Mi querida hija que cursa el último año de bachiller en letras, en el colegio Manuel María Tejada Roca –uno de los mejores centros educativos del país-, fue escogida para representar a un profesor en el día del estudiante. Este es el homenaje que se hace cada año, a todos los estudiantes de los centros educativos públicos y privados, de nivel primario y secundario (aquí en Panamá). Realmente es un gran honor para los alumnos, ya que la selección se hace en base al rendimiento escolar.
Toda la familia, como era de suponer nos sentíamos orgullosos, por que Dianita iba a ser profesora. No me gustó mucho que me dijera, cuando le pregunté sobre el profesor a quien ella iba a representar, que la educadora (se trataba de una dama) no le había informado los temas que tendría que explicar, el horario y otros detalles importantes.
En otras palabras, el educador y educando, deben sostener previamente una reunión para tal fin. Según me explicó mi hija, la profesora era de tiempo parcial en el colegio. Esto aclaraba, porque –faltando un par de días para el evento- no se habían visto. ¡Bueno! Dejé el asunto así, puesto que la tía, trabaja desde hace muchos años en el plantel escolar como profesora de matemática; así que estábamos seguros de que ayudaría a su sobrina. Y en efecto, hasta donde supe -la tía- logró dialogar con la profesora. El punto es que mi hija Diana nunca vio a la profesora; de modo que la información que llegó a los oídos de ella (mi hija), no fue clara y para empeorar las cosas, escuchó lo que le decían los compañeros…
Éstos pueden tener la mejor voluntad del mundo, pero, desconocen los detalles completos y en consecuencia, puede originarse la confusión. Siempre hay que ir a buscar la información al lugar, donde la manejan en forma veraz y fidedigna; en este caso tenía que dirigirse a la dirección o secretaría del plantel. Estas fueron las indicaciones que le ofrecí a mi amada hija –un día después del acto- ¡Claro! Dianita necesitaba mi apoyo que no pude dárselo. Por razones de trabajo tenía que ausentarme de la familia, la mayor parte del tiempo; sin embargo, la comunicación con ellos era cotidiana, gracias a la tecnología de las comunicaciones.
¡Imagínense! Mi hija se vistió de película ese día, hasta un arreglo en el cabello se hizo. Cuando llegó en la mañana al colegio –ella asiste en ese horario a clases- creyendo que iba a encontrar a la profesora, resultó que ésta al parecer no tenía clases ese día. ¡Bueno! La joven estudiante –mi hija- se quedó dudando. ¡No sabía que hacer…! Todo este enredo se hubiese evitado, si ella hubiese ido directamente a la secretaría de la escuela a preguntar acerca de su situación, como debió ser.
Se dejó llevar por la información que le dio alguna persona, que tal vez tenía la mejor intención de ayudarla; pero, carecía de los datos precisos, que si los tiene –reitero- la dirección del plantel. ¡Por cierto! Este es uno de los mayores problemas que a veces tenemos los mortales, que no sabemos dónde buscar la solución a nuestras dudas y problemas. Con frecuencia escuchamos a quienes nos confunden más.
El asunto es que como no vio a la profesora en las primeras horas de la mañana, regresó en la tarde; porque, supuestamente, la señora educadora estaba en la tarde… Le ocurrió igual que a la novia, que se quedó vestida y sola; ya que el novio jamás llegó… Mi linda hija se quedó igual… ¡Nunca pudo dar una sola clase como profesora! ¡Bueno! Como ella misma dijo: ¡Aunque sea asistí al acto que nos hicieron…! ¡Qué bien Dianita! ¡Siempre al mal tiempo, buena cara…!
Estos casos insólitos, son cosa de familia, de manera tal que mis hijos se deben acostumbrar a tales eventos, más bien deben recordarlos como algo chistoso…
Eric Enrique Aragón
1 de noviembre de 2010
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