domingo, 16 de julio de 2017

El ciego de Jericó

El libro de Marcos presenta la historia de un hombre, que a pesar de tener un serio impedimento físico –ceguera- no dejó pasar, tal vez la única oportunidad que tendría en su vida, de llamar la atención de Jesús, que en ese momento salía de Jericó con sus discípulos y gran multitud de personas.

El ciego Bartimeo, estaba sentado junto al camino mendigando y oyendo que era Jesús –imagínese la escena- el hombre se olvidó de las limosnas, de su ceguera, no le importó nada, sólo gritar y gritar: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”

He aquí un hombre que aprovecha la mejor oportunidad de su vida para clamar, orar, rezar, pedir, arrodillarse, acercarse, no interesa la palabra que utilicemos; lo importante es acercarse a Jesús “con el corazón en la mano”, “con toda nuestra sinceridad”, para decirle en ese preciado momento: “Señor Jesús, mi vida es tuya, sin ti nada puedo hacer, no tengo fuerzas para seguir adelante, no puedo resolver mis problemas que tanto me perturban, no puedo avanzar en la vida, me siento solo y abandonado… pero Señor Jesús yo creo firmemente que tú me puedes ayudar…”

Siga el ejemplo del ciego de Jericó, que no permitió que nadie lo callara ni lo hiciera dudar de su Fe en Jesús. Gritemos como lo hizo el ciego Bartimeo: “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”.



Por: Eric Enrique Aragón