viernes, 4 de diciembre de 2009

El equilibrio de la vida


Hace varias décadas la vida de nosotros los seres humanos era más tranquila. La modernidad y todo lo que ella conlleva nos ha conducido a una serie de situaciones, algunas veces complejas y otras no tanto, pero, igual nos someten a una vida diaria muy acelerada, que hace que los individuos sufran más que por enfermedades físicas por una serie de problemas emocionales y mentales. Nos referimos al estrés, depresión, desmotivación, melancolía y soledad; que si éstos no se manejan adecuadamente puede ocasionar en las personas enfermedades físicas, como emocionales que lleven, incluso, a tomar decisiones extremas.

A veces la vida es difícil para las personas y hay que considerar muy seriamente que no todos tenemos la misma fortaleza física ni emocional. Un evento fácil de superar para un persona puede ser muy difícil para otra. En esto juega un papel muy importante la relación familiar. La familia es la fuente de equilibrio de nosotros; ya que en ella se aprenden todos los valores que acompañarán al individuo durante toda su vida adulta y que le darán la fortaleza emocional y la sabiduría necesaria para enfrentar los momentos complejos de la vida: como la pérdida de un ser amado, desempleo, enfermedades extremas, fracaso matrimonial; pérdida de algún miembro de su cuerpo, producto de un accidente, pérdida de sus bienes materiales, problemas emocionales, como la depresión; en fin, nos referimos a todos los fracasos que se tengan en la vida y que de alguna manera debemos entender que son propios de la existencia de cada ser humano.

Tenemos que aprender a convivir con ellos (los problemas), a convertirlos de alguna forma en nuestros amigos. Se trata del ciclo de la vida humana, en el cual a veces todo lo que hacemos sale bien; otras veces por más esfuerzo que hagamos, las cosas salen mal; o cuando creemos que toda nuestra vida diaria en el hogar, en el trabajo o en nuestras relaciones sociales, están bajo control algo malo ocurre: viene una mala noticia.

Decía el sabio filósofo griego Aristóteles, que la educación en tiempos de prosperidad es un adorno y en tiempos de adversidades un refugio. No se equivocaba… La mejor educación es la que enseña a enfrentar y superar los problemas que tenemos y que no van a terminar mientras tengamos vida. Esta es la ley de la vida humana.

En el hogar de nuestros padres y hermanos, cuando estamos chicos aprendemos todo lo que implica el amor, la solidaridad, la bondad, la importancia de la unidad familiar, el respeto a los demás semejantes y por nosotros mismos; la fe cristiana, la sabiduría y la fortaleza que serán nuestras armas para enfrentar los tiempos malos en nuestra vida adulta.

Lamentablemente, hoy día las familias están desintegradas y practican todo, menos el amor y los buenos valores entre ellos. Aún no entendemos que hace más de dos mil años, un hombre sabio y lleno de amor por la raza humana, nos dijo que amáramos a nuestras familias y tratáramos con respeto y solidaridad a nuestros semejantes. ¿Pero, que hemos hecho? Precisamente lo opuesto, destruir la fe cristiana, a la familia, fomentar el odio entre nosotros… ¡Y cómo si esto no bastara…! estamos acabando con los animales y la naturaleza.

Lo más sublime, es que cuando creemos que estamos al final del camino y no hay ninguna salida… En ese preciso instante podemos acercarnos, en primer lugar, a nuestro Creador y decirle: “ Señor Jesús, no sé que hacer, no puedo más, por favor, ayúdame, mi vida es un laberinto, cuando pienso que voy a salir adelante, todo mi mundo, mis sueños y mis ideales se derrumban… ¡ Por favor…¡Ayúdame!, deseo llevar una vida sana y de acuerdo con tus principios –pero nunca olvides que soy un ser humano imperfecto-; deseo compartir con los demás, un mensaje de Fe Cristiana y los buenos valores, que tanto le faltan a la humanidad y sobre todo a los jóvenes, que formarán la sociedad del futuro.















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