miércoles, 19 de septiembre de 2012

Poema del olvido...


Madrecita de mi alma, cuánta falta me has hecho.  Hiciste honor a tu linaje.  Como una bella princesa gitana te dedicaste a recorrer todos los confines  del Viejo continente.  Desde que nací te olvidaste de mí. Jamás conocí la grandeza de tu amor ni las caricias de tus manos.    

Si supieras que  mi vida está incompleta y cada minuto que pasa se me esfuma la mismísima existencia; porque no tengo tu fuerza.  Es tan poderoso el amor de una madre, que únicamente se puede comparar con el de la virgen María y aquél demostrado por Nuestro Señor Jesús, en la Cruz del Calvario. Si un hijo recibe este perfecto amor, tendrá una fuente de inspiración y fortaleza para sobrevivir en los momentos de mayor angustia. Pero, madrecita de mi alma, no se puede sentir ni dar lo que nunca se ha recibido. 

Contéstame mi Dios  ¿Cuál ha sido mi pecado tan grande, para merecer tanto sufrimiento? La gente se marchó… Todo lo material lo he perdido… Sólo me queda una cosa, que ya no tiene mucha importancia, porque todos me desprecian… ¡Y la vida sin amor no merece ser vivida! 

¡Recuerdas! Desde pequeñito, enviaste un ángel para que me enseñara a conversar contigo.  Así lo hice siempre.  En la medida que mis fuerzas me lo permitieron, te seguí paso a paso; sin dudar en ningún momento.  Me hiciste creer en el matrimonio, en los hijos, en la buena salud, en el trabajo honrado, en la solidaridad hacia los demás, en el buen ejemplo y sobre todo, a confiar plenamente en ti. ¿Acaso éste ha sido mi pecado tan grande, para merecer el olvido y la muerte?

Un sinnúmero de veces te he manifestado, que si hay algún pecado oculto en mi vida o de mis padres gitanos, en nombre de ese gran amor que demostraste en la Cruz del Calvario, me perdones… Te he ofrecido mi vida y mi trabajo en favor de los infantes que sufren en el mundo entero. Porque creo que el mundo será mejor, si ayudamos a los niños que padecen toda clase de males; ya que éstos representan el semillero que dará hermosos frutos en el futuro, no muy lejano…

¿Por qué has permitido que mi vida se vaya apagando poco a poco? Este es el sufrimiento más grande… Esos mismos ideales que un día me dieron la motivación para luchar, ahora me atacan… Mi mente y mi corazón viven atormentados día y noche… ¡Busco la muerte y no la encuentro! 

Es cierto que me he portado mal. He ofendido a muchas personas. No ha sido mi intención. Entiende, Dios mío, es sumamente difícil compartir con los demás, lo que nunca se ha recibido… Le pido perdón a toda la gente que se ha sentido ofendida por mis acciones y que aún no lo puedo evitar… Lamentablemente, cuando se carece de todo recurso material; se hieren a muchas personas… Ni las deudas se pueden pagar…El odio y la incomprensión humana aumentan.  Nos convertimos en los más odiados…

¿Cuál ha sido mi pecado tan grande, Jesús, hijo de David, que no has podido perdonar? Has perdonado a borrachos, blasfemos, asesinos, violadores, a verdadera gente mala… ¿Y por qué yo no puedo merecer tu perdón? ¿Por qué no merezco que me saques de este infierno? Únicamente te pido que me permitas realizar mis ideales antes de morir… Ya no me queda mucho tiempo… ¡Recuerda que los años pesan y hacen el paso más lento!  



Por:
Eric Enrique Aragón

jueves, 9 de agosto de 2012

Fuerzas oscuras dominan este mundo



El apóstol San Pablo le advierte al joven Timoteo, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos (2-Timoteo, cap. 3).

La humanidad ya comenzó a vivir estos tiempos peligrosos, a los que se refería el apóstol Pablo. ¡Y esto no es nada, comparado con lo que viene…!

Hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos. Sin afecto natural, implacables, calumniadores, crueles, aborrecedores de lo bueno. Traidores, amadores de los deleites más que de Dios. Gente con apariencia de “piedad”; pero, su interior es un semillero de maldad.

No se trata de que el pasado fuera mejor que la época actual. Desde que el hombre apareció sobre la faz de la tierra, trajo consigo emociones y pensamientos dañinos, que muchos no pudieron controlar. Lamentablemente, con el desarrollo y crecimiento de los pueblos, también, la maldad se multiplicó.

Irónicamente, el extraordinario avance de la ciencia y la tecnología, no ha podido frenar los males de la sociedad. Ha ocurrido lo opuesto: “las prácticas inmorales y el rechazo a las cosas de Dios, se han tomado por asalto al mundo”.

Aunque parezca inverosímil, las fuerzas del mal o satánicas: utilizan todos los medios (televisión, prensa, radio, cine, internet y otros) para grabar en la mente de los seres humanos –sobre todo niños y jóvenes- que la inmoralidad y la blasfemia contra la Fe Cristiana: son buenas prácticas y aceptables por la sociedad. ¿Cuál sociedad? Una sociedad que ha destruido las cosas más bellas y preciadas: “El amor, la familia y la fe en Dios”.

Por ejemplo, los mensajeros satánicos, le hacen creer a las mujeres que ciertos hábitos son correctos: acostarse con cualquier hombre idiota y perverso (mil disculpas), sin tomar en cuenta el verdadero amor ni las buenas intenciones; ingerir licor y fumar cigarrillos (y quién sabe qué más…) a la par de los varones; ser una despiadada esposa y mamá; llegar al matrimonio sin pureza y mostrar una exagerada máscara de sustancias químicas (menos la belleza natural, que Dios le regaló a las hermosas damas). ¡Colosal engaño…!

Y los hombres no se escapan. Ellos son engañados con más facilidad. ¡Se les hace creer: “que cuánto más practican lo malo, más hombres son!” (el famoso machismo de América Latina). Con este cuento, caen en lo más bajo sin darse cuenta. Son rudos con sus madres ¡Qué dolor!; maltratan a las esposas y novias; a sus propios hijos (muchos se han convertido en asesinos). Son vagos, superficiales y la única aspiración que tienen es tomarse toda la cerveza del mundo; utilizar drogas y tatuarse hasta los ojos ¡Qué ignorancia y estupidez más grande del mundo! (¡Gran lavado de cerebro han hecho los mensajeros del mal!).

Únicamente una voluntad inquebrantable, el deseo de cambiar y la fuerza de la fe cristiana, puede mejorar la conducta de los seres humanos. ¡Haga el intento por su bella familia y por usted mismo! ¡No se arrepentirá, pues, aprenderá a ver un mundo mejor!





Por:
Eric Enrique Aragón