jueves, 1 de septiembre de 2011

Los sobresaltos de la gente común

Pertenecer a la clase pobre o de pocos recursos económicos, significa ser esclavo de los sobresaltos –temor o susto repentino- producto del diario vivir.

Aunque no es una emoción propia de la clase más débil; también, afecta a la gente con más ingresos. No obstante, los seres humanos comunes son los que más angustias y penalidades padecen, precisamente, por la escasez de dinero. Éstos representan la mayoría de la población de un país.

Por ejemplo, la mamá que está preocupada, porque el maestro le dijo a su hijo, que llevara ciertos materiales, para utilizar en el aula de clases. Ella sabe que hay educadores a quienes no les importa la condición socio-económica del alumno; y sencillamente, evaluarán negativamente a los que no cumplan con los materiales solicitados. ¡Lamentable! Los niños cuyos hogares están escasos de todo, ven la escuela como un oasis en el desierto y a los maestros, como aquellos padres que quisieran tener.

¡Nuevamente! La mamá angustiada, porque no tiene ni siquiera café, para darles a sus hijos. O porque tendrá que decirle al niño que hoy no puede ir a la escuela, por falta de monedas, para pagar el transporte.

Por otro lado, los vecinos que están pensando, a quién le pedirán el día de hoy, algo de dinero para ir al trabajo o para comprar la comida; pues, se quedaron sin plata y el cobro de la quincena, aún está lejos. Y falta mucho más todavía… El pago del alquiler o del préstamo hipotecario; el pago del recibo de la luz y del agua, etc. Y estas personas tienen un trabajo fijo –ganan poco, pero, cuentan con algo-. El estado de las personas que han perdido su empleo o cuyos ingresos han mermado, es aún más grave…

Casi todos los días las personas corrientes están sometidas a mucha presión y a las fuertes emociones, tales como: la ansiedad, la angustia, la frustración, la melancolía, y en casos extremos, se puede llegar a la depresión crónica.

Por lo tanto, no debe ser difícil entender -frente a este panorama- porque muchos individuos se hacen amigos del alcoholismo, realizan acciones indebidas, envejecen prematuramente, atentan contra la vida de terceros o contra la propia existencia…

Creer que los sobresaltos del día a día, van a desaparecer, sería un gran engaño. Tal vez en otra vida desaparezcan… ¡En nuestra existencia terrenal jamás! A las personas comunes, como usted o como yo, siempre nos acompañarán los sobresaltos. Nunca cesarán mientras tengamos un aliento de vida. De modo tal, que debemos forzosamente, acostumbrarnos a convivir con ellos.

Lo que si le puedo aseverar (y hasta me atrevería a jurar), es que cuánto más tranquilidad tengamos frente a los problemas, más claridad mental tendremos para analizar las posibles alternativas de solución… ¡Siempre están cerca!







Por: Eric Enrique Aragón
12 de mayo de 2011

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