domingo, 15 de mayo de 2016

La palabra más odiada en el mundo…

Es una palabra fácil de pronunciar, tanto así que todos los días es pronunciada en la mayoría de idiomas. Tiene un poder igual o superior a los ejércitos más poderosos creados por el hombre; sin embargo, no necesita armas para quitar y poner gobiernos, acabar en minutos con empresas multinacionales o para condenar y salvar vidas.

Habría que preguntarle a la recién separada presidenta de Brasil, Dilma Rousseff y a decenas de expresidentes que tuvieron la misma suerte –algunos condenados por corrupción- si la palabra TRANSPARENCIA no es poderosa…

Practicar la transparencia es la única forma de pasearse por el mundo entero sin crear suspicacia o peor aún si es un funcionario público o empresario, que lo puedan señalar como una persona corrupta o como un “lavador de dinero”. 

Transparencia no significa que las personas deben revelar su vida íntima o privada a los demás, pero, si exige que cada cual, ya sea persona natural o jurídica, empresario o funcionario público, demuestre con sus acciones que cumple con las leyes y con los principios morales.

Lo opuesto a la transparencia es aquello que está escondido o disfrazado.  Es el arte de engañar con fines siniestros. Los traficantes de drogas, de armas ilegales, prostitución, terrorismo, órganos humanos, evasión de impuestos y otros delitos más, son expertos en el arte de engañar y buscan con toda la fuerza que da el dinero mal habido, la extorsión y las amenazas, destruir todo lo que se parezca a la transparencia.

Luchar contra los mercaderes de la muerte cada vez se hace más difícil. Es más rápido que la gente reciba el dinero fácil –sin trabajar honradamente. Lo triste de esta historia, es que este dinero mal habido procede del asesinato de gente inocente, destrucción de la familia, prostitución de niños y niñas… En otras palabras, es un dinero cuya única marca es la sangre de inocentes.

TRANSPARENCIA, es sinónimo de paz, honestidad, valores morales, unidad familiar, mejor educación, juventud soñadora y emprendedora. Y es el único camino para que las naciones alcancen un verdadero crecimiento y desarrollo económico, y consoliden de una vez por todas sus instituciones jurídicas y democráticas.




Por:                                                                                                                       Eric Enrique Aragón