegó a los oídos de ella (mi hija), no fue clara y para empeorar las cosas, escuchó lo que le decían los compañeros…

Éstos pueden tener la mejor voluntad del mundo, pero, desconocen los detalles completos y en consecuencia, puede originarse la confusión. Siempre hay que ir a buscar la información al lugar, donde la manejan en forma veraz y fidedigna; en este caso tenía que dirigirse a la dirección o secretaría del plantel. Estas fueron las indicaciones que le ofrecí a mi amada hija –un día después del acto- ¡Claro! Dianita necesitaba mi apoyo que no pude dárselo. Por razones de trabajo tenía que ausentarme de la familia, la mayor parte del tiempo; sin embargo, la comunicación con ellos era cotidiana, gracias a la tecnología de las comunicaciones.

¡Imagínense! Mi hija se vistió de película ese día, hasta un arreglo en el cabello se hizo. Cuando llegó en la mañana al colegio –ella asiste en ese horario a clases- creyendo que iba a encontrar a la profesora, resultó que ésta al parecer no tenía clases ese día. ¡Bueno! La joven estudiante –mi hija- se quedó dudando. ¡No sabía que hacer…! Todo este enredo se hubiese evitado, si ella hubiese ido directamente a la secretaría de la escuela a preguntar acerca de su situación, como debió ser.

Se dejó llevar por la información que le dio alguna persona, que tal vez tenía la mejor intención de ayudarla; pero, carecía de los datos precisos, que si los tiene –reitero- la dirección del plantel. ¡Por cierto! Este es uno de los mayores problemas que a veces tenemos los mortales, que no sabemos dónde buscar la solución a nuestras dudas y problemas. Con frecuencia escuchamos a quienes nos confunden más.

El asunto es que como no vio a la profesora en las primeras horas de la mañana, regresó en la tarde; porque, supuestamente, la señora educadora estaba en la tarde… Le ocurrió igual que a la novia, que se quedó vestida y sola; ya que el novio jamás llegó… Mi linda hija se quedó igual… ¡Nunca pudo dar una sola clase como profesora! ¡Bueno! Como ella misma dijo: ¡Aunque sea asistí al acto que nos hicieron…! ¡Qué bien Dianita! ¡Siempre al mal tiempo, buena cara…!

Estos casos insólitos, son cosa de familia, de manera tal que mis hijos se deben acostumbrar a tales eventos, más bien deben recordarlos como algo chistoso…




Por:
Eric Enrique Aragón
1 de noviembre de 2010

Anécdotas protagonizadas por una niña… Parte II

Recuerdo cuando mi hija, estaba en quinto grado. En la escuela primaria, la seleccionaron para formar parte del grupo reducido que marcharía, representando al plantel educativo, durante los días de fiestas patrias.

Sus calificaciones eran buenas, por eso se ganó el derecho de asistir a los desfiles. Siempre les enfatizo a mis hijos que estudiar es lo mejor que puede hacer un joven. Así logrará llegar siempre a las alturas del éxito y tendrá mejores herramientas para enfrentar las altas y bajas de la vida, que siempre nos acompañarán en nuestra existencia terrenal…

¡Qué creen ustedes que ocurrió! Pues, ya veránEse día la acompañé a la escuela, tempranito en la mañana. Según el comunicado que recibimos los padres de familia, todos los alumnos salían del centro educativo, con sus respectivos maestros, hasta el punto donde iniciarían los desfiles patrios, en este caso, era a un costado del municipio del distrito de La Chorrera, donde vivíamos en esos años. Su escuela era la más importante del lugar, llamada República de Costa Rica, con excelentes maestros, padres de familia y dirección. Mi experiencia en el plantel fue maravillosa. También pertenecí a la asociación de padres de familia de la escuela.

Después que dejé a mi hija en la escuela, me devolví a la casa, con la intención de salir más tarde con el resto de la familia a ver el desfile y principalmente, a seguirle los pasos a Dianita.

Estábamos seguros, mi esposa y yo, que la niña se había ido con la maestra y sus compañeritos, a desfilar. ¡Sorpresa la nuestra! ¡Casi nos caemos hacia atrás…! Cuando apareció la niña a la media hora, prácticamente con los zapatos en la mano. Según nos explicó. Cuando se dirigía caminando al municipio con los demás compañeritos, se le cayeron los tacones a los zapatos y la suela de uno de ellos se desprendió… Así que se devolvió para la casa solita –esto fue lo que más me alarmó-

¡Gracias a Dios! Teníamos otro par de zapatos un poco viejitos, pero, se los limpié muy bien. Me vestí rápidamente y la llevé al punto de reunión, donde iniciaría el desfile –el municipio-. Por suerte llegamos a tiempo… Aún no había salido ninguna delegación… La acompañé a lo largo del desfile, hasta el final. Hasta se le tomó una foto, que por cierto, no salió muy bien. Después todos en la casa nos reíamos del incidente. Lo que si aprendí es que jamás la debí dejar sola en la escuela, creyendo que los demás la cuidarían. Los padres deben estar siempre pendientes de sus hijos en todo momento y no confiar en terceras personas.

¡Y esto no es lo único…! Recuerdo mientras escribo estas anécdotas, el día que se le perdió a la mamá, exactamente, en un pequeño estadio, en el cual celebraban el día de la Madre. A la mamá casi se le sale el corazón ese día. La niña solo tenía tres años. Lo que ocurrió es que se subió a la tarima, donde estaban unos músicos y el maestro de ceremonia. Como todo niño se sintió atraída por los instrumentos musicales, así que dijo: ¡Voy para allá! ¡Y a la mami casi le da un infarto ¡ ¡Y la pobre mujer sufre del corazón! Nuevamente ¡Gracias a Dios! a los minutos de desesperación de la madre, una persona que estaba en la tarima, levantó a la niñita y preguntó: ¿Dé quién es esta bebita? La madre gritó con desesperación… ¡Es mía! Y ahora casi se le paraliza el corazón por el milagro… -Alguien se la pudo llevar y nunca más la hubiese visto –Dijo la madre con lágrimas en los ojos.

Autor:
Eric Aragón
1 de noviembre de 2010