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lunes, 27 de febrero de 2012

El gran escape…

Eran las diez de la mañana de un día domingo… Sentado en una silla que estaba junto a la cama, miraba con gran asombro, como colocaban mi ropa en una gran maleta. Todas las piezas: camisas, pantalones, calcetines, pañuelos, camisetas y todas las demás, tenían las iniciales de mi nombre y apellido, hecho con bastante hilo y aguja. En la tarde me llevarían a una escuela católica, de la orden franciscana. Ésta funcionaba, también, como un internado.

Nunca tuve ninguna limitación para salir de la casa… Me iba para donde quería, ya fuera para un campo de juego, río, al cine, o simplemente, andar por la calle haciendo cualquier trabajo, que me reportara algún dinero. Vivir con diferentes familias, durante periodos cortos y que éstas no se sintieran tan responsables de mi persona, facilitó el camino para que yo, desde corta edad, anduviese por la calle. Según estas personas, mi conducta era tan mala, que me abandonaban a mi suerte y otros optaban por meterme en internados. La intención era deshacerse de mí. ¡Así lo entendía siempre…!

En la puerta de la escuela me recibió un cura –sacerdote católico- ¡Por cierto, me enviaron solo en un taxi, con una nota…! El cura me llevó a una gran sala, donde sentaban a todos los niños, que al igual que yo, iban llegando en ese momento. Cursaría el quinto grado de la escuela básica. Cumpliría dentro de dos meses, el dieciocho de mayo, la edad de once años.

Ese mismo día nos acomodaron en las habitaciones. ¡…Bueno! Se trataba de una sola sala con varios camarotes. A mí me tocó dormir en la parte baja. Cerca de cada camarote, estaban grandes estantes, en forma rectangular. Cada gaveta de los estantes tenía una etiqueta con el nombre de los estudiantes. Aquí tendríamos que guardar la ropa interior, pijamas, camisetas, y demás piezas menudas. Y en otro mueble, colgaríamos los uniformes escolares y los vestidos para fin de semana, que más bien eran pantalones jean y suéteres. En fin, lo que predominaba era el orden y la limpieza en todo… ¡Y hay que no cumpliéramos…! Nos aplicarían las sanciones disciplinarias, establecidas en el reglamento de la escuela.

En la tardecita nos llevaron al comedor a recibir la cena. Yo creo que lo único que me gustaba de la escuela era la rica comida que servían. Después, siempre en fila, acudimos a la iglesia. No había que ir lejos, ya que aquélla estaba pegada al edificio de la escuela. La gente que asistía a la iglesia entraba por la puerta principal, que estaba frente a la calle. Nosotros los alumnos: lo hacíamos por un pasillo, desde la escuela. ¡Por cierto…! Las aulas de clases estaban en la planta baja. Arriba, en el primer piso, se ubicaban los dormitorios; salas de estudio, meditación y cine, comedores, cocina, etc. Y el segundo y último piso, no se utilizaba, ya que estaba en remodelación. Detrás del plantel escolar, había una gran cancha de baloncesto, de fútbol y hasta un lugar con aparatos de diversión para niños. Todo estaba protegido por una fuerte y segura cerca.

Por fin llegó el primer día de clases, el día lunes… Sólo había pasado unas horas desde que llegué; sin embargo, para mí las horas ya parecían eternas. La ansiedad por salir de ese lugar me ahogaba. Durante las clases, cuyo periodo era de siete de la mañana a una de la tarde, no podía ni siquiera hablar por el llanto que tenía atravesado en la garganta ¡Como un buen hijo de gitanos, quería ser libre! Para mí ser libre significaba vivir en la calle…

Mientras los maestros y compañeros hablaban, yo estaba muy lejos… ¡Mi mente recorría lugares distantes…! ¡Y mi garganta quería soltar un grito de llanto, que por nada del mundo podía dejar que escucharan…!

¡Por fin…! El timbre de salida terminó con mi larga agonía… ¡Ahora a planear mi escape de ese lugar! Me pareció fácil escaparme; incluso, hasta por la puerta principal; ya que en horas de clases, algunos internos, aprovechábamos para asomarnos a la entrada principal de la escuela, donde llegaban los vehículos y buses escolares, a buscar a los estudiantes que no eran internos.

Pasó casi un mes y mi agonía por salir de eses lugar, cada vez era más fuerte. Quería sentirme otra vez “libre como el viento”. Pero, sentía miedo al intentar escaparme… En lo más profundo de mí ser se asomaba la esperanza de que todo cambiaría y finalmente sería feliz aquí… No obstante, como un martillo cuando golpea el clavo, mi mente me repetía una y otra vez… ¡Te vas a quedar aquí para siempre…!

Eran las siete de la noche, de un día cualquiera de semana -¡no recuerdo cual!- todos los estudiantes estábamos reunidos con un sacerdote consejero, en la planta baja. En ese momento, el cura regañaba a un estudiante por irrespetuoso. Yo no aguantaba más…Este era el día del gran escape…

---- ¡Disculpe! Puede darme permiso para ir al baño. –Le dije al sacerdote.

Con tan mala suerte que me mandó al baño que estaba allí cerca. A mí se me había olvidado de lo nervioso que estaba, que allí había un servicio (baño). Yo tenía todo planeado para que me mandara a la parte superior –primer piso- y desde allí lanzarme a la calle.

Pero, en un abrir y cerrar de ojos, la suerte me favoreció. El baño no se podía abrir, lo habían trancado. En vista de que el cura no tenía las llaves, me indicó que subiera al primer piso…

---- ¡Eso sí…! ¡Bajas enseguida…! --Me enfatizó el sacerdote.

Una vez arriba, en el primer piso, me fui directo a bajar una escalera que tenía acceso a la calle, a través de una puerta de hierro. Intente abrir la puerta, pero, no pude. Tenía varios candados que no había visto.

Para disimular me detuve en la cocina, que ya la estaban cerrando, y le pedí a una de las cocineras, que me regalara un vaso con agua. Le hice la observación de que el cura me había enviado a buscar algo… Aparentemente, no tuvo malicia en ese instante… Una vez que me tomé el agua, aproveché que la señora me dio la espalda y subí al último piso que estaba en remodelación.

Obviamente, por estar en remodelación, tenía algunas puertas abiertas… Llegué a la orilla del piso, mirando la calle que estaba a los lados del edificio. Hacía abajo todo se veía oscuro y solitario. No había luz en ese momento en la calle. ¡Mi cálculo falló…! El segundo piso era muy alto… Tenía que tomar una decisión rápida… No había marcha atrás… ¡…Me lancé al vacío…!

Afortunadamente, caí sobre un cerro de arena. No me pasó absolutamente nada… ¡A correr…! ¡Jamás regresé al internado…! Sin embargo, las enseñanzas recibidas, aunque fuera por poco tiempo, nunca las he olvidado…





Por:
Eric Enrique Aragón



martes, 4 de octubre de 2011

Corría el año 1979, cuando conocí la Onda Corta...

Mi bella experiencia con la onda corta…

Recuerdo mis primeros pasos...

Si mi memoria no me falla, corría el año 1979 (yo era un mozalbete de dieciocho años), cuando me inicié en la actividad conocida como la onda corta.
Todo empezó con el vecino a quien se le arrendaba un cuarto de la casa, a dónde en ese momento vivía el autor de este relato.

Siempre me daba cuenta por el ruido que hacía el vecino, cuando se levantaba todos los días en la madrugada o se quedaba hasta tarde, buscando las noticias que daban las emisoras internacionales, tales como:

La BBC de Londres, La Voz de América, Radio Exterior de España, La Voz de Alemania, Radio Berna de Suiza, Radio Neverland de Holanda, Radio Francia Internacional, Radio Canadá Internacional; incluso, algunas de Latinoamérica, como La Voz de Los Andes (Ecuador), Radio Caracol (Colombia), Radio Reloj y la Monumental –todo noticia- (Costa Rica) y otras del mundo entero.
Cabe destacar que la mayoría de estas emisoras de radio a nivel internacional (onda corta), tienen la programación en distintos idiomas, durante las veinticuatro horas del día y los 365 días del año.

El vecino –de quién aprendí todo lo relacionado a la onda corta- se esmeraba en localizar noticias de gran impacto mundial, pues, tenía amistad con un señor dueño de una emisora de radio local, que le permitía periódicamente presentar un resumen de las noticias –frente a los micrófonos- que muchas veces eran primicias; es decir, que todavía no había llegado la información a los noticieros locales.

Podríamos pensar que se trataba de un vecino con bastante edad y un poco aburrido, que sacrificaba horas de sueño en las madrugadas, para oír radio. Sin embargo, no era tan mayor, pues, sólo me llevaba por delante, unos siete años. Lo cierto es que tenía un trabajo de ayudante, relacionado con las comunicaciones por radio, en una institución gubernamental. Estaba recién casado con una mujer mayor que él y ya tenían un pequeño retoño (niñita) de apenas un añito. A pesar de ser joven le gustaba oír las noticias internacionales o mejor dicho capturarlas antes de que llegaran a la pequeña ciudad (provincia), donde residía.

Realmente era emocionante ver la enorme satisfacción que sentía –el vecino- al estar pegado al radio, oyendo su onda corta; pues lo contagiaba a uno... Desde ese momento empezó mi gigantesco amor por esta labor, que se convirtió en uno de mis mejores pasatiempos y fuente de grandes conocimientos y motivaciones…

No recuerdo como obtuve un Radio Cassette, marca Sanyo, como se le llamaban en esa época. La música en esos años se grababa en
cintas magnéticas (cassette), que era el medio de grabación popular... Para escuchar la música, se utilizaba el Radio Cassette, ya que éste tenía un compartimiento –casilla o sección- para colocar los cassette musicales.

Una emisora que oía con regularidad y se podía captar su señal en forma clara, los días domingos en la mañana, era la famosa Voz de América. Recuerdo el programa Club de Oyentes y con el cual intercambié cartas (correo). Aquí –en el Club de Oyentes- se comentaban los datos de todos los miembros del Club, de modo que los oyentes del mundo entero escuchaban el nombre, profesión –en ese momento yo era estudiante- dirección, aficiones y demás; y se interesaban, al igual que uno en el intercambió de cartas.

Era emocionante ir al correo y que el empleado le dijera, que tenía cartas de Estados Unidos, España, Africa, Alemania, Argentina, Chile, etc. ! Oh que emoción para un joven… ¡ Y las personas que atendían el correo, se hacían amigos de uno…

Pero, esto no era todo… las emisoras internacionales me enviaban revistas, libros, folletos, fotografías, calendarios, postales, y tanto material, como fuese posible, con información educativa y cultural. Con esta actividad aprendí a viajar y conocer muchas regiones y pueblos del mundo entero. Conocí mucha gente, incluso, hasta me enamoraba de las muchachas que me escribían. Gracias al intercambio epistolar, coleccionaba: billetes y monedas, postales, estampillas de correo, y otros artículos, de todos los continentes.

Los domingos me levantaba temprano para escuchar el programa que transmitía La Voz de América, que trataba de las biografías de escritores norteamericanos y sus famosas obras; las noticias, etc. Aún conservo en mi mente –treinta años después- la imagen de los que dirigían el Club de Oyentes, cuyos nombres se me escapan de la mente, pero, si recuerdo la imagen: un señor mayor; una dama, como de unos cuarenta años y un joven blanquito (gringo) que hablaba el español con dificultad…

Guardo en mi mente lindos recuerdos de las otras emisoras; y especialmente, de la Voz de Alemania, que me mandaba todos los años, sus famosos y atractivos calendarios, y cuánto material informativo le pedía…


¡Qué tiempos aquellos… únicamente quedan los bellos recuerdos para siempre…!


Autor:
Eric Enrique Aragón
1 de octubre de 2009

jueves, 1 de septiembre de 2011

El día que se perdió el pato…

La tía María, como todos le decíamos, andaba desesperada, gritando… ¡Qué alboroto había hecho ese día…! Miraba de un lado a otro… Cualquiera pensaría que buscaba al “nieto recién nacido…” Sin embargo, no era un ser humano lo que con tanto afán buscaba. Seguía gritando cada vez con más fuerza: ¡Esteban…! ¡Esteban…! ¡Esteban…! ¡Adónde estás! Pueden creer que se trataba de un pato. ¡Por supuesto…! No era cualquier pato… “Era su pato”.

Como ella decía: "Esteban es mi pato preferido. "Siempre anda detrás de mí y un día de estos me va a hablar, y cuando eso ocurra no sé qué le voy a decir".

Era una pequeña casa de madera, sin mucha estética. Tenía la forma de una figura cuadrada. Apenas se cruzaba la puerta de entrada, se veía una pequeña sala y después seguían varios cuartos: uno al lado del otro y en el centro un pasillo. En total cuatro cuartos. Al final, el quinto cuarto que abarcaba todo el espacio y se utilizaba como depósito. Éste tenía una puerta de salida hacia la parte trasera de la casa.

A lado de la casa -mirándola de frente, hacia la derecha- un rancho de paja, abierto por todos los lados, que se utilizaba como cocina. Realmente, la cocina consistía en dos fogones, que usaban tres grandes piedras cada uno. El combustible era la madera seca, la cual se encendía echándole un poco de querosín. Ahora recuerdo –pues, tenía cinco años de edad- entre el rancho de paja y la casa, colocaron un techo de zinc, e hicieron un piso de cemento, para usarse como comedor –también estaba abierto, sin puertas-.

Enfrente de la casa estaba una quebrada, que la tía María utilizaba para lavar los platos; incluso, también, la ropa. Con este propósito se colocó en el lugar más adecuado, un techo de zinc y unas piedras de cierto tamaño, que servían como asiento a las personas que estuviesen allí lavando. La quebrada no estaba muy lejos de la casa, quizás a unos 30 metros.

Igualmente, la casa estaba rodeada por grandes árboles, cuyo dolor de cabeza para mí, era el montón de hojas que se desprendían - más en la época seca- que yo tenía que recoger todos los días. Había árboles de todas clases, desde frutales (naranjas, guabas, tamarindo, cocos y otros); hasta aquellos usados para sacar madera, como el Roble, Cedro y otros. Me encantaba ver estos árboles por ser de gran altura…

Antes de llegar a la quebrada, que ya mencionamos, había varias cuerdas de alambre delgado, amarradas entre dos árboles, que se usaban como tendedero de ropa. La casa –realmente era una finca- tenía grandes extensiones de terreno hacia atrás. En éstos se apreciaban corrales (lugares destinados a los animales), con cercas de alambre de púas o de una especie de bambú muy resistente. Había un corral para cada especie de animales o de aves; tales como, las vacas, cerdos, caballos, gallinas y patos.

Algunas gallinas, gallos y patos, al igual que un par de cerdos y veteranos caballos, andaban libremente. Éstos siempre permanecían cerca de la casa… Realmente eran los que alegraban todo el ambiente, con sus diferentes ruidos… Y no podía faltar el mejor amigo del hombre: un par de perros ordinarios, de color marrón claro, más parecido a los tinaqueros, que avisaban cuando venía un visitante –siempre los había-; igualmente, cuidaban a los animales que estaban en la casa, de la presencia de los zorros, culebras, gavilanes, tigrillos o de cualquier otro animal indeseable.

Todos los días al amanecer, los residentes de la casa se despertaban con el alegre canto de los gallos. A las seis de la mañana, tanto los miembros de la familia, como los animales domésticos esperaban el desayuno. Algunas veces había uno que otro animal que se aventuraba a exigirle a la tía María, el desayuno. El caballo viejo era uno de estos animales que a veces le empujaba la ventana de su cuarto. Todos ellos andaban siempre detrás de la tía. Pero, uno de los preferidos por ella, era precisamente el pato Esteban. Nombre que sacó de una radionovela.

Además de la tía María –la protagonista de este relato junto a su fiel pato- cuya edad rondaba los 48 años, aproximadamente; estaba el esposo, un señor de unos setenta años, trabajador y fuerte como un roble, a quien todo mundo llamaba “Tatica”. Un nieto de unos quince años, que trabajaba a la par de los adultos en las labores de campo. También, los acompañaba un muchacho de origen indígena, que servía como mozo. Al igual que la mamá de la tía María, a quien todos llamábamos cariñosamente “Mamita”. Y por último me encontraba “yo”, el que recuerda esta historia, situada en el año 1966, en un pueblo muy lejano (apenas tenía cinco años de edad).

- Si uno de ustedes votó a Esteban... ¡Nadie desayunará hoy! … –Expresaba la tía María.

-Yo sé que no lo quieren, porque le gusta subirse a las camas. Pero “es mi animal y yo lo estimó mucho”. ¡Creen que yo no los escuché hace unos días, decir: que lo (el pato) iban a llevar lejos, a la montaña…! (palabras de la tía María).

Ese día fue tal el alboroto que formó la tía María, que nadie fue a trabajar; pues, todos se sumaron a la búsqueda del famoso pato. Hasta los otros animales se veían desesperados buscando, también, a Esteban; sobre todo, los perros tinaqueros –grandes amigos del pato.

- ¡Por estar metiéndote en las ollas te pasó esto…! ¡…Qué voy a hacer sin ti…! ¿Por qué, Dios mío, te llevaste a mi compañero Esteban? -Gritaba desconsolada la tía María- al encontrar el pato después de tantas horas de búsqueda, sin vida dentro de una enorme olla, usada para sancochar plátanos y otras verduras, que por alguna razón se volteó cuando el pato se metió dentro de ella.

¡Bueno…! Durante unos días todos extrañamos al pato, sobre todo, la tía María.
Al cabo de un mes todo volvió a la normalidad… ya nadie mencionaba a Esteban… Tal vez para no herir a la tía María que todos apreciábamos mucho…

¡Definitivamente que la comida mató al pato…!


Por: Eric Enrique Aragón
1 de septiembre de 2011

lunes, 28 de febrero de 2011

¡Culpable…! ¡Culpable…!

Parecía que iba a ser un día cualquiera… Estaba parado dentro de una panadería, casi a la salida de ésta. Era un día lunes, once de la mañana, aproximadamente. Tomaba una bebida de chocolate, mientras miraba todo a mi alrededor.

Enfrente una gran calle por donde pasaban decenas de vehículos y buses colectivos que se detenían a recoger pasajeros, precisamente, a unos siete metros del punto donde me encontraba parado.

A los lados de esta calle muy popular, que en otro tiempo fue la principal de la ciudad, se observan cientos de almacenes, en su mayoría de hebreos. La gente caminando como hormigas por la acera, que está llena de anaqueles con ropa para la venta, pertenecientes a estos almacenes; ya que tienen la costumbre de sacar sus artículos, sobre todo la ropa, afuera del establecimiento comercial, obstruyendo muchas veces el paso de los peatones, y más en días de quincena… También, para hacer aún más difícil el paso de la gente, en la acera de ambos lados de la calle, se han ubicado muchos buhoneros y vendedores de frutas.

Resulta peligroso cruzar esta calle, no obstante, cientos de personas lo hacen en la mañana, en ambas direcciones; ya que se dirigen a sus áreas de trabajo. Por aquí cerca, además de los cientos de almacenes, se encuentran grandes supermercados, instituciones gubernamentales, un museo, varias escuelas públicas, mueblerías, restaurantes, y otros establecimientos comerciales propios de una gran avenida Central, en la ciudad capital.

Miré el reloj –siempre estoy pendiente del tiempo- y me percaté que tenía quince minutos de estar en la panadería. Siempre me detenía cerca de ésta a esperar el bus… Ciertos días de la semana tengo que dictar unas horas de clase – a veces gano unos reales como profesor- en un instituto, que ofrece carreras a nivel técnico superior y que se encuentra en este lugar.

Por la panadería pasan muchos niños con sus padres, que vienen o van a las escuelas de educación primaria, que están a unos pocos metros de aquí… En este preciso momento observaba a una madre que traía de la mano a un niño y más atrás venía una niña. Todos procedían de una escuela, cruzaban la calle, se acercaban a mí. El niño tendría unos nueve años y la niña, no más de once añitos. Mire a la niña que se acercaba y me pareció que caminaba con cierta burla –contorneaba el cuerpo-. Todo el que tiene hijos pequeños, sabe que ellos siempre andan inquietos, es normal a esa edad.
A medida que se acercaba la niña, como algo inesperado e instintivo, de mis ojos empezaron a brotar lágrimas. En ese momento trataba a toda velocidad, de esconder lo que me estaba ocurriendo, para que nadie se diera cuenta. La niña no estaba haciendo ninguna burla… Ella es así…Caminaba con dificultad… Se tambaleaba de un lado a otro, parecía que se iba a caer…

¡Imagínense! el gran esfuerzo que hace esta niña para ir a la escuela… ¡Y cómo hará sus deberes en el aula de clases…! ¡Y la burla de sus compañeritos que no entienden tal situación; porque que no han recibido una buena enseñanza en el hogar… Y de algún adulto desalmado que abundan…! No sabría explicar que enfermedad padecía… Tal vez ¿Parálisis cerebral...? La verdad no sé… Lo que si sé es que hay millones de angelitos que sufren como ella y que nunca pidieron venir al mundo así…

Sentí un gran dolor, que me llegó a lo más profundo de mi alma… La vi alejarse y pensé en lo afortunado que soy; ya que Dios me regaló dos niños sanos. También, sentí una gran impotencia, porque no podía ayudarla… Y al mismo tiempo, la angustia y la aflicción destrozaron mi corazón, porqué medité en la crueldad que aniquila a la raza humana; igual que el peor de los tumores malignos.

¡Qué inhumanos somos que no hacemos nada para que los niños que sufren como esta niñita, puedan vivir en un mundo mejor… ¡SI SOMOS CULPABLES…CULPABLES…!

Por: Eric Aragón
20 de mayo de 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

Entre el dolor y la angustia...

Relato de la vida real.

Tal vez para la mayoría de las personas es difícil entender ¿Por qué? miles de seres humanos se entregan al abandono o quizás algo peor, toman la decisión de no querer vivir más. Honestamente, para comprender bien lo que sienten estas personas, uno mismo debe experimentar tal situación.

Los evangelistas, inspirados por Dios, no se equivocaron cuando señalaron que la “paga del pecado es la muerte”. Se han repetido hasta el cansancio estas palabras –desde tiempos antiguos- sin embargo, la humanidad hace caso omiso o poco le importa. La familia es lo más sagrado que existe; de modo tal, que si ésta no marcha bien, sus miembros se verán afectados; sobre todo, los hijos podrán crecer con una serie de sentimientos dañinos, que afectarán su vida adulta.

Mi vida es un fiel testimonio del mal que causa un hogar destruido.
A lo largo de mis casi cincuenta años, he tenido que luchar muy duro, para vencer los males que si me persiguieran, estaría sumamente feliz; pero, no es así, ellos viven dentro de mi ser; en esos abismos desconocidos por mi mente consciente. Esas emociones malignas comparten mi diario vivir y jamás podré deshacerme de ellas. Lo único que puedo hacer es evitar que tomen fuerza y me ataquen con toda la crueldad -como ya lo han hecho-.

Crecer sin conocer el calor de una familia, concretamente, el amor de una mamá y un papá, ha sido siempre “mi talón de Aquiles”. He sido sometido a lo largo de mi existencia a los más crueles sentimientos de angustia y dolor. Muchas veces he estado al borde de la total desesperación…Es aquí donde muchos claudican y se entregan al abandono por completo y se llega a pensar que para que vinimos a este mundo. Pues no vemos ninguna esperanza ni salida a nuestra, a veces, infernal angustia o depresión.

Cada ser humano tiene un “talón de Aquiles” en su interior. Es decir algún dolor o sentimiento dañino, por causa de situaciones negativas que todos los mortales tenemos –algunas más duras que otras- pero, nadie es perfecto; siempre hay un sufrimiento que acompaña la existencia imperfecta de la humanidad. ¡Gloria a Dios! Que la mayoría de los semejantes son fuertes y se sobreponen a tales emociones perjudiciales. No obstante, siempre estamos los que somos débiles, por más que aparentemos ser poderosos.

Siempre he podido combatir estas emociones dañinas utilizando algunas tácticas, como por ejemplo, la lectura de temas de motivación, caminar y correr, tratar de conversar con una persona positiva; ver televisión, conversar con mi familia. Pero, es durísimo, cuando a una situación de arrastre (una mala infancia) tenemos que sumarle la falta de estabilidad económica –por falta de trabajo- , la edad que dificulta cada vez más conseguir un empleo; una jubilación que nunca llegará, por que son insuficientes las cuotas pagadas a la Caja de Seguro Social, y una familia que está lejos, porque la inestabilidad económica no permite que estén juntos…En fin, analice todo esto y podrá acercarse, un poco, a la comprensión de los semejantes que optan por el abandono o dejan de creer en Dios…¡Y peor! Pierden el interés por la vida…

Es duro luchar contra una angustia infernal. Uno siente la sensación –literalmente- en la garganta de ahogo. El corazón palpita muy rápido. El llanto no para…Se desea gritar… En ese momento la persona solo quiere acabar con ese dolor… Esto es lo que siente mucha gente…Y por eso deciden ahogar permanentemente sus penas en el alcoholismo, se echan al abandono de sus vidas…Sienten que ya no hay esperanzas…Ni porque vivir…

Lo único que yo les puedo decir es que el llanto y el dolor estarán siempre con nosotros, mientras seamos seres humanos. Sin embargo, jamás dejemos de luchar...

¡No deje de luchar jamás! ¡No se rinda! Y tenga presente en medio del llanto y el dolor, el único que nos puede ayudar es Dios. ¡Por favor! Clame a Él y a su hijo Jesucristo… ¡Pídale ayuda! ¡Pídale ayuda! Grítele ¡Por favor Jesús, ayúdame!
Tú padeciste mis males, cuando estuviste en la tierra… ¡Por favor! ¡Ayúdame!

Por: Eric Aragón








miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mi afición preferida…

---- ¡Muchachito! ¡Muchachito…! ¡Despierta…! ¡Tienes que ir a la escuela…! ¡Hasta cuando vas a dormir…! ¡Te voy a echar agua...!
Estas eran algunas de las frases cotidianas, a las cuales estaba acostumbrado diariamente. ¡Como todo niño…! Quería seguir durmiendo… Generalmente, me levantaban de la cama a las 6 de la mañana. Y no sólo durante los días de escuela; también, me levantaban temprano los fines de semana.

¡Aquellos tiempos eran otros…! Tanto en la escuela como en el hogar, se enfatizaba mucho la disciplina y los valores morales. Se creía ciegamente que la disciplina y los valores morales, iban a convertir al niño para el futuro: “en un hombre trabajador y de bien”. ¡Bueno! No se equivocaron… La conducta agresiva de las personas –incluyendo a los mozalbetes- hoy día, está muy ligada a la falta de valores morales. Igual ocurre en las empresas… La carencia de disciplina y valores morales de los trabajadores, influye bastante en la ineficiencia de ellos mismos y en los resultados negativos de la gestión empresarial.

¡Qué tiempos aquellos! ¡No los cambiaría por nada del mundo…! No cabe la menor duda de los enormes avances que ha tenido la tecnología y la ciencia; que hacen nuestra vida más confortable. Pero, cuando se comprende la importancia de practicar los valores morales… ¡Créanme! Nuestra vida será mejor en todos sus ámbitos...

Después de una larga y tormentosa espera, llegaba el tan anhelado fin de semana. ¡Podía jugar con otros niños…sin preocuparme mucho por la escuela! Aunque, generalmente, jugaba solo. Por eso me llamaban… en forma de burla o mofa…”Pájaro zonzo”.

El día domingo era para mí, “sumamente especial”, pues, iría al matiné, como se le llamaba a la función de cine. Ésta daba inició a la una de la tarde y terminaba, aproximadamente, a las 5 de la tarde. Era una presentación de 2 películas especialmente para niños y adolescentes. ¡Claro…! Siempre asistía gente adulta; ya sea acompañando a los niños o simplemente los mayores quería aprovechar el baratísimo precio. Las salas de cine presentaban todos los días películas, de todos los géneros, en horas de la noche. Lógicamente, no se permitían menores de edad. Aparte de todo, la entrada era más cara.

Las películas que se veían en el matiné, ya se habían presentado en las tandas nocturnas. Algunas eran un poco viejas; pero, jamás dejaban de ser excelentes… A mi me fascinaban las películas de acción, terror y aventuras. Y las clásicas tiras cómicas…
Sansón y Dalila, Los diez mandamientos, El corsario negro, Tarzán, Batman y Robín; Lo bueno, lo malo y lo feo; King Kong, Veracruz, El llanero solitario; Drácula, El hombre lobo, Casablanca, Lo que el viento se llevó… En fin, son tantas las películas que vi y gocé, y que aún conservo las imágenes en mi mente, que no terminaría nunca de mencionarlas… ¡Yo creo que vi el 90 por ciento de todas las películas, series y tiras cómicas, que dieron en el cine y en la televisión, antes del año 1970!

¡…Y qué decir de los grandes actores y actrices…! Víctor Mature, Errol Flynn, John Wayne, Paul Newman, Elizabeth Taylor, Hedy Lamarr, Gary Cooper, Kirk Douglas, Laurence Olivier, Roger Moore, Charles Bronson, Bela Lugosi, Boris Karloff, Lon Chaney Jr. , y otras grandes celebridades del mundo del cine y la televisión… Hacer mención de estos actores, sería igual que con las películas: ¡una larga e interminable lista que jamás…!

La entrada al matiné costaba únicamente 20 centésimos de dólar. A veces, tenían promociones, por ejemplo: con diez etiquetas de productos comerciales, podía entrar gratis a la función de cine y gozar las dos películas. Las películas, generalmente, eran seleccionadas de acción, terror y aventura. ¡Las preferidas por los niños y adolescentes…! ¡0h…Qué tiempos aquellos…!

Por: Eric Aragón

El romanticismo en mi vida…

¡Mi vida siempre ha estado marcada por el romanticismo…!
Todo empezó con un baile escolar. Los maestros conjuntamente con la dirección de la escuela y la asociación de padres de familia, decidieron organizar una actividad destinada a recoger fondos, para reparar los baños que permanecían dañados, desde hacía un par de meses.

La actividad se celebraría un viernes, desde tempranas horas del día, hasta las 2 de la tarde aproximadamente. Ésta consistía en venta de comidas, bebidas y golosinas; juegos para niños, tómbolas; y por supuesto, no podía faltar el tradicional baile para todos los que quisieran asistir. Tanto maestros, padres de familia, como alumnos se daban cita en un gran salón de clases que se habilitaba, para tal finalidad. Para poder bailar había que pagar la suma de 25 centésimos de dólar por cabeza…

Después de pagar mi boleto, entré al gran salón de baile y me senté en una silla… Me dediqué largo rato a ver las parejas bailando, pues, aparte de que no sabía bailar, era bastante tímido. Se puede decir que durante mi infancia y la mayor parte de mi adolescencia fui muy tímido; no obstante, jamás me detuvo esta cualidad, para ser aventurero y audaz.

Ya tenía más de una hora de estar solo y de aguantar las burlas – a veces disimuladas y otras no- de mis compañeros bailarines; porque (yo) no me acercaba a ninguna niña para invitarla a bailar… ¡Mi timidez me lo impedía…Tenía miedo…!

Sentí que todo el cuerpo me temblaba, casi no podía hablar, y para rematar por poco me orino del nerviosismo que sentí, en el preciso instante, cuando una voz muy dulce me dijo al oído:
---- ¿Quieres bailar conmigo? ¡No era cualquier niña! Se trataba de la más hermosa de la escuela. Alta, clara de piel, cabello largo ondulado, ojos de color violeta, igual que su nombre de pila -supongo que su nombre se lo pusieron en honor a sus lindos ojos- y como si fuese poco, una de las mejores alumnas de la escuela.

Honestamente, ignoro como ocurrió… pero, a partir de ese momento ella y yo bailamos hasta el final. ¡Claro…! Únicamente bailamos boleros, pues, era lo más fácil para mí, ya que era un perfecto torpe para el baile. Sin embargo, a ella no le importó…Yo no hacía nada…Ella me guiaba con su cuerpo y me indicaba, cuando debía ir más lento para no pisarle mucho los pies… Realmente era un tarado… No nos despegamos el uno del otro, parecíamos dos enamorados… Nos convertimos en el centro de atracción y chisme, de todo mundo…Mis ojos y mis sentimientos eran solamente para ella… ¡En ese momento, hasta le pedí a Jesús que detuviera el tiempo para siempre…! Ese momento fue mi primer contacto con el amor noble y dulce, que puede sentir un niño de nueve años hacia una niña de once años. ¡Sí...! ella era dos años mayor que yo, pero, así la amaba… ¡Bueno…! Era un niño y para mí ese era el perfecto amor…

Después que terminó la actividad bailable y todo se normalizó en el centro educativo, la vi un par de veces y creo que nos enviábamos mensajitos de amor… Ella cursaba el quinto grado y estaba en otro lugar recibiendo sus clases; ya que la escuela estaba dividida en dos secciones, alejadas una de otra. ¡Jamás olvidé este corto, pequeño y bello romance…!

No puedo aseverar si fue a partir de este romance…Pero, lo cierto es que descubrí que tenía cualidades para ser romántico… Me empezaron a gustar todas las películas clásicas de romanticismo. Leía bastante las novelas de amor y me apliqué al aprendizaje de exquisitas palabras, casi poéticas, de aquellas que impresionan a las damas.
Estas cualidades me han acompañado toda la vida… A muchas damas he podido enamorar con palabras bonitas y ramos de flores… ¡A la mamá de mis dos hijos la enamoré con palabras dulces, románticas y poéticas…! En varias ocasiones exclamó:
---- ¡No sé que te vi…! Obviamente no se refería a mi belleza física, porque no la tengo…


Por: Eric Aragón

domingo, 1 de agosto de 2010

Mi primera experiencia en la escuela...

Para muchos niños la experiencia de ir a la escuela por primera vez, es bastante traumática. Por eso es necesario que alguno de los padres o tutores, esté pendiente del desenvolvimiento del niño, en la escuelita. Mantener contacto directo y a diario con los maestros; y si es posible, o por lo menos, tratar de acompañar al infante a la escuela, cada vez que se pueda, es fundamental para la estabilidad emocional del pequeño.

Los adultos deben comprender que el niño se siente raro e indefenso, en un ambiente totalmente nuevo para él; y si ve algún elemento hostil en la escuela; podría ser hasta traumática su experiencia escolar. Ésta debería ser la mejor para el niño; ya que va a realizar actividades que desarrollarán su imaginación y creatividad; y por otro lado, conocerá nuevos amiguitos. Pero, hay que hacer énfasis en el hecho de que los padres deben ayudar a que el proceso de adaptación escolar, sea lo más rápido y satisfactorio para el niño.

¡La verdad…! El recuerdo que pasa por mi mente, acerca de mi primera experiencia escolar, es un poco confuso en ciertos casos. No obstante, si recuerdo perfectamente lo principal del relato.
Eran los inicios del año 1966. Cumpliría dentro de unas semanas la edad de cinco años. En estos años muy poco se conocía la educación, que hoy día se llama preescolar. Es decir, que al niño se le lleva -desde los tres y cuatro años- a una escuelita especial, donde más que todo se le estimulará la creatividad y se le ayudará al proceso de adaptación, de modo que cuando empiece la escuela básica, se pueda adaptar fácilmente.
¡Hago el intento de comprender, porque la señora con quien vivía, me había entregado a una mujer joven… casi una muchacha, para que me llevara a vivir a otro lugar!
En mi mente está claramente la imagen de la muchacha, cuando me lleva de la mano a tomar un bus de pasajeros (chivita). Aparentemente, nos dirigimos a un pequeño pueblo, ubicado en un lugar alto; ya que la chiva va por una carretera, en forma de curvas y que sube…

Aunque no le veo la cara a la muchacha en mis recuerdos, si la visualizo como una joven de corta edad, tal vez unos dieciocho años; esbelta y con un vestido (traje), bien arreglado. Tiene la apariencia de una joven muy seria… ¡Lamentablemente…! Por más que trató de buscar en mi mente… no encuentro ninguna información, sobre esta muchacha desconocida… ¡Solo Dios sabrá quien era esa misteriosa muchacha, y si aún vive…! ¿A dónde estará…?

Llegamos a un pequeño pueblo. Recuerdo que las líneas del ferrocarril pasaban por todo el centro del poblado –en esos años eran muy populares los trenes como medio de transporte-. Había bastante casas, tiendas, supermercados, y calles laterales.

La muchacha me llevó a vivir con una familia, un poco numerosa. Era una calle que no tenía salida. A la entrada de la misma (calle), estaba una casa, con un gran patio, lleno de animales domésticos. ¡Aquí se reunía toda la familia a comer! Al final de esta misma calle, otra casa, con varios cuartos –llenos de camarotes-. Aquí dormía yo… ¡…Y por cierto, qué problema, la gente no sabía que hacer conmigo…Tenía la mala costumbre de orinarme, casi todas las noches en la cama…! Ambas casas pertenecían a la misma familia… ¡Y todavía no descubro –y nunca lo haré- quienes eran estas personas y que hacía yo allí…! Cuando se salía de la calle, en la cual me encontraba, inmediatamente se observaba la escuela, a dónde iría, yo, al kínder –estaba cerca de la casa-.
No recuerdo si alguien me llevó a la escuelita o tuve que ir solo. Lo que sí sé, es que estuve pocos días en la escuela. No me pude adaptar… ¡Me la pasaba llorando…! Después… ¡Todo se acabó…! ¡Salí de ese pueblo…! Alguna persona me tuvo que sacar… ¡No recuerdo más…!
¡Y la muchacha misteriosa…! Prácticamente, desde que me llevó al pueblo, desapareció… ¡Jamás supe de ella…!

Lo único agradable que me gustó de ese lugar, es que me escapaba de la casa, al atardecer, para ver las series de televisión que se transmitían en esos años. Me paraba enfrente de la casa de una familia cualquiera, para ver televisión, ya que era muy común mantener las ventanas y puertas abiertas. Mucha gente en esa época, acostumbraba asomarse por las ventanas y puertas, para ver la televisión. No todo mundo podía tener un televisor. Y los que sí tenían, dejaban ver a los vecinos las series y telenovelas –muy populares por esos años-. Mi serie favorita era el “El gato”. Pero, realmente, no era la única serie que me atraía. Casi todas las series de televisión de esta época me fascinaban.

Recordemos las famosas series de televisión: Batman y Robin, Bonanza, El Gran Chaparral, Los Agentes de Cipol, Superman, Rin Tin Tin, Lassie, La Pandilla, Hawai 5 Cero; en fin, todas las series eran espectaculares; pues, la televisión estaba de moda.


Por: Eric Aragón
1/agosto/2010

jueves, 1 de julio de 2010

La mejor enseñanza que recibí...

La regla de oro más importante que debe observar toda persona es: “la oración”. Esta representa el puente entre nosotros -los mortales- y Dios.
Cuando apartamos unos minutos de nuestras actividades diarias, para dedicarlo a decir tan siquiera un Padrenuestro, con la mayor sinceridad; lo más seguro es que Dios y su hijo Jesucristo, nos apoyarán en todo lo que hagamos.
Pues, la oración, cuando sale del corazón, es una invitación que le hacemos a Dios. “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre, yo entraré…” Jesucristo, que dio la vida por nosotros, todos los días está tocando la puerta de nuestro corazón…
---- ¡Ven muchacho arrodíllate…! No podemos acostarnos si no hacemos la oración antes…
---Me decía la anciana, de cabellos blancos y un poco pasada de peso.

Todas las noches me mostraba rebelde ante tal solicitud. Para mí esto de hacer una oración era lo más aburrido del mundo… Prefería mil veces ponerme a jugar. Y en efecto, antes de acostarme me ponía a jugar con unos soldados que hacía de papel. Muy pocos juguetes de verdad me compraban. En ese momento no lo comprendía…Ahora que crecí, estoy seguro de que la anciana no me compraba juguetes, porque era muy pobre. Ella fue una de las pocas personas que me amaron y que me enseñó lo mejor de su vida: ¡A conversar con Dios…! Su recuerdo siempre estará en un lugar muy especial de mi mente…

Calculo –no estoy seguro- que la anciana llamada Leovigilda, había nacido en el año 1880; ya que tenía un poco más de ochenta años de edad. Estamos ahora mismo ubicados entre el año 1964 y 1965, aproximadamente. A pesar de que tenía familia, la mayor parte del tiempo, hasta donde mis recuerdos alcanzan, vivía sola. Yo era su única compañía. La casa donde vivíamos era de madera, no muy grande. Tenía tres divisiones: una sala, a un lado de ésta, la cocina; y en la parte posterior, el cuarto donde dormíamos, bastante grande para dos personas…La anciana y el pequeñín de 4 años, o sea, “yo”.

La casa estaba casi en el centro del pequeño pueblo, frente a una calle que salía a la carretera principal, que atravesaba el país de un extremo a otro. Cerca una estación de trenes… Algunas veces tenía que viajar con la ancianita, a visitar a sus familiares que vivían en otro lugar muy distante y viajábamos en el tren…

---- ¡Niño malcriado! ¡Mañana se tiene que despertar a las cinco de la mañana! Me decía la ancianita. ¡…Cómo si yo no me despertara a esa hora…! Si algo jamás dejaron de enseñarme cuando estaba pequeño, era que tenía que levantarme al amanecer. Pues para ellos levantarse tarde era de holgazanes…Siempre me ponían a hacer alguna tarea… ¡Lo que más odiaba era recoger las hojas del patio…!

----Mañana viajaremos en tren… Estas palabras que finalmente me expresaba la ancianita, Leovigilda, eran “palabras mágicas para mí…” No dormía en toda la noche…Y creo que a las tres de la mañana me levantaba de la cama, pensando que así podía hacer correr el tiempo… La anciana me regañaba por interrumpirle el sueño…Yo dormía a un lado de ella, rozando sus costillas, en la misma cama. ¡Por cierto! La cama era de madera…

“Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos señor, Dios nuestro; en nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo…Amén”.

“ Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino, sea hecha tu voluntad, en el cielo como en la tierra; danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal…Amén”.

A esa edad estas eran las oraciones más aburridas de mi vida… Obviamente, no comprendía el valor de las sagradas palabras… Y era obvio, que no podía a esta edad entender… como cualquier infante de cuatro añitos. Pero, gracias a la persistencia y a la convicción, que tenía esta anciana, de que algún día estas palabras serían mi mayor tesoro… ¡Nunca…! ¡Nunca…! ¡Jamás…! Dejó de enseñarme “a orar a Dios”.

Hoy día le agradezco a Dios, que puso en mi camino a esta anciana Leovigilda, que me regaló el mejor tesoro que puede tener un ser humano “Conversar con Dios”.

¡Qué Dios y Jesucristo la tengan en su gloria…!

Autor:
Eric Aragón
1 de julio de 2010

¡Mi vida… una ironía...! (Relato)

¡La historia de mi vida…! Tiene tantas anécdotas que cuando se la cuento a alguien y sobre todo a la gente joven, les causa risa… A veces he tenido que ganarme algún dinerito para sobrevivir, trabajando unas pocas horas como profesor –es lo único que me ofrecen- y créanme que hay que hacer malabarismos para comer y pagar el alquiler.

En ciertos momentos libres, cuando converso con los jóvenes estudiantes y éstos me preguntan por los eventos de mi vida, yo me animo a contarles –por supuesto, no todo se les puede relatar-.
En otras ocasiones, también, algún adulto o contemporáneo (ya casi estoy en los cincuenta años), desea conocer mi pasado…

Cuando tomo la decisión de narrar algún detalle de mi vida, terminan mis interlocutores con una sonrisa –que más parece burla- o un gesto de ironía, porque hallan la narración de algunas facetas de mi vida, algo fantásticas o sacadas de la mente del productor de cine: Steven Spielberg.

Aún no puedo explicar como pude llegar a las aulas universitarias y como si fuese poco llegar a ser un estudiante distinguido… Mi niñez y mi adolescencia están cargadas de tantos sinsabores, que a esta edad debí en lugar de contemplar las estrellas, como lo hago al amanecer, estar estrellado…

Mi verdadera madre, una gitana que emigró a Centroamérica (Costa Rica), en los años 50, y que mi mente no logra recordar bien. "Una leve y borrosa imagen de una mujer esbelta, clara de piel, con su rizado y largo cabello", es lo único que logro ver en lo más recóndito de mis recuerdos… ¡Es comprensible que no la recuerde! La última vez que la vi sólo tenía 4 añitos…

Después me convertí en una bola –entiéndase la expresión en forma literal-; ya que distintas personas, en diferentes países donde viví tales como Costa Rica, Islas Canarias, el este de Europa, sobre todo Rumanía de donde era mi aventurero padre, y Panamá donde me trajo mi madre, intentaban adoptarme de hecho, pues legalmente nadie lo hizo ni le interesó. En fin, la historia siempre era la misma: “te queremos educar…” y al siguiente año me largaban como un… Bueno… hay que utilizar la imaginación… No cabe la menor duda de que soy hijo de una gitana… ¡Nunca…! ¡Jamás! Me pude adaptar a un lugar o tomar en serio algo. Siempre fui inestable, soñador y aventurero… Desde que tuve uso de razón mis pensamientos siempre han estado en un lugar lejano...Quizás es cierto lo que dicen… Que la sangre llama…

A los ocho años me ganaba mi propio dinero, limpiando zapatos o vendiendo frutas para algún fulano… Me iba con otros mozalbetes a los grandes ríos, llenos de fuertes corrientes y remolinos. Recuerdo una vez que una señora me llevó a su casa. Era una familia pobrecita que vivía en un campo… La señora, bueno, para mí era mayor…Pero realmente se trataba de una mujer joven que trabajaba como empleada doméstica en la gran ciudad… El asunto es que un día salimos a visitar a una vecina, cuya casa estaba lejos. Así es el vecindario en el campo… Cuando estábamos donde la vecina, se me ocurrió lanzarme a un río que estaba frente a la casa de ésta. El charco parecía poco profundo… ¡Sorpresa la mía! Se trataba de un río sumamente hondo y con fuertes corrientes… ¡Me estaba ahogando...! ¡Tragaba agua, trataba de gritar y no podía...! ¡Movía las manos desesperadamente! –"estaba pequeñito, no podía hacer más"- milagrosamente la misma corriente que me estaba ahogando, me llevó a las raíces acuáticas de un gran árbol que estaba a la orilla del río. No sé como pude agarrarme desesperadamente de las raíces y salir del río… Me encontraba asustado, era una experiencia sobrehumana para un niño… ¡Lo increíble de todo es que las dos mujeres estaban hablando tranquilamente y jamás se dieron cuenta de mi agonía…! En lugar de traumatizarme esta mala experiencia, me convertí en un excelente nadador a los nueve años. "No hubo río por más peligroso que fuese, que me asustara…"

En otra ocasión, un supuesto padrastro, esposo de una señora que según ella, mi mamá me regaló. Pero ¡Jamás! durante el tiempo que estuve con ellos supieron darme una explicación coherente y satisfactoria de tal hecho. Más bien pensaba y aún lo hago, que ellos pudieron comprarme o que alguien me plagió… Estamos hablando de una época en la cual no había tanta bulla ni investigaciones por estos actos… A menos que se tratara de gente influyente o adinerada… ¡Pero gitanos…! Éstos eran tratados mal en Europa y en todas partes del mundo…

El señor –supuesto padrastro- me llevó a vivir con él, ya que estaba separado de la señora. Me inscribió en un buen colegio católico, donde estuve poco tiempo; sin embargo, recibí una excelente formación moral y buenos ejemplos que marcaron mi porvenir… Recuerdo que estando con él conocí de cerca los grandes barcos que venían de Europa a buscar bananas… Vivíamos cerca de un gran puerto al cual llegaban los grandes barcos… El padrastro mío –poco tiempo duró su papel como padrastro- trabajaba para la compañía multinacional Chiquita Brands International, que se dedicaba a la producción y exportación de bananas. Subir a los barcos y recorrer todas las secciones fue tan impresionante, que quería trabajar en uno de éstos. Nunca me dejaron laborar en estas embarcaciones, pues, el señor (padrastro) alegaba que tenía que hacer muchos trámites, porque yo era menor de edad. Déjenme decirles que en esos años hasta un fantasma podía trabajar fácilmente en los barcos… Lo más que alcancé, fue trabajar unos días en un barco de cabotaje…

En pocos meses este señor, con sus comentarios y regaños, me hacía sentir como el mozalbete más rebelde de la época (años 60 y principios del 70). Ahora que tengo buen uso de razón, me doy cuenta que simplemente preparaba el camino para deshacerse de mí… Y así fue… me tiró a la calle como un…Nuevamente… La imaginación… Pero, antes de que esto sucediera, a los doce años de edad, con un montón de monedas (centésimos) que sumaban un dólar, me escapé de la casa y con un poco de creatividad, conseguí subirme a un avión carguero –en ese tiempo muchos utilizaban hélices- y viajar lejos, aunque al rato me devolvieron, sin mayores consecuencias…Mi vida está llena de emocionantes aventuras y eventos dramáticos, que espero contarlos poco a poco…


Por:
Eric Aragón

El día que se perdió el pato...

La tía María, como todos le decíamos, andaba desesperada, gritando… ¡Qué alboroto había formado eses día…! buscando de un lado a otro…Cualquiera pensaría que buscaba al “nieto recién nacido…” Sin embargo, no era un ser humano lo que con tanto afán buscaba. Seguía gritando cada vez con más fuerza: ¡Esteban…! ¡Esteban…! ¡Esteban…! ¡Donde estás! Pueden creer que se trataba de un pato. ¡Por supuesto…! No era cualquier pato… “Era su pato”.
Como ella decía: -Esteban es mi pato preferido. Siempre anda detrás de mí. Un día de estos me va a hablar, y cuando eso ocurra no sé que le voy a decir-.

Era una pequeña casa de madera, sin mucha estética, más tenía la forma de una figura cuadrada. Apenas se cruzaba la puerta de entrada, se encontraba uno con una pequeña sala y después seguían varios cuartos: uno al lado del otro y en el centro un pasillo. En total cuatro cuartos. Al final, el quinto cuarto que abarcaba todo el espacio y se utilizaba como depósito. Éste tenía una puerta de salida hacia la parte trasera de la casa.

A lado de la casa -mirándola de frente, hacia la derecha- un rancho de paja, abierto por todos los lados, que se utilizaba como cocina. Realmente, la cocina consistía en dos fogones, que usaban tres grandes piedras cada uno. El combustible era la madera seca, la cual se encendía echándole un poco de querosín. Ahora recuerdo –pues, tenía cinco años de edad- entre el rancho de paja y la casa, colocaron un techo de zinc, e hicieron un piso de cemento, para usarse como comedor –también estaba abierto, sin puertas-.

Enfrente de la casa estaba una quebrada, que la tía María utilizaba para lavar los platos; incluso, también, la ropa. Con este propósito se colocó en el lugar más adecuado, un techo de zinc y unas piedras de cierto tamaño, que servían como asiento a las personas que estuviesen allí lavando. La quebrada no estaba muy lejos de la casa, quizás a unos 30 metros.

Igualmente, la casa estaba rodeada por grandes árboles, cuyo dolor de cabeza para mí, era el montón de hojas que se desprendían - más en la época seca- que yo tenía que recoger todos los días. Había árboles de todas clases, desde frutales (naranjas, guabas, tamarindo, cocos y otros); hasta aquellos usados para sacar madera, como el Roble, Macano y Cedro. Me encantaba ver éstos últimos por ser árboles de gran altura…

Antes de llegar a la quebrada, que ya mencionamos, había varias cuerdas de alambre delgado, amarradas entre dos árboles, que se usaban como tendedero de ropa. La casa –realmente era una finca- tenía grandes extensiones de terreno hacia atrás. En éstos se apreciaban corrales (lugares destinados a los animales), con cercas de alambre de púas o de de una especie de bambú muy resistente. Había un corral para cada especie de animales o de aves; tales como, las vacas, cerdos, caballos, gallinas y patos.

Algunas gallinas, gallos y patos, al igual que un par de cerdos y caballos veteranos, andaban libremente. Éstos siempre permanecían cerca de la casa…Realmente eran los que le daban la alegría, con sus diferentes ruidos… Y no podía faltar el mejor amigo del hombre: un par de perros ordinarios, de color marrón claro, más parecido a los tinaqueros, que no sólo avisaban cuando venía un visitante –siempre los había- sino que cuidaban a los animales que estaban en la casa, de la presencia de las zorras, culebras, gavilanes, tigrillos o de cualquier otro animal indeseable, que acechaba a los animales domésticos.

Todos los días al amanecer, los residentes de la casa se despertaban con el alegre canto de los gallos. A las seis de la mañana, tanto los miembros de la familia, como los animales domésticos esperaban el desayuno. Algunas veces había uno que otro animal que se aventuraba a exigirle a la tía María, el desayuno. El caballo viejo era uno de estos animales que a veces le empujaba la ventana de su cuarto. Todos ellos andaban siempre detrás de la tía. Pero, uno de los preferidos por ella, era precisamente el pato Esteban. Nombre que sacó de una radionovela.

Además de la tía María –la protagonista de este relato junto a su fiel pato- cuya edad rondaba los 48 años, aproximadamente; estaba el esposo, un señor de unos setenta años, trabajador y fuerte como un roble, a quien todo mundo llamaba “Tatica”. Un nieto de unos quince años, que trabajaba a la par de los adultos en las labores de campo. También, los acompañaba un muchacho de origen indígena, que servía como mozo. Al igual que la mamá de la tía María, a quien todos llamábamos cariñosamente “abuela”. Y por último me encontraba “yo”, el que recuerda esta historia, situada en el año 1966 (apenas tenía cinco años de edad).

--- Si uno de ustedes votó a Esteban... ¡Nadie desayunará hoy! …–Expresaba la tía María- Yo sé que no lo quieren, porque le gusta subirse a las camas. Pero “es mi animal y yo lo estimó mucho”. ¡Creen que yo no los escuché hace unos días, decir: que lo (el pato) iban a llevar lejos, a la montaña…!

Ese día fue tal el alboroto que formó la tía María, que nadie fue a trabajar; pues, todos se sumaron a la búsqueda del famoso pato. Hasta los otros animales se veían desesperados buscando, también, a Esteban; sobre todo, los perros tinaqueros –grandes amigos del pato.

--- ¡Por estar metiéndote en las ollas te pasó esto…! ¡…Qué voy a hacer sin ti…! ¡Porque, Dios mío, te llevaste a mi compañero Esteban! --Gritaba desconsolada la tía María- al encontrar el pato después de tantas largas horas de búsqueda, sin vida dentro de una enorme olla, usada para sancochar plátanos y otras verduras, que por alguna razón se volteó cuando el pato se metió dentro de ella.

¡Bueno…! Durante unos días todos extrañamos al pato, sobre todo, la tía María.

Al cabo de un mes todo volvió a la normalidad…ya nadie mencionaba a Esteban…Tal vez para no herir a la tía María que todos apreciábamos mucho…
¡Definitivamente que la comida mató al pato…!


Autor.
Eric Aragón
1 de julio de 2010

martes, 1 de junio de 2010

¡Cuándo mi vida cambió…! Parte I (Relato)

Miraba los grandes árboles que me rodeaban y cuyas ramas se movían de un lado a otro, casi de una manera rítmica. Se podía escuchar un hermoso y leve sonido, producto de la suave brisa que soplaba, como si la bella princesa de un cuento de hadas, acariciara mi poco agraciado rostro.

Estaba sentado en la banca de un famoso parque, a mi lado una muchacha... De piel muy blanca, demasiado alta para mí. Ella pertenecía a una familia de clase media y de fuertes principios morales… Ambos cursábamos el penúltimo año de la escuela secundaria. La verdad no me explico que hacía conmigo. Desde corta edad he sido un enamorado de las mujeres lindas… pero, siempre me ha ido mal… tal vez por no tener el físico de Paul Newman; más bien, si habría que compararme, sería con un Orson Welles… ¡y quizás éste atrajo más mujeres en una hora, que yo en toda una vida…!

Todos los compañeros de estudio y la directora nos andaban buscando por todas partes…Eran las diez de la mañana y nos habíamos escapado de la escuela para ir al parque a darnos unos besos… Siempre la cuerda se rompe por el lado más delgado. En este caso –utilizando el sentido figurado- yo representaba esa parte más frágil de la cuerda. La directora me quería expulsar del centro educativo y los padres de la joven hicieron una campaña para ponerme como el peor de los estudiantes… ¡Y por supuesto…! Le prohibieron a la esbelta muchacha que tuviera contacto conmigo… Unos días después, ella me pidió que nos viéramos a escondidas, pero, mi orgullo y frustración hicieron que no la determinará jamás…

Mi vida de adolescente en ese momento era un caos, andaba de tumbo en tumbo. No sabía que quería en la vida ni que camino seguir. Dentro de unos meses cumplía dieciocho años y para rematar no sabía que hacía en la escuela…No era mi prioridad, no me gustaba. No tomaba el estudio en serio. Me dedicaba a la vida mundana… Llevaba una vida nocturna –parecida a la de un vampiro- hasta altas horas de la noche en las cantinas, bares y lugares de apuestas. Me gustaba jugar billar, era un apostador hábil. Ganaba dinero, a pesar de estar prohibido para los menores de edad, trabajando en los billares… Era un joven precoz en esta clase de vida, en la cual predominaba lo negativo… De vez en cuando tenía que darme puños con alguien… En fin, no era de extrañar que viviera así, al fin y al cabo, soy hijo de una gitana española, que huyendo de la persecución en Europa –tal vez buscando una mejor vida para mí- vino a América a abandonarme a principios de la década del sesenta; para ser exacto en el año mil novecientos sesenta y uno.

Después del incidente con la joven, decidí viajar a otra ciudad. Desde pequeño me gustó viajar… Siempre me la ingeniaba para hacerlo, a veces sin plata ni ropa. Usando la imaginación y el juego de palabras, lograba viajar a otras lejanas regiones. Nunca me sentí como parte de los lugares donde vivía, con alguna persona o familia que –supuestamente- me quería adoptar; pero, que al final me daban una patada… y para la calle; porque según ellos, yo no iba a servir para nada productivo en la vida… Me habían condenado antes de tiempo… Prácticamente, viajé con lo que tenía puesto y con casi ningún dinero.

Ha transcurrido la mitad del año 1979. Cuando se me acabó el dinero, tuve que dormir un par de días en un callejón. Mi cama consistía en unos cartones. Tenía que dormir con un ojo abierto, pues, abundaban los del mal vivir. Se me ocurrió –creo que desde que nací tuve una gran imaginación- ir a una iglesia, no recuerdo la denominación, y decir que había sido objeto de un robo y que por favor me ayudaran, pues, necesitaba un trabajo y donde quedarme…Tengo que reconocer que a diferencia de otros, siempre le caía bien a la gente… De repente no quedaban muy convencidos de la historia que les contaba, pero, siempre me ayudaban…

Terminé en la casa de una gente que asistía a la iglesia. Un señor miembro de esta familia, trabajaba arreglando los jardines y limpiando el patio de casas de familias pudientes. Lo hacía como un servicio profesional y le pagaban por día. Trabajé unos días como ayudante. Después me recomendó para que trabajara con un señor de familia rica y aristocrática, como jardinero y aseador. Como el trabajo era de tiempo completo, tenía que dormir en un cuarto que estaba detrás de la residencia. Realmente eran dos habitaciones especialmente para los empleados. ..¡Y qué cuartos…Eran bonitos y sus baños con preciosos mosaicos!

La residencia era de una sola planta, pero, enorme y muy linda. Tenía una terraza en la parte posterior; al igual que una gran piscina que me tocaba limpiar todos los días. Una fachada impresionante…Tenía grandes columnas de piedras, pintadas de un apropiado color rojo, que las hacían atractivas a los ojos humanos. Un jardín lleno de flores de todos los colores. Y un garaje para varios automóviles. Sin embargo, no todo era perfecto aquí… La familia estaba separada… Simplemente mostraban una falsa imagen a la sociedad de ricos y famosos, como lo eran. La esposa, una señora gorda y sin mucha gracia, ocupaba un cuarto lejos del esposo –aún no se habían divorciado-. Era dueña de una casa de playa, en un lugar exclusivo para los aristocráticos y recibía un jugoso cheque mensual por servicios prestados como diplomática –más bien creo que se trataba de un regalo que le hacía su influyente familia-.

Continuará….




Autor: Eric Aragón
27 de mayo de 2010

¡Cuándo mi vida cambió…! Parte II (Relato)

Por otro lado, estaba el esposo de la doña - mi jefe- de unos 54 años de edad, quien era el dueño de la residencia donde me encontraba. Trabajaba como alto ejecutivo en una empresa multinacional. Y no podía faltar, la linda y vanidosa hija. Una joven de 15 años, a quien le gustaba presumir en el club social más exclusivo del país (únicamente para aristocráticos).
Lo cómico es que la hija y la madre no le hablaban al señor; mejor dicho, ninguno se determinaba. Y cada quien tenía su propia servidumbre. No es exagerado decir que se odiaban…

Cuando el señor llegaba del trabajo –supongo que la soledad lo impulsaba- me llamaba para que lo acompañara a cenar y después nos poníamos a jugar naipes. Entre jugada y jugada, me hablaba de su vida como estudiante en los Estados Unidos de Norteamérica y de su profesión como financista –muchos años después vine a comprender que hace un financista-. Los relatos que me hacía de su vida como estudiante, me impresionaron bastante. Por otra parte, tenía una gran biblioteca llena de tantos libros, que cautivaron mi atención… ¡Pero, aquí no finaliza mi admiración…! Observar a este señor hablar bien y poseer tantos conocimientos; al igual que el manejo tan preciso de los cubiertos, a la hora de comer: ¡Me impactó doblemente…!

A los pocos días de trabajar en la residencia, me comunicó el señor que tenía que acompañarlo a la casa de playa. ¡Yo no iba a pasear…! Sino a trabajar como mesero (waiter). Con frecuencia acostumbraba reunirse, los fines de semana, con sus amigos en la casa de playa. Estas pláticas de sobrias no tenían nada. Esta gente “aristocrática” se emborrachaba y protagonizaba actos, que a veces no se diferenciaban de los que se veían en los barrios populares.

Mi labor como waiter solo duró unas pocas horas. Empecé muy bien, sirviendo las copas de whisky –había una medida para las damas y otra para los caballeros-. Pronto la curiosidad me llevó a probar un poquito el fino licor. ¡Lo encontré dulce y sabroso…! Cada vez que preparaba el trago a los invitados, aprovechaba -en la cocina- para tomar mi poquito de whisky. A las dos horas ya me había olvidado de las medidas y hasta de caminar recto… Con frecuencia las damas iban a la cocina, a preguntarme si estaba utilizando las medidas correctamente… ¡Los tragos que me tomaba, y que por ignorancia creía que el efecto no sería tan fuerte, a las dos horas, empezaron a surtir efecto. Obviamente, no era como yo esperaba. Empecé a perder la noción, tanto del tiempo como de la medida de las copas. Sin embargo, las damas con mucha valentía se tomaban los tragos que les llevaba…!

El patrón me había contado que algunos amigos suyos se emborrachaban, a tal extremo que perdían el control…y realizaban actos, a veces, bochornosos. ¡Bueno…Yo lo pude comprobar…!

Para concluir, al día siguiente, me había despertado dentro de una tina de baño… Me contaron que a las pocas horas no me vieron más… Después de una búsqueda, ya que los invitados esperaban que sirviera los tragos, me halló una mujer en la tina del baño de las damas, no antes de gritar; pues únicamente –según dijo la dama- veía mis zapatos y como es lógico, se asustó. Al día siguiente, todos comentaban y se reían del incidente… les pareció chistoso por tratarse de un jovencito… ¡Lo consideraron una mala travesura…! ¡Este fue el final de mis relaciones con la alta sociedad…!

Después de un mes de trabajo como jardinero y aseador, renuncié; ya que a veces quedaba en el medio de las polémicas de la familia… Y para empeorar las cosas, me gustaba la hija…

Volví con mis antiguos amigos –la gente pobre de la iglesia-; pero, cargado de libros y revistas que me regaló el señor aristocrático, para quien trabajé.

El mismo señor que me recomendó para el trabajo de jardinero, me manifestó, que su hermano mayor cuidaba una finca y que si yo quería ayudarlo. Por lo menos, tendría comida y casa (y algo de dinero me pagaba), hasta que pudiera conseguir un empleo mejor que el anterior. Le dije que si aceptaba, aunque no estaba muy convencido de ir a una finca. La imaginaba lejos y en una zona rural.

¡Sorpresa la mía…! Al darme cuenta de que no era una finca rural; sino, la mansión de otro personaje adinerado. Se trataba de dos hermanos que emigraron de Barcelona, en los años 40, a esta región de América. Ambos españoles, como socios, establecieron una de las primeras rutas de buses de pasajeros, que funcionó, si no me equivoco, hasta los años 70. No obstante, estos españoles, ya se habían hecho ricos y tenían propiedades de mucho valor económico… Las residencias, realmente eran dos, estaban en espera de ser vendidas; ya que los dueños originales (los patriarcas), habían fallecido –no tenían mucho tiempo- y los hijos (adultos) vivían en otros lugares, también de lujo.

La casa me impresionó por sus decoraciones y lujos –estaba un poco abandonada-. Tenía grandes ventanas con unas cortinas elegantes, gruesas, de color azul y rojo. Grandes aparatos eléctricos por todas partes, como era propio de una residencia de millonarios. Me di gusto viendo películas en un televisor gigante; por supuesto, nos referimos a los televisores que hoy nos parecerían unos grandes cajones; pero, en esa época era lo mejor de lo mejor, y sólo los adinerados podían comprarlos.

En esos años empezaba a funcionar un nuevo canal de televisión. Únicamente existían los dos tradicionales… Este nuevo canal comenzaba a laborar a las tres de la tarde. Tenía un bloque musical: Los grandes de la música –puras canciones en inglés, pero, excelentes-; y la otra parte de su programación, consistía en películas, generalmente de acción, con los grandes actores del cine, como Victor Mature, John Wayne y Robert Taylor, entre otros. Cuando el señor que cuidaba la residencia se iba a la ciudad –vivíamos en una zona residencial un poco alejada del centro de la ciudad- yo me daba gusto comiendo y viendo películas. Siempre he sido fanático del cine y de las grandes baladas en inglés y en español…
Continuará...

Autor.
Eric Aragón
29 de mayo de 2010



¡Cuándo mi vida cambió…! Parte III (Relato).

La mansión tenía por todos los rincones: libros y enciclopedias, sobre todo la enciclopedia Barsa. Grandes mapas del mundo y de España, adornaban los finos y voluminosos escritorios -de madera fina y con grandes planchas de vidrios en la parte superior-. Se notaba que eran dos españoles amantes del conocimiento universal… En fin, además de ver televisión, me apasioné por la lectura de la enciclopedia Barsa y de otros libros que encontré interesantes; incluso, algunos de diplomacia.

Otro asunto que me impresionó, fue la lectura de varios trabajos de universidad de la hija de uno de los españoles –recuerden que eran dos hermanos-, que estudiaba en esos años en la mejor universidad privada del país (únicamente había una para gente pudiente). Los trabajos que leía, porque me parecían interesantes y fáciles de entender –quizás el deseo de aprender y de expresarme bien, era tan grande que entendía los trabajos o simplemente me sentía feliz aprendiendo nuevos conceptos- en su mayoría se referían a la economía.
En ese momento aprendí dos definiciones de lo que significa economía, que jamás se me han olvidado; incluso, son las definiciones que he usado en la actualidad, cuando me ha tocado trabajar como profesor: “La economía es el estudio de la producción, distribución y consumo de los bienes y servicios…” y el otro concepto… “Es el estudio de las acciones encaminadas a satisfacer las necesidades de los seres humanos…”

Yo juraba que esta joven, pues hasta la había idealizado, estudiaba economía. ¡…Sorpresas trae la vida…! Veinte años después me tocó asistir a una serie de charlas, dictadas entre otros expositores, por esta joven… ¡Bueno…! Era una señora mayor, con bastante peso y con hijos bien grandotes y para nada era economista… Se había doctorado en Psicología en una universidad norteamericana. ¡Por supuesto…! Intercambié palabras con ella…pero, en ningún momento le hice comentario alguno sobre mí pasado…

Al cabo de cierto tiempo –seis meses después- me subí al tren que me llevaría de regreso al lugar donde estaba la escuela que había abandonado… ¡Recuerden que aquí se inició este relato…!

Lo primero que hice cuando llegué a la casa, fue acomodar todos los libros que había llevado. Honestamente, no tenía ni ropa; pero, sentía una profunda felicidad en mi interior, al ver los libros que eran, ahora, de mi propiedad.

Al cabo de unos días, mi pequeño cuarto, ya no tendría el mismo aspecto que antes… estaba bien arreglado, con imágenes y mapas pegados sobre la pared. Coloqué los libros en un mueble viejo de madera, como lo hacen en las bibliotecas. No sería difícil adivinar que mi reciente experiencia transformaría mi vida para siempre…

Desde pequeño tuve la suerte –y siempre le daré gracias a Dios por ello- de estar en hogares, donde abundaban los libros, revistas, novelas y hasta las historietas cómicas del momento. También, crecí escuchando boleros y baladas en inglés y en español. Tal vez por estar siempre solo, sin familia, me alejaba de mi cruel realidad, leyendo libros y novelas… A pesar de leer bastante, nunca fui un intelectual ni aprendí a ver con optimismo la vida; siempre mi vida fue bastante superficial y sin muchos deseos de estudiar… Mi único afán era escaparme de la realidad, viajando como un aventurero sin rumbo.

La escuela me aceptó nuevamente, de manera condicional… Era mi último año de secundaria… Indudablemente mi vida había cambiado para siempre…Ya no era el mismo… Miraba el mundo de otra forma: quizás como esos grandes filósofos y sabios que ha tenido la humanidad…

Me preocupaba por hablar bien... Leía sobre todos los temas -sin descanso- para adquirir conocimientos a la velocidad de la luz; incluso, aprendía acerca de materias poco conocidas en esos años, como la parapsicología.

“Me hice amigo de las bibliotecas”. Cuando me arriesgaba a viajar a otros países, lo primero que buscaba eran las bibliotecas. Seguí siendo aventurero, realicé toda clase de trabajos, tuve altas y bajas en la vida; “pero, la forma de ver el mundo para mí, cambiaría para siempre”; incluso, los amigos y actividades, también.

De ser el peor estudiante, me convertí en uno de los mejores ese último año de secundaria. Participé en dos concursos de oratoria, representando a la escuela. Mi imagen cambió radicalmente, de modo tal que me transformé en un dirigente estudiantil. Y finalmente, para concluir este relato, me gradué de la escuela con el tercer puesto, hasta me gané una beca que jamás reclamé; pues, mi mundo se vino abajo, como siempre ha sido mi vida; y tuve que radicarme en otro país…

FIN…


Autor.
Eric Aragón
29 de mayo de 2010






lunes, 17 de mayo de 2010

El poder de la fe… (Relato)


¡Creer en lo que se hace…! ¡Tener confianza… Podemos llegar a la meta fijada…! Y lo que debería ser más importante para la vida de los seres humanos: “La fe cristiana”.

La fe, es sencillamente, de acuerdo al conjunto de libros que contienen la mayor sabiduría “Las Sagradas Escrituras”, una combinación de certeza y convicción, en la fuerza divina.

Exactamente, en el año 1974, llegó a mis manos un libro que no solamente llamó mi atención, sino, que me dediqué a leerlo… En esa época –a mis trece años de edad- no era muy amante a la lectura; sin embargo, como mi vida era un poco solitaria y aburrida, me entretenía, a veces, leyendo cualquier revista o libro que encontrara divertido…

Recuerdo que olvidaba el tiempo, pues siempre estaba solo en la casa, leyendo novelas de vaquero, acción o románticas (me refiero a las pequeñas novelas, que por donde uno mirara era un mar de letras, y en su mayoría traducidas del inglés al español)… Eran aburridísimas… No obstante, entre éstas y la soledad, prefería leerlas... Y así la soledad se hacía chiquita frente a la loca imaginación que volaba a su antojo…

De vuelta, nuevamente al libro que llegó a mis manos y que me impactó bastante –tal vez hayan otros mejores, pero, a esa edad me impresionó a tal extremo que aún recuerdo todas las emociones que sentí al leerlo y que definitivamente marcó mi vida para siempre-.

Si mi memoria no me falla, el libro se titulaba. ”El poder de la alabanza espiritual”. ¡No me pregunten por los autores…No recuerdo tanto…! El autor del libro explicaba los resultados que se alcanzan cuando, en secreto o mentalmente y en forma constante, se da gracias a Dios en medio de alguna dificultad que tengamos –no importa la magnitud-. Los efectos positivos que se lograban, los sustentaba con el testimonio de muchas personas, que mediante la acción de dar gracias a Dios o a Jesús –repito, en medio del problema- obtenían algún tipo de satisfacción.

“Una señora iba a ser sometida a una operación quirúrgica, para salvarle la vista. Según los médicos las probabilidades de que la intervención fuese exitosa, tomando en cuenta su edad; era de un 30 por ciento. Desde que la señora supo esto, en medio de sus lágrimas, empezó a alabar a Dios cada vez que podía… ¿Cuál fue el resultado? La operación salió mejor de lo que se esperaba…” Así eran los testimonios que presentaba el autor, con el propósito de sustentar el libro.

¡Bueno…! Tengo que admitir que desde que leí el libro, he puesto en práctica “la acción de dar gracias a Dios”, cada vez que tengo dificultades; y también, cuando todo sale bien… ¡Créanme! que verdaderamente existe: “ EL PODER DE LA ALABANZA ESPIRITUAL”.





Por: Eric Aragón
17/mayo/2010