sábado, 12 de septiembre de 2015

Presidentes ¿Estadistas u oportunistas?

La renuncia del expresidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, y de la exvicepresidenta Roxana Valdetti, por supuestos vínculos de corrupción aduanera; confirma una vez más el gravísimo problema que tienen ciertas naciones latinoamericanas, al elegir a sus gobernantes. 

Guatemala no es el único país que ha estado en “el ojo de la tormenta”, por escándalos de corrupción.  México, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú, Argentina, Brasil y otras naciones más, se suman a la interminable lista de Estados, donde la corrupción ha dejado sus huellas en los más altos niveles de gobierno.

¿Qué está pasando con nuestros gobernantes?  ¿Por qué los corruptos compran con facilidad a los funcionarios de jerarquía?  ¿Vale la pena acabar con la buena reputación y destruir a la familia, por el dinero mal habido, que cómo llega se va? ¿Qué clase de personas dirigen los destinos de las naciones latinoamericanas?

No cabe la mínima duda de que los países están eligiendo gobernantes, que carecen de principios morales (¡Ni hablar de principios cristianos!). Por otro lado, aparentan conocer la administración pública; pero, la realidad es que no tienen la preparación adecuada para administrar el Estado…  ¡Bueno! No se puede esperar nada positivo de personas que son capaces de vender el alma al diablo (ciertamente algunos ya lo hicieron).

Cada pueblo tiene el gobernante que se merece…” Pareciera que este famoso refrán, nunca pasará de moda.

Los ciudadanos, son los que ejercen el sagrado sufragio, con el cual se ponen y se quitan presidentes. Incluso, los pueblos tienen más allá del voto, el poder de ejercer presión a través de la sociedad civil organizada, de los canales de comunicación y de las redes sociales, con el propósito de separar rápidamente a los gobernantes y altos funcionarios corruptos, antes de que agraven más la situación.

Un pueblo que actúa en el momento preciso; es decir, cuando se observan los primeros indicios de corrupción: sufre menos y se recupera más rápido de todos los traumas…

El ciudadano que desea competir en la carrera presidencial, en cualquier nación del mundo, debe prepararse rigurosamente para ser un excelente estadista y no un oportunista.

Con el dinero se podrá comprar a mucha gente que no tiene dignidad y una silla presidencial; pero, jamás se podrá comprar al verdadero estadista.

El buen estadista no se compra ni cae del cielo. Éste se va formando a través de los años: con sacrificio, trabajo honrado, buena educación;  el amor a la familia, los valores morales y la fe cristiana.




Por:                                                                                                                       Eric Enrique Aragón

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